¿Es el mundo un lugar ajeno?

  • Víctor Reynoso

La decisión del gobierno federal de que el Ejército Mexicano participe en misiones de paz de la ONU divide la opinión pública del país en dos mitades casi idénticas. Prácticamente la mitad de los mexicanos están a favor y la mitad en contra. Así lo muestra una encuesta realizada recientemente por Ulises Beltrán.

Las razones para intervenir expresadas en la encuesta tienen que ver con la preservación de la paz en otros países. Las respuestas en contra argumentan que nuestro país debe primero resolver sus propios problemas, y además que la intervención en el extranjero podría ser contraproducente para México.

No se menciona la eficacia que han tenido y pueden tener esas misiones de paz. Da la impresión de que esa eficacia es mínima. Los conflictos dentro y entre naciones más conocidos por la opinión pública no parecen haber sido matizados o resueltos por los llamados cascos azules de la ONU. Esa ineficacia bien puede ser una razón para el rechazo.

Suena a broma pensar que la ONU y sus cuerpos de paz pudieran resolver problemas como el conflicto entre palestinos e israelíes, o la cuestión de Ucrania. O los conflictos tribales en África. ¿Tiene caso participar en algo que no resolverá nada o casi nada, y que por el contrario puede generar problemas?

La respuesta de los gobiernos de México casi siempre ha sido negativa. La participación mexicana en este campo ha sido excepcional. Pero no tanto porque se le considera ineficaz, sino por una idea de nacionalismo aislacionista. Idea que parece expresarse hoy en muchos mexicanos: el mundo es un lugar ajeno; lo propio son nuestros problemas. Los problemas del mundo no son nuestros.

Una actitud común a muchos nacionalismos. Y tiene su razón de ser. Si no se puede con los problemas propios, ¿por qué tratar de resolver los foráneos? Pero visto por otro lado, se puede considerar que el nacionalismo crea un “nosotros” ficticio. Ni todos los que estamos dentro de una nación somos iguales, ni todos los que están fuera son distintos. Y con la globalización o mundialización cada vez más los problemas más distantes nos afectan. Migraciones, destrucción de la ecología, sobrepoblación, epidemias, no pueden ser considerados como exclusivos de una nación.

La salida no está pues en no participar, sino en buscar formas eficaces de participación. Que no se limitan a decir que sí a las misiones de paz de la ONU, sino a buscar mecanismos más eficaces para la solución de problemas. Puede que algunos de éstos tengan una dimensión militar, pero tienen también otras dimensiones: jurídicas, políticas, morales, humanitarias, económicas.

La ONU puede muy poco ante los problemas del mundo. ¿Estamos condenados a esa impotencia? ¿No hay forma de darle “dientes” (legales y políticos) a esa organización para que ponga orden en problemas que están acabando con vidas humanas y generando enormes sufrimientos?

El problema del Medio Oriente, que parece un nudo irresoluble, ¿no podría resolverse con un acuerdo del Consejo de Seguridad, que tomara en cuenta el derecho de judíos y palestinos a una existencia segura y digna? ¿Qué es lo que hace imposible la solución? Quizá solo la falta de voluntad e imaginación.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.