La muerte, tema del que no se habla para evitar que suceda. Hablar de muerte va más allá de atraerlo, cosiste en una evaluación de lo que se ha vivido, en enfrentar lo que se ha hecho mal y disfrutar lo bueno. La cultura nos ha enseñado que la muerte es un castigo: “mueren los malos”  “-¡Muérete!” (Como el peor de los deseos), “¿Porque se murió? Si era tan bueno…” “me quiero morir” (como solución a un problema). Pero, en realidad, ¿quiénes se mueren? Mueren los derrotados, quienes a pesar de saber la causa de los excesos, los descuidos o los daños eligen continuar, las causas para no hacerlo son diversas: el vivir a veces cansa, implica esfuerzo, cuidado, compromiso, fe, etc. Y esto, no es algo que todas las personas deseen asumir.

¿La muerte es injusta? No, lo injusto es haber tenido la oportunidad de vivir y no aprovecharla. Para los seres cercanos al que muere, es injusto (en un acto de egoísmo y pensar únicamente en su dolor), quizá para el que muere sea lo mejor.  La muerte causa dolor, la muerte lastima y existe algo que nos ayuda a superar lo increíble. ¿Qué es? El olvido, conforme pasa el tiempo se olvida el dolor y se alivia la mente.

Todos morimos a tiempo, justo cuando lo necesitamos, usualmente las personas prefieren olvidar la idea de la muerte porque “no tiene sentido”, pero, objetivamente, tener presente esta idea  ayuda a la plenitud de la vida, es decir, disfrutar la vida para no lamentar la muerte.

La muerte causa angustia, paraliza vidas, no se concibe la idea de algo desconocido, es por ello que varias personas adoptan y asumen las ideas que se proponen después de la muerte, la trascendencia como continuidad, para crear paz, conformidad y esperanza. Es importante reconocer que la muerte no es un castigo, no necesariamente es sufrimiento (para quien muere), incluso la muerte puede ser la liberación del daño (en caso de enfermedad) o un derecho cuando es necesaria.

“Freud (1932-1936) nos dice que ‘la religión es un poder inmenso que dispone de las emociones más potentes de los seres humanos’. Si tiene tal fuerza es por lo que se propone brindar a los hombres, y menciona que la religión cumple tres funciones principales: 1. Satisfacer la curiosidad natural del hombre de saber, ya que le informa sobre el origen y la génesis del Universo. 2. Calmar la angustia que el hombre siente ante las crueldades de la vida y el destino inevitable de la muerte. Lo consuela en la desdicha y le asegura un buen final. 3. Difundir reglas y consejos de cómo comportarse en la vida, con la finalidad de obrar con justicia.” (Hernández, pp. 6-7)

La incertidumbre de no saber cuándo vas a morir no debe causar temor, al contrario, debe causar entusiasmo para encontrar o retomar el sentido de vida, para recuperar lo perdido, aprovechar el presente, apasionarse, simplemente vivir. Heidegger, afirma que:

“Una «tipología del morir informa más sobre el vivir del muriente que sobre el morir mismo». Esto no es sino el reflejo del hecho de que el Dasein no muere en primer lugar o incluso no muere propiamente con y en la vivencia del dejar de vivir fáctico”. (Comesaña. p. 117)

La muerte se interpreta y tiene el sentido que se le desee atribuir, lo finito de la vida es el único proceso seguro y común de los seres humanos.

¡Aceptemos la muerte! ¡Que llegue en el mejor momento! Cada segundo que transcurre se le resta a la vida, entonces, qué mejor que reafirmar lo que hoy  está a tiempo de decidirse y vivir: la abundancia, la fortaleza, la plenitud, el placer.

Bibliografía

Comesaña, Gloria (2004): “La muerte desde la dimensión  filosófica: una reflexión a partir del ser -para-la muerte heideggeriana”. Ágora,  Trujillo,  13.  Enero-Junio  2004.

Díaz, Andrea (2007): “Nietzsche y el pensamiento de la muerte”. Revista Actio nº 9 noviembre de 2007.

Hernández, Flor (2006): “El significado de la muerte”. Revista digital universitaria. 10 de agosto de 2006. Vol. 7 No. 8

Muriá, Irene. “La concepción religiosa de la muerte”. Revista Digital Universitaria. 1 de Julio de 2000 Vol. 1 No.1