Niña, un poema de Octavio Paz

  • Fidencio Aguilar Víquez
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En Libertad bajo palabra (1935-1957), me llama la atención el texto inicial: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día.” (Paz , 2006: 23).

Primero el silencio, una suerte de no ser, de ausencia, de caos originario y primigenio, de no humanidad, de no yo, lo que aún no es, o que no está presente, lo que no es acto, lo que es pura potencia. Y luego la palabra, con mayúscula, Palabra, la invento. Inventio en latín significa encontrar, hallar; encuentro la palabra como una luz, como una claridad, la invento y ella me inventa, la encuentro y ella me encuentra, y brota la libertad porque, en el fondo, el encuentro es libertad. El silencio da paso al ser, la palabra me inventa y me da ser y libertad, soy, pero no como existencia inmóvil sino libre.

Y no sólo la palabra se opone al silencio, sino también al bullicio, el otro lugar donde se pierde o se disuelve la palabra. Si el silencio calla a la palabra, el bullicio la disuelve. En el bullicio nadie escucha nada, ni nadie escucha a nadie; no hay libertad porque tampoco hay diálogo. Por eso, contra el bullicio invento la palabra, encuentro a la palabra y ella me encuentra, me inventa. La palabra produce libertad, me libera del silencio y del bullicio, de la nada y del ruido, que es el otro nombre de la nada, cuando impera no la voz, o las voces, sino los gritos, el aturdimiento.

Caminando por los poemas me encuentro este, dedicado a Laura Elena:

Nombras el árbol, niña.

Y el árbol crece, sin moverse,

alto deslumbramiento,

hasta volvernos verde la mirada. (Paz, 2006: 46).

Este primer párrafo me evoca el árbol, el árbol de la vida y la vida que es más amplia que mi existencia personal. Árbol que es fijeza porque sin moverse, siempre en su raíz, se eleva, crece, hunde sus raíces y extiende sus ramas hacia el cielo, la esperanza, y el color de la esperanza es el verde: hasta volvernos verde la mirada.

Y continúa el poema:

Nombras el cielo, niña.

Y las nubes pelean con el viento

y el espacio se vuelve

un transparente campo de batalla.

Si el árbol era estar en la tierra, el cielo y las nubes significan mirar hacia arriba, hacia lo alto, el aire también es un símbolo de la libertad. Es como volar. Mirar las nubes y sus diversas formas, ellas son verdaderamente libres escribe en algún lugar Pacheco. Aquí, las nubes pelean con el viento y tenemos un espectáculo donde se libra una gran batalla: la de las imágenes, porque las nubes proyectan las imágenes, las que ya llevábamos dentro.

Nombras el agua, niña.

Y el agua brota, no sé dónde,

brilla en las hojas, habla entre las piedras

y en húmedos vapores nos convierte.

El agua es otro de los elementos que designan libertad y vida, vida sobre todo, lugar donde brota la vida y donde se mantiene, donde se da la vida. Toda la vida proviene del agua y la vida está llena de agua, en las hojas, las hojas que bien podemos ser cada uno de nosotros, que brotan, nacen, reverdecen, y caen, se secan. Aquí está el binomio analogía-ironía, unidad y desintegración, vida y muerte, ser y no-ser, realidad e ilusión, realidad-ficción. Por eso, a final, en húmedos vapores nos convierte.

No dices nada, niña.

Y en su cresta nos alza

la marea del sol y nos devuelve,

en el centro del día, a ser nosotros.

El silencio de la niña hace que el sol, el fuego, pero también la inteligencia, el fuego de la inteligencia, nos alce y nos devuelva al centro del día, es decir, de la existencia, a ser nosotros. La inteligencia, el fuego, nos distingue, nos eleva pero nos aterriza, justamente para estar erguidos, como el árbol, con los pies en el suelo, en la tierra, y el alma apuntando a lo alto, hacia el cielo, hacia las nubes.

Así pues, el poema de Paz canta a la libertad, al amor; un poema que, como Paz dijo reiteradas veces, es, como todo poema, conciencia, canto, cuento, juego, ceremonia.

Referencia bibliográfica:

Paz, Octavio (2006): Obras completas, 11. Obra poética 1 (1935-1970), Edición del Autor, Círculo de lectores (Barcelona, 1996), Fondo de Cultura Económica (México, 2ª. ed. 1997), 4ta. Reimpresión, 588pp.

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Fidencio Aguilar Víquez

Es Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana. Autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).