Y no

  • Alejandra Fonseca
Cada mañana la conciencia. Muchos eventos y aquí seguimos. La vida sigue. Y terminará.

Cada mañana, muy temprano, en ese espacio entre el sueño y la vigilia, recupero, poco a poco, mi consciencia. Cada amanecer es distinto. Cada sueño es diferente, irrepetible. Cada vigilia, renovable.

 

En el sueño la mente pierde control; las neuronas y sus sinapsis, descansan y la felicidad que surge es auténtica porque cesan las resistencias.

 

Y cada vigilia abre la oportunidad de un pensamiento nuevo y de renovadas emociones intensas y vibrantes.

 

En el último mes, cada suceso de cada día --y nos están pasado día a día sin que tengamos tiempo para digerirlos uno a uno— se empalma con el siguiente: y cada amanecer, sin siquiera darme oportunidad de sacudirme el sueño, la vigilia sólo se renueva para cobrarme los recuerdos del día anterior.

 

Sea porque lo leí, porque le puse atención en redes sociales donde se conoce lo que sucede en cada país del mundo entero, porque lo platiqué con mi familia, porque lo escuché en la radio, lo presencié de manera directa o indirecta, o bien está en mi experiencia y apela a mi íntima forma de vida, surge como un evento inevitable del que me siento incapaz y paralizada para volver la cara a otro lado.   

 

Y surge la sensible consciencia de que sigo viva mientras otras personas ya no habitan este maravilloso planeta Tierra junto conmigo. Tomo consciencia de que todos de la manera que sea, vamos a partir algún día. Pero es el “cómo” lo que afecta.

 

Entonces cierro mis ojos, respiro profundo y repito el mantra que siempre me compaña: “That breath that you just took… that’s a gift” (Ese respiro que acabas de tomar, ése es un regalo). ¡Estar viva!

 

Huracanes, inundaciones, sismos, guerras, fundamentalismos, feminicidas… Sólo por mencionar los últimos eventos cercanos y secuenciales en Puebla, México, repaso: Estoy viva mientras muchos en Chiapas y Oaxaca murieron en el sismo del 8 de septiembre; no me topé con un monstruo, chofer de un “taxi seguro”, como el que violó y mató a #Mara en Puebla; y en el sismo del 19 de septiembre, a pesar de tocarme tan cerca algunos derrumbes, no pasó de un superlativo susto y un vértigo que me acompaña todavía.

 

Estoy aquí y me doy cuenta que, muchas veces, tomamos la vida como garantizada..., y no.

 

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes