¿El profesor nace o se hace?

  • José Guadalupe Sánchez Aviña
Vocación, ocupación que va más allá de la autosatisfacción y se involucra con el valor social.

Vaya cuestión engañosamente sencilla de resolver; si se supera la inicial tentación de responder categóricamente una u otra, o ambas, se puede entrar en un ejercicio interesante de reflexión sobre este aspecto.

 

Veamos, lo primero que me aparece en la mente es la idea de la vocación, eso que implica dedicación personal con dimensión social, que combina la obligación pública y la realización personal que integra la realización del sujeto y la adopción de una identidad propia. Vocación cuando una ocupación se lleva más allá de la autosatisfacción y se involucra el valor social como condición existencial. La vocación no aparece de la nada, esa disposición para dar un servicio se acrecienta y toma forma con el tiempo, a través de una interacción con la gente y gracias a la voluntad de realizar muy bien el trabajo. En un profesor se evidencia cuando su labor le representa mucho más que un trabajo por el cual recibe un salario; cuando su impulso interno lo vuelca hacia los demás. En palabras de Latapí: “El Maestro es el principal factor de la calidad de la educación. La calidad empieza en lo “micro”, en la relación pedagógica maestro-alumno. Las características decisivas de un buen maestro son: el sentido de su vocación, al amor a sus alumnos, que lo lleve a comprometerse con su superación; su responsabilidad, su preparación profesional y el cumplimiento de sus obligaciones.” (2009, p. 101) Por muy vocación que sea, se requiere irla construyendo y reforzando cada día.

 

El segundo aspecto que me asalta es pensar en lo imperioso de ser profesionales de la educación, no solo entrega a secas, sino entrega informada y poderosa, entrega transformadora; la profesionalización del enseñante es indispensable y urgente. Los entornos cambiantes, las condiciones del aprendizaje en las nuevas generaciones plantean requerimientos de búsqueda permanente de rutas innovadoras para colaborar en la construcción de otros seres humanos. La formación inicial recibida en las Escuelas Normales es fundamental y determinante pero la formación continua se hace factor protagónico en el logro de las pretensiones del educador. La profesionalización del enseñante se construye cada día.

 

El ser profesor nunca ha sido cosa menor ni fácil, pero los escenarios contemporáneos exponen requerimientos de mayor envergadura que deben ser enfrentados desde el frente de la formación sólida y pertinente del profesor. El profesor debe pensarse en su labor y reunirse con otros para hacerlo de manera más adecuada; Escuelas Normales y Universidades tienen el reto de dejar atrás la artificial división que las ha mantenido desarticuladas e imposibilitadas para realizar acciones conjuntas.

 

Así entonces, es posible concebir que es a partir de una decisión personal que el profesor se entrega a la construcción permanente de su persona y encuentra sentido en la entrega a los demás; sin embargo, es cada día de su existencia, que se construye y reconstruye; no se nace, se hace de manera consciente y decidida.

 

[El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla