La Escuela, espejo de la comunidad y solución contra la pobreza

  • Alberto Jiménez Merino

Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en Puebla, el equivalente a 17.6 por ciento del total de la población del estado está en situación de pobreza extrema, lo que significa que un millón 059 mil personas tuvieron tres o más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria.

En tanto que 46.9 por ciento de los poblanos están en por debajo de la de la línea de bienestar mínimo, lo que equivale a que 2 millones 819 personas no tiene un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades.

Somos ya el tercer estado con más pobres en el país, con 3 millones 878 mil 116 de poblanos en carestía. Por otro lado, los recursos naturales: agua, suelo, vegetación y fauna se han deteriorado a grado tal que en muchos casos en imposible recuperarlos, si no se aplican recursos millonarios.

La pobreza y el deterioro ambiental son hoy los principales retos de los tres órdenes de gobierno. Y son también los problemas que más flagelan a las comunidades. Estamos perdiendo aceleradamente el agua disponible por persona, la basura y las aguas residuales son una constante en barrancas y ríos.

Hemos perdido las especies animales y una gran parte de los recursos vegetales. Buscar la leña, el agua o las plantas de interés económico cada vez se hace más lejos de la comunidad, porque en sus alrededores ya se acabó.

En Ayotoxco, hoy se capturan 10 kilogramos de Acamayas por semana, cuando antes eran 70. En Zoyatla, Tepeojuma y comunidades mezcaleras, se consigue la piña de Maguey a más de 6 horas de camino ida y vuelta.

Un gran problema actual es que no conocemos los recursos naturales que hay alrededor de nuestros pueblos para solucionar nuestras principales necesidades de agua, alimentos, combustibles, medicinas. La mayoría creemos que las soluciones vendrán de fuera; están adentro pero no lo sabemos. Estamos rodeados de riqueza y todos tenemos una gran capacidad para para desarrollarnos, pero amplios sectores viven en pobreza, acentuando aún más el deterioro ambiental.

Algo hemos estado haciendo mal y, más grave aún, algo hemos dejado de hacer o intentar. Hay muchas tareas que no se han hecho. Una de ellas es que no hemos utilizado adecuadamente la Escuela, el espejo de la comunidad y la estrategia más poderosa para resolver la mayoría de nuestros problemas y necesidades.

Nacido en Xantoxtla, Tecomatlan, al sur de Puebla en el seno de una familia rural, mis principales actividades eran ayudar a mis padres en las actividades de siembra de cultivos y cuidado de los animales de trabajo; acarrear el agua para las necesidades de la casa; buscar y traer la leña para preparar los alimentos, actividades muchas de las cuales, por supuesto, compartidas con mis hermanos.

Más de 20 actividades específicas, muy pesadas algunas, otras aburridas. Además fui pescador de bagre y mojarras en el Río Mixteco, una situación circunstancial más que planeada.

A los 7 años ingresé a la Escuela y la dinámica de la vida cambió. Había que apurarse muy temprano para ayudar en la casa, antes de emprender la caminata de Xantoxtla a Tecomatlan. Luego, al regreso de la Escuela nuevamente a ayudar hasta la puesta del sol.

En la Escuela aprendí a leer, escribir, hacer algunas cuentas, resolver quebrados, me aprendí de memoria las capitales y los ríos del mundo, conocí mucho de la historia universal. Llevé carpintería, electricidad, taquimecanografía y música. Fui muy destacado en estas actividades, lamentablemente nunca me dijeron para qué y cómo las podía aplicar, no las practique y se me olvidaron.

Lo más destacable de esta mininovela es señalar que, de las actividades que hacíamos en casa, ninguna se relacionó con los contenidos de la Escuela primaria ni secundaria. Algo se incluyó en la preparatoria agrícola y en la Universidad Autónoma Chapingo, cuando tuve la fortuna de estudiar para ingeniero agrónomo.

Y puedo asegurar con responsabilidad que lo que se enseña en las aulas tiene muy poco que ver con lo que necesita la población y que, las necesidades de los más pobres, no se han incluido aun en los contenidos educativos. Mientras no preparemos a los niños y jóvenes en la solución de los problemas que enfrentamos, ellos no podrán hacer frente a los que enfrentaran, incluidos los actuales agravados.

Una tarea pendiente de la Escuela es ayudar a los niños y jóvenes a identificar en qué son buenos, cuáles son sus talentos y habilidades, que recursos naturales tienen y cómo aprovecharlos racionalmente para recuperarlos, conservarlos o fomentarlos.

Son también tareas pendientes de la Escuela incluir la educación financiera básica para la independencia económica de las personas y revalorar las artes y oficios que permitirán a muchos insertarse a la vida laboral, más aún si no tienen oportunidad de continuar estudios como sucede con 83 de cada 100 que se inscriben a primaria actualmente. La Escuela con contenidos pertinentes, no las fachadas, es la solución a muchos de nuestros problemas. No nos hagamos bolas.

Facebook: alberto.jimenezmerino

Twitter: @jimenezmerino

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Alberto Jiménez Merino

Ingeniero Agrónomo. Exrector de la Universidad Chapingo. Trabajó como secretario en 3 administraciones estatales. Consultor FAO. Tiene 3 Doctorados Honoris Causa y 15 libros escritos. Candidato del PRI a la gubernatura 2019.