Lo que anuncian las exequias del dictador Porfirio Díaz

  • Oscar Barrera Sánchez
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Durante décadas del siglo XIX en México, la nación se debatió sobre continuar con un modelo sociocultural, político y económico que respondiera al Antiguo Régimen u optar por el modelo moderno-capitalista, auspiciado por los resultados de la Guerra Civil estadounidense. Dos figuras destacan en todo el sequito liberal que contribuyeron a la primera modernidad mexicana: Benito Juárez y Porfirio Díaz. El primero pasó a la historia como héroe, como el Benemérito de las Américas, como un prócer nacional. El segundo pasó como un dictador y un cuasi traidor a la patria.

Pensemos en el segundo personaje: Porfirio Díaz. Este oaxaqueño liberal combatió las fuerzas francesas en la invasión de 1862 y, luego, al emperador Maximiliano I, en el denominado II Imperio mexicano. Tras el derrocamiento del imperio tuvo una postura crítica ante la reelección de Juárez a quien desconoció con el Plan de la Noria. Después, tras la muerte de Juárez, combatió a Sebastián Lerdo de Tejada, con la declaración del Plan de Tuxtepec. El resultado fue la expulsión del Lerdo y su primer paso a la presidencia.

Díaz se mantuvo en el poder de 1876 a 1911, es decir, 35 años, en los cuales se reeligió varias veces o colocaba en el poder a algunos de sus amigos. Para muchos de sus reaccionarios seguidores, Díaz fue el artífice de la modernización del país. A él se debe la extensión del ferrocarril, un fuerte crecimiento económico, el restablecimiento de las relaciones con Francia (país y cultura con quien tuvo mayor afinidad) e Inglaterra e instauró el positivismo como corriente de pensamiento hegemónica en los centros escolares y como modelo de acción en la organización económica.

Para la mayor parte de sus detractores, el general oaxaqueño fue el símbolo de la represión contra todo tipo de expresión y organización social y política contraria a sus intereses; favoreció un higienismo social bajo una biopolítica y una anatomopolítica panópticas; instauró una carnicería de sus enemigos en favor de la supuesta paz y el modelo perfecto de un dictador que además de no respetar los derechos políticos del pueblo y; empobreció a los más pobres y dio más a los más ricos. Su gobierno y las amplias contradicciones sociales y políticas de inicios del siglo XX provocaron la Revolución mexicana. En 1911 se embarcó exiliado rumbo a Francia, donde murió en 1915.

El 2 de julio de este año, se convocó tanto en Oaxaca como en la Ciudad de México, una celebración religiosa ante el 100º aniversario de su muerte, lo cual ha llamado la atención por el momento político que vive el país, el cual vive condiciones de pobreza y represión semejantes a las que se vivieron en los últimos años del porfiriato. Ese mismo día, el cabildo del municipio de Oaxaca de Juárez, encabezado por el priista Javier Villacaña Jiménez, solicitó que se trajeran al país los restos de Porfirio Díaz y solo falta que el Congreso de la Unión acepte la petición para formalizar la petición al gobierno francés.

Tradicionalmente, los grupos de derecha priista y panista son quienes han favorecido la permanencia de la imagen del dictador mexicano de principios de siglo, tal como aconteció con los restos de Agustín de Iturbide, los cuales se hayan en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Ejemplo de ello es la época de hora del cine mexicano, en el cual la hacienda y los charros se convirtieron en el símbolo de lo mexicano dentro del país y en el extranjero.

Ahora se presenta una nueva ofensiva conservadora al solicitar al oaxaqueño de vuelta a casa. Sólo faltará que se realicen exequias rituales, aunque laicas, de este personaje. Televisa ya comenzó con la transmisión de la vida de Díaz a través de Clío. La Cineteca Nacional ya presenta las charlas  sobre Música y añoranza porfiriana en el cine mexicano (años 40). Sin caer en un delirio, ¿será que las fuerzas de derecha envían un mensaje de militarización fáctica y simbólica? ¿buscarán legitimar la represión que vive el país con la Historia, como lo hizo el priismo durante varias décadas del siglo XX? o, quizá, ¿se estará enviando un mensaje público de ruptura y muerte ideológica de la revolución institucionalizada, para evidenciar la postura liberal, ahora en fase salvaje como oficial en el gobierno mexicano?

Honrar oficial y públicamente al General oaxaqueño, Porfirio Díaz, sería como hacerlo en Chile con Augusto Pinochet, en España con Francisco Franco, naciones donde la tendencia es la contraria. No dudo que habrá quien lo pida, pero hay que considerar la pertinencia de este acogimiento funerario para la incipiente y cada vez más involutiva democracia mexicana. Quizá sea mejor para el país que se quede con las exequias de jefe de Estado con que lo honró el gobierno francés en 1915 y con su tierrita exportada de La Noria.

Picaporte

La fuga, por la puerta principal, del penal de máxima seguridad del Altiplano (además de una cortina de humo ante la privatización en el sector de salud pública)  más que una afrenta al Estado mexicano, ¿podría entenderse como la preparación para la alternancia en el poder ejecutivo en el 2018?

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Oscar Barrera Sánchez

Doctor en Ciencias Sociales y Políticas por la UIA. Comunicador y filósofo por la UNAM y teólogo por la UCLG.