Necesidades de investigación, servicio social universitario y desarrollo comunitario

  • Alberto Jiménez Merino
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Definir líneas de investigación en una Universidad Autónoma como lo es la de Chapingo, era bastante complicado cuando el concepto de libertad de cátedra y de investigación estaba muy arraigado allá por los años 80’s. En esa década, no podía la autoridad universitaria, ni gubernamental, siquiera sugerir o dejar de apoyar algunas iniciativas presentadas por los investigadores.

Se decía que la universidad no era responsable de los problemas existentes en el país, que no había creado tales problemas y, por tanto, no tenía porqué atenderlos. Sólo al empezar a convocarnos, nos empezamos a conocer y a saber lo que cada quien hacía, a identificar los temas que cada quien atendía.

Sin imponer ni forzar situaciones, lo que ocurrió fue una identificación y reagrupamiento de temas con sus respectivos responsables. Así, conocimos a quienes se dedicaban a lo mismo, había algunas duplicidades, tesis repetidas dos y tres veces sin saberlo hasta después de hechas. También conocimos a quienes se complementaban en función de sus áreas de especialización, y eso permitió una mayor integración.

Así nacieron las líneas de investigación, sin más ciencia que el sentido común. Esto permitió reorientar esfuerzos y presupuestos y ser más pertinentes en la atención de las necesidades, de generar conocimiento más útil y aplicado a problemas reales. Muchas tesis están aún en las bibliotecas porque no hay suficientes mecanismos de transferencia, pero otras, como la mía, porque no formaban parte de una necesidad real.

Los laboratorios, ayer como ahora, tienen funciones mayoritariamente académicas, así se justificaron y muy poco pueden hacer para dar un servicio que los sectores productivos demandan. Con algunas extraordinarias excepciones.

No hay quien los opere, excepto en instituciones con internado podría darse el caso de incorporar estudiantes fuera de sus horarios de clases. Así lo ví alguna vez en la Escuela Secundaria Técnica de Zaragoza, Puebla. Pero la normatividad actual obliga a que los ingresos generados deben reportarse a la Secretaria de Hacienda y, tenerlos de regreso, no ha sido históricamente  muy fácil. Eso ha desalentado a los emprendedores, al no tener estímulos.

Sin embargo, entre los problemas sociales, económicos y ambientales la pobreza permanece, el deterioro ambiental avanza, el hacinamiento en las viviendas es preocupante, la precariedad de la vivienda es notoria, las dificultades para que los profesionistas se inserten al mercado laboral son mayores, aún con mayor preparación, la falta de agua y alimentos es grave, los ingresos de profesionistas son tres salarios mínimos en promedio, la productividad del campo es reducida, se registran pocas patentes porque hay pocos inventos en relación con otras economías. No obstante, hay más de 13 mil 500 investigadores en el Sistema Nacional.

Algo estamos haciendo mal o no estamos haciendo. Al margen de la planeación de carreras y la revisión de planes de estudio, poco estamos haciendo para vincular al futuro profesionista con su  campo de trabajo. Muy pocos de los problemas existentes en las comunidades se están atendiendo en la currícula educativa y están ausentes de los programas de investigación.

En el ámbito agropecuario y acuícola no tengo duda de mi apreciación, y creo que no es diferente en los otros sectores. Quizá la medicina con su sistema de internado y especialización escapa a esto.

Los futuros profesionistas no pueden vincularse a comunidades ni empresas durante la carrera porque no tienen recursos para ello. Pero también porque la cantidad de materias a cubrir es considerable, hay demasiada teoría en la formación profesional y poca práctica. Necesitamos al menos mitad y mitad en cuanto contenidos teórico – prácticos.

Si no creamos los mecanismos para atender desde la formación educativa y profesional los principales problemas socioeconómicos, tecnológicos y ambientales, y si la investigación no los incorpora a sus programas, seguiremos viendo cómo se recrudecen y empeoran. Si el servicio social universitario no atiende problemas de la comunidad y de la empresa, las escuelas no conocerán lo que sucede y los profesionistas no podrán incorporarse al mercado laboral o desarrollar sus propias opciones, porque sin esto, tenemos problemas para proponer soluciones.

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Alberto Jiménez Merino

Ingeniero Agrónomo. Exrector de la Universidad Chapingo. Trabajó como secretario en 3 administraciones estatales. Consultor FAO. Tiene 3 Doctorados Honoris Causa y 15 libros escritos. Candidato del PRI a la gubernatura 2019.