Diez de mayo y la trascendencia del profesor

  • José Guadalupe Sánchez Aviña

Hoy 10 de mayo de 2016, de camino a la Ibero y ensimismado, ocupado de las ausencias personales, llaman mi atención jóvenes y niños ataviados con ropa típica mexicana, muchos… ¡claro! hoy es el festival del día de las Madres, de inmediato me remonto a ese pasado en el que en la escuela preparábamos con entusiasmo y nerviosismo este día, ya porque la manualidad que entregaríamos estuviera lista y perfecta, ya porque los pasos del bailable no desaparecieran de nuestra mente a mitad del improvisado escenario; experiencia ésta que se encarna y que junto con otras, nos construye, haciéndonos personas de un tiempo y de un espacio específicos y no de otros cualquiera.

Dos presencias sociales, dos presencias personales, la escuela y la figura materna, se confabulan para dar sentido a cada persona y a cada sociedad que emanan de esta amalgama virtuosa.

Esa primera maestra, la Madre, intuye inteligentemente lo que ha de hacer para cuidar y preparar a su hijo, procurándole un perfil que en la mayoría de las ocasiones rompe y rebaza el suyo propio, con la esperanza de que su hijo debe ser mejor que ella; de esta manera se erige como la plataforma sobre la cual la nueva persona humana se construye.

Ese agente social que sin pretender suplir sus funciones, releva a la Madre en tareas de formación de los niños y jóvenes que acuden a sus aulas, conformando la sociedad pretendida por el sistema educativo mexicano. Pero como en el caso de las Madres, siempre con la esperanza de que en su formación, los escolares rompan y superen los límites que el modelo educativo establece, con la esperanza de que sean mejores seres humanos que eso y hagan posible los cambios hacia una mejor sociedad.

De esta forma queda exhibida la importancia central que ha tenido históricamente la escuela en la construcción social. Pero cuidado, la escuela es solo una institución social, es necesario poner atención que la escuela es movida por personas de carne y hueso que piensan y sienten como cualquier ser humano; es fundamental trasladar ese reconocimiento que se hace de la escuela, hacía éstas personas que encarnan la responsabilidad y compromiso de contribuir en la formación de otras personas; desde luego que hago referencia a los Profesores, a quienes les impulsa la esperanza de que el alumno supere al Maestro.

Pues bien, diez de mayo, festival del día de las Madres; acontecimiento social impulsado por una figura difícil de desterrar a pasar de las arremetidas de la moda de no casarse, de no tener hijos… y con un peso cultural evidente en una sociedad como la nuestra, que la consolida como baluarte de identidad personal y social. Pero también acontecimiento que permite visualizar la importancia que tiene la escuela en la definición de rumbos de futuro, y con ello, la importancia estratégica que tienen los profesores en la construcción de un futuro que nos haga mejores personas humanas.

El no reconocer la importancia que tienen los profesores y actuar en consecuencia, nos coloca en un escenario poco propicio para pensar en mejores tiempos, pero el reconocimiento social es solo una variable que depende de los que el mismo profesor haga por sí mismo, sirva la fecha y este texto, para insistir en la necesidad vital de que los profesores se auto reconozcan en su real dimensión, liberándose de lastres oficialistas provenientes tanto del aparato gubernamental como del sindical, para dar paso a una nueva etapa del Magisterio en nuestro País, que está por construirse.

 

 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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José Guadalupe Sánchez Aviña

Doctor en Educación, Sistema Universitario Jesuita ademas de ser maestro en Investigación Educativa por la Ibero Puebla realizó su licenciatura en Sociología por la UNAM . Actualmente es Académico de Ibero Puebla