El síndrome del exhibicionismo mediático

  • Raúl Espejel Pérez
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No se sabe, a ciencia cierta, si el presidente Enrique Peña Nieto está urgido de la ayuda de un siquiatra que le cure el síndrome de exhibicionismo mediático, que padece en fase avanzada, o necesita el auxilio inmediato de un asesor político de cabecera que frene sus ímpetus de aparecer, un día sí y los demás también, en revistas de la high society.

Todavía no se diluye el malestar que causó, en la opinión pública y en los círculos políticos, el enorme e indebido despilfarro de fondos públicos que hizo Peña para divulgar un reportaje gráfico, con diversas fotografías, de su frívola cónyuge en la revista ¡Hola!, con motivo de la visita oficial del Presidente de la República al Reino Unido de la Gran Bretaña, cuando se vio envuelto nuevamente en otro problema de similar origen y dimensión.

Esta ocasión, por publicitar en la misma revista fotografías de la ceremonia de conclusión del bachillerato, de una de sus hijastras. Es decir, utilizó el poder presidencial para difundir un evento social de una hija de su esposa, donde ambas, como es su costumbre, volvieron a lucir lujoso y caro vestuario.

Peña Nieto es el primer presidente, en la historia del país, que antes de cumplir la primera mitad de su mandato constitucional, ha sido objeto de severas críticas por parte de la sociedad y medios informativos, debido a su sinuoso y cuestionable desempeño al frente del gobierno federal.

Logró sacar adelante el Pacto por México, con el respaldo de los partidos políticos de oposición. Después, entre tirones y jalones, obtuvo la aprobación del poder Legislativo en el paquete de reformas estructurales que durante varios años estuvieron postergadas. También consiguió la aprobación de sus correspondientes leyes secundarias. Todo esto apuntaba hacia un gobierno exitoso, no obstante que cometió el error de no buscar el consenso de la sociedad para cada una de esas reformas. Por eso, hoy, la reforma educativa está en riesgo por las agresivas embestidas de la CNTE y la falta de apoyo popular. Sin embargo, hasta ahí, más o menos, todo marchaba bien.

Pero esa marcha exitosa fue cortoplacista y derrumbada por los actos de corrupción que desde entonces se ha visto envuelto Peña Nieto. El magnífico proyecto del tren de alta velocidad México-Querétaro, que hubiera sido el primero en su género en el país, fue a parar al cesto de la basura por una licitación amañada, de la SCT, destinada a favorecer a un consorcio constructor, el Grupo Higa, cuyo propietario es Juan Armando Hinojosa Cantú, contratista predilecto de Peña Nieto desde que éste gobernó el estado de México.

Poco después este mismo señor, vendió sospechosamente, en condiciones crediticias de privilegio, la enorme y fastuosa mansión -conocida popularmente como la Casa Blanca de las Lomas de Chapultepec- a la esposa del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

Más tarde, el mismo personaje supuestamente altruista del peñanietismo, favoreció a otra personalidad cercana a Peña Nieto, el señor Luis Videgaray Caso, a quien el exitoso constructor Hinojosa Cantú vendió a crédito, con inusuales tasas de interés, una residencia en el exclusivo Club de Golf Malinalco.  

Peña Nieto, por su parte,  también resultó beneficiado por otro constructor de su predilección, que le vendió una mansión campestre en Ixtapan de la Sal.

Debido a las críticas de que fue objeto Peña Nieto por esos actos de evidente corrupción, cometidos sin considerar los conflictos de interés en que se incurrió en cada uno de ellos, dio instrucciones al secretario de la Función Pública para que abriera una investigación sobre el particular. Están por transcurrir 6 meses de ese entonces y la Función Pública todavía no da señales de vida. ¿Acaso el secretario Andrade pretende encubrir las presuntas trapacerías de su jefe Peña Nieto?

El señor Cantú fue favorecido, por Peña Nieto, siendo ya Presidente de la República, con la asignación directa de un contrato de obra pública para realizar los trabajos de remodelación y ampliación del hangar que albergará a la nueva aeronave presidencial.

El asunto de los reportajes de las familias -propia y agregada- de Peña Nieto, que revelan su desmedida propensión al exhibicionismo mediático, carecerían de interés para la sociedad, sino fuera por el dispendio de recursos públicos que se llevó a cabo para pagar una publicidad particular que Peña debería financiar con dinero de su propiedad y no de la nación.

Al teclear en la computadora la frase gastos del viaje de Peña Nieto al Reino Unido con la finalidad de conocer la cantidad de dinero (7 millones 200 mil pesos) que desembolsamos los mexicanos con motivo de la gira presidencial al Reino Unido, en el espacio denominado Aristegui Noticias, se reproduce un comentario efectuado en el medio informativo neoyorquino The Huffington Post donde se dice que gran parte de la población consideró que el viaje de Peña constituyó “un nuevo acto de dispendio y cinismo, en medio de una crisis económica y de credibilidad que parece no tener freno”.

Este comentario originó que durante el tiempo que ese sitio se mantuvo abierto al público se recibieran 555 comentarios del público. Ninguno de ellos es favorable a Peña y su esposa. Todos condenaron el derroche de dinero que hizo el presidente Peña.

Lo malo de todo, tanto para el Presidente de la República como para su cónyuge, son los severos y mordaces comentarios que hicieron de ambos. A él, entre muchos calificativos degradantes, en el más magnánimo de los casos, lo califican de tonto. A ella, su esposa, le va  peor que a Peña Nieto, le atribuyen un  drástico término, que por caballerosidad y respeto a las mujeres, no es correcto reproducir.     

Para bien de México y de la figura presidencial, tan deteriorada y desprestigiada en los casi 3 años que han transcurrido de la actual administración gubernamental, Peña Nieto está obligado a efectuar un esfuerzo personal para revertir el desprestigio que arrastra y que ha ganado a pulso. Para lograrlo, debe disminuir, a su mínima expresión, la egolatría y el excesivo protagonismo que caracterizan a él y su cónyuge, así como a una de las hijas de ella.

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Raúl Espejel Pérez

Ha colaborado como articulista en la revista Jueves de Excélsior, El Universal de México, El Universal Gráfico, El Universal de Puebla, El Día, Nueva Era de Puebla y la revista Momento de Puebla (versión impresa y digital).