Ilusionismo gubernamental

  • Raúl Espejel Pérez
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Si el bienestar de los mexicanos dependiera de los machacones discursos del presidente Peña y de su secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, tendríamos un nivel de vida superior al que existe en los países de primer mundo. Pero no. Nadie se alimenta bien, ni calza ni viste medianamente, ni menos aún, adquiere medicamentos, con los sueldos que se pagan en México, que anualmente si bien va, se incrementan 3 ó 4%.

Luis Videgaray Caso, es ese cercano amigo y colaborador de confianza de Enrique Peña Nieto, que no desaprovecha ninguna oportunidad para declarar que las reformas estructurales (entre ellas la educativa que anda dando tumbos por el radicalismo de la CNTE) son mucho más prodigiosas que la lámpara maravillosa de Aladino.

Es el mismo personaje de la alta burocracia peñanietista a quien el dueño del Grupo Higa, uno de los contratistas predilectos del Presidente de la República desde el tiempo que fue gobernador del estado de México, haciendo de lado el conflicto de interés que hubo de por medio, vendió a crédito, con una inusual tasa de interés preferencial, una mansión de lujo de 1 500 m2 de terreno y 852 m2 de construcción, ubicada en el exclusivo fraccionamiento campestre Club de Golf de Malinalco. Cuenta con piscina y helipuerto.  

Videgaray dice que las reformas estructurales ya están dando magníficos resultados. Asegura que la economía avanza y que el desempleo disminuye (aunque la economía no crece). Afirma, desbordando optimismo por todos lados, que la mejoría económica se refleja en “los bolsillos de los mexicanos” porque ya se acabaron los gasolinazos (por decisión de la Cámara de Diputados, no de Peña), las llamadas telefónicas de larga distancia ahora se cobran como llamadas locales y por si eso fuera poco, advierte que el precio de la energía eléctrica ha disminuido. O sea, que con esas supuestas reducciones, que nadie ve ni siente, los bolsillos de los mexicanos están rebosantes de dinero.

Lo que significa que en breve tiempo, los programas asistenciales que tanto pregona Peña Nieto, dentro y fuera del país, seguramente habrán de desaparecer debido a la eliminación de la pobreza.

En fin, sólo faltó decir a Videgaray que con el arribo de Enrique Peña Nieto, a la Presidencia de la República, los mexicanos entramos a vivir en el paraíso terrenal, incluyendo a los 50 millones de pobres que no consumen gasolina porque carecen de automóvil y no hacen llamadas telefónicas de larga distancia porque no tienen teléfono y muchos de ellos, ni siquiera utilizan energía eléctrica en sus casas.  

El secretario de Hacienda y Crédito Público, Videgaray Caso, supone que los mexicanos somos tontos o retrasados mentales para dar por verdaderas sus infundadas alegorías.

Instalado en su lujosa mansión de Malinalco y  disfrutando privilegiadamente de un sueldo neto mensual de 141 mil 976 pesos y de diversas prestaciones, que ningún trabajador común y corriente tiene, consistentes en ayuda para despensa, prima quinquenal, prima vacacional, aguinaldo, gratificación de fin de año y seguros de gastos médicos, de separación individualizada y colectivo de retiro, así como un seguro institucional equivalente a 40 meses de la percepción ordinaria, Videgaray no ha notado que los precios de la carne de res y cerdo, huevo, embutidos, cereales, café soluble, jitomate, aguacate, y de muchísimos víveres más, se han incrementado. Lo mismo que los medicamentos, que en algunos casos han sufrido aumentos superiores a 25%.

La realidad de millones de mexicanos es distinta a la que vive Luis Videgaray. El secretario de Hacienda y Crédito Público del gobierno peñanietista sufre la misma enfermedad que aqueja a la mayoría de los políticos mexicanos. El síndrome del ilusionismo gubernamental, que no es otra cosa que la propensión de los gobernantes a tratar de hacer creer a los gobernados que las cosas en el país que gobiernan, están mucho mejor que lo que indicada la terca realidad. Esta enfermedad ocular aqueja a los gobernantes, sin distinción del partido político de donde procedan.

En febrero de 2011, el señor Ernesto Cordero -ahora flamante miembro del Senado de la República por el PAN-, siendo secretario de Hacienda y Crédito Público del presidente Felipe Calderón, aseguró, como ahora lo hace Luis Videgaray, que la recuperación de la economía mexicana “llegó a los bolsillos de las familias”. Dijo que “Hay familias mexicanas que con ingresos de 6 mil pesos al mes, tienen crédito para una vivienda, tienen crédito para un coche, se dan tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas”.

Por supuesto que la afirmación de Cordero no expresaban la realidad que se vivía en 2011 en el país, como ahora tampoco corresponde lo dicho por Luis Videgaray. Su apreciación de que los resultados de la reforma fiscal se “reflejan en los bolsillos de los mexicanos porque (según él) se está abaratando el costo de la vida, es equivocada, errónea y falsa, si se refirió al poder adquisitivo de las decenas de millones de mexicanos que dependen de un sueldo, por lo general, insuficiente para cubrir decorosa y satisfactoriamente los gastos de sus familias.

Pareciera que hacer diagnósticos halagüeños es característica intrínseca de los  gobernantes mexicanos.

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).