Barbosa con Morena

  • Carlos Figueroa Ibarra
Habilidad y modestia, sus actitudes. Adherirse sin afiliarse, sus argumentos. No oportunismos.

El sábado 1 de julio de 2017 el senador Luis Miguel Barbosa y quien éstas líneas escribe, fuimos invitados por el Comité Ejecutivo Estatal de Morena,  a una sesión  en la cual el objetivo era escucharlo e intercambiar ideas con él. Al terminar de escuchar  la intervención con la cual el senador inició su comparecencia,  mi conclusión fue que era imposible discrepar  con  lo que había dicho. Pude advertir a un político hábil, con un profundo sentido de realidad con respecto al momento que  el país, Morena y él mismo están viviendo.

En un momento en  el que es perceptible el ascenso de Morena en las simpatías de millones de mexicanos, el partido está viviendo  una oleada de afiliaciones de miles y miles de ciudadanos y ciudadanas, de militantes de base de todos los demás partidos y también de dirigentes intermedios y altos de dichos partidos. Como me dijo un alto dirigente de Morena hace unos días: se nos están viniendo manadas enteras en estampida y en esas manadas vienen animales bonitos como mariposas y venados, pero también búfalos que embisten y atropellan a todo lo que encuentran a su paso. Agregaría yo, que también vienen serpientes dispuestas a romper al partido por dentro o a desvirtuar de manera esencial su identidad. Muchos de los migrantes que estamos recibiendo, vienen con expectativas de ser beneficiados con las candidaturas que en sus antiguos partidos les negaron. Hay la falsa percepción de que  los integrantes de Morena, y particularmente en Puebla, son bisoños en política o niños a quienes  fácilmente se les puede quitar la paleta de las manos. En el imaginario de los búfalos no hay en Morena figuras capaces y con proyección que merezcan las principales candidaturas a los principales puestos de elección popular en 2018.

Por eso, el discurso de Luis Miguel Barbosa en la sesión del sábado 1 de julio no pudo ser más hábil y modesto. De entrada expresó que era sumamente conciente de que el tránsito de un partido a otro era algo muy complejo,  más aun  si el partido al cual se migraba era un partido en ascenso como es el caso de Morena. Advertido de ello, agregó que él no venía a Morena por candidatura alguna. Que él no se afiliaría ni tampoco iba a promover afiliaciones de sectores allegados a él.  Ello significa que no pretendería inflar el padrón del partido para después controlarlo. Declaró que si algún día se afiliara, lo haría en Puebla y en la sede del Comité Ejecutivo Estatal y que aun sin ser militante del partido declaraba su disciplinamiento a dicho órgano de conducción.  Remató su alocución, diciendo que no le preocupaba el que su ciclo de política con cargos acaso hubiese terminado. Finalmente su tránsito hacia el movimiento encabezado por Morena tenía su causa más profunda, en el convencimiento al que había llegado que la única alternativa para México es que Andrés Manuel López Obrador se convierta  en 2018 en presidente de la república.

En Morena debe desterrarse el sectarismo que repudia a posibles aliados o incluso afiliados por su pasado político. Si no hay corrupción o violación de derechos humanos en dicho pasado, en Morena debe interesar más que de dónde vienen, hacia dónde van aquellos que están tocando sus puertas. Pero en Morena también debe desterrarse al oportunismo que se expresa en concebir la política como un simple medio para tener cargos y poder.

Sectarismo y oportunismo son  igualmente nocivos para un proyecto político  que aspira a gobernar el país. Sin embargo, hoy debe estarse particularmente alertas con el último.

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Carlos Figueroa Ibarra

Sociólogo, profesor investigador de la BUAP, especializado en sociología de la violencia y política. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue integrante del Comité Ejecutivo Nacional de Morena (2015-2022).