Una deuda histórica de los gobiernos

  • Alberto Jiménez Merino

Más de 900 millones de personas en el mundo padecen hambre, y más de 2 mil millones viven con menos de un dólar diario, situación que les dificulta el acceso a los alimentos, una de las necesidades fundamentales del ser humano. Millones de madres en el mundo se truenan los dedos todos los días preocupadas por cómo  alimentar a sus hijos.

Nadie puede pensar en riquezas, en su realización personal, en la grandeza,  si no ha podido resolver sus necesidades básicas alimentarias y las de su familia. Los proyectos productivos para los pobres invariablemente han fracasado cuando no se ha resuelto antes, la  seguridad alimentaria de las familias.

Hay que recordar que los más pobres son los que han recibido también la educación áas pobre, esa que no enseña las cuentas de la vida, que no ayuda a identificar los talentos y habilidades, a conocer los recursos naturales disponibles, no prepara para el trabajo y no permite sobrevivir con dignidad, porque sus contenidos nada tienen que ver con las necesidades cotidianas de las personas; la que olvido la educación financiera y la alimentaria y nutricional, razón por la que también tenemos graves problemas de obesidad y sobrepeso.

Así llegamos al 16 de Octubre, Día Mundial de la Alimentación, acordado por la Asamblea de las Naciones Unidas con el propósito de hacer conciencia del problema y promover en el mundo la búsqueda de soluciones al hambre. En 2014 el lema es “Alimentar al mundo, cuidar el  planeta “.

Es también 2014, el Año de la Agricultura Familiar, acordado con el mismo propósito porque más del 85 por ciento de las 540 millones de unidades productivas del mundo tienen esa categoría. No obstante, los apoyos destinados son mínimos o nulos para este sector menospreciado.

Pero nuestro problema es mayor, por la presencia de otro jinete del apocalipsis que se ha manifestado muy feroz a través de la alteración de los fenómenos meteorológicos, haciéndolos más intensos, más frecuentes e impredecibles y que conocemos como cambio climático, del que todos hemos vivido ya sus impactos.

Ante un crecimiento poblacional mundial que en el 2050 registrará los 9 mil millones de habitantes, requiriéndose al menos un 50 por ciento más alimentos, en un momento en que la capacidad productiva de las tierras y mares van descendiendo, las primeras por erosión y pérdida drástica de fertilidad y, los segundos por excesiva contaminación y sobreexplotación, algo trascendente debemos hacer, más allá de discursos y eventos para la foto que, en la mayoría de los casos, se hacen cada año.

No podemos dejar de mencionar los altos niveles de pérdida de cosechas por precarios métodos de recolección, por transporte inapropiado y por deficiencias en el almacenamiento, careciéndose de equipo hasta para guardar lo necesario para el autoconsumo familiar. A todo esto, hay que sumar los desperdicios de comida por falta de refrigeradores y equipos de conservación en las comunidades o las excesivas porciones en restaurantes, especialmente en países desarrollados.

Por ello, la Cruzada Nacional Contra el Hambre promovida por el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, adquiere mucha relevancia para hacer frente al problema socioeconómico más importante de nuestro tiempo. Una estrategia que busca elevar la producción y productividad de alimentos para facilitar el acceso de las familias.

Es un gran paso y una gran noticia que 3.5 millones de mexicanos en extrema pobreza estén teniendo ya las tres comidas en comedores comunitarios a través del atinado trabajo de la Secretaria de Desarrollo Social. Al mismo tiempo, se trabaja en recuperar la cultura productiva que con tantos programas asistenciales hemos ido perdiendo. El huerto familiar, el huerto escolar para escuelas de tiempo completo y el huerto comunitario que haga sustentables los comedores de su tipo, son pasos en los que por instrucción del Secretario de Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), Enrique Martínez y Martínez, ya estamos trabajando.

Apoyar a las familias beneficiarias de programas sociales para recuperar la producción de alimentos, a los productores de autoconsumo para elevar su productividad, y fortalecer el desarrollo de cadenas productivas con incentivos suficientes, integrales y oportunos, parece ser el mejor camino para reducir el hambre en México. Eso requiere de conocer bien el problema y tener voluntad política para apoyar a los más necesitados, porque apoyar su alimentación para un mejor desarrollo físico y mental ha sido la deuda histórica de los tres órdenes de gobierno.

 

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Alberto Jiménez Merino

Ingeniero Agrónomo. Exrector de la Universidad Chapingo. Trabajó como secretario en 3 administraciones estatales. Consultor FAO. Tiene 3 Doctorados Honoris Causa y 15 libros escritos. Candidato del PRI a la gubernatura 2019.