UAP: Una historia sepultada

  • Joshue Uriel Figueroa
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El 20 de febrero de 1973 fue asesinado el estudiante Josafat Tenorio Pacheco a quien ahora pocos recuerdan (porque ninguna preparatoria lleva su nombre), eliminado de la faz del planeta por sus ideas en apoyo a la reforma universitaria en defensa de la educación laica, pública y gratuita es ahora un mártir olvidado a diferencia de Alfonso Calderón, E. Cabrera ó Joel Arriaga. Pero además de haber arrinconado a Tenorio Pacheco en el baúl del olvido, se a sepultado la historia universitaria, la importancia de su carácter social, la naturaleza de  sus convicciones y su elemental participación en la lucha por la democracia. En la actualidad el estudiante no percibe a la máxima casa de estudios como su hogar, no pertenece a ella sino a través de una matrícula, la identidad  de la UAP se sustenta en el consumo de la BUAP y no en su construcción colectiva y creativa. La universidad hoy, es más bien una estancia de paso por la cual formamos una patente de sujetos-objetos listos para el mísero “mercado laboral”. Mientras el sueño color de rosa transcurre en los pasillos de las facultades, el mundo se desgaja en pedazos: pobreza, desempleo, inseguridad y todos los problemas que ya conocemos. Resulta entonces difícil interpretar la realidad, el estudiante absorto en la teoría, en su productividad académica y acumulación de “sabiduría” deja a un lado la solidaridad, la sensibilidad y la reflexión humanista para dar pauta al individualismo cínico.

Tener universitarios sin historia es crear seres humanos incapaces de actuar por su historia.

Con todo ello no quiero decir que la universidad vuelva a los tiempos del dogma del Partido Comunista Mexicano sino la necesidad de vincular todos esos años de reforma universitaria (1961 - 1973) con nuestros días. En base a lo anterior, me parece imprescindible contextualizar el significado de la lucha universitaria.

En primer lugar el avilacamachismo (1937-1987), régimen político que perduro durante cerca de cincuenta años en el Estado de Puebla, gracias al  poder local del Cacique  Maximino Ávila Camacho; limitó la libertad política al grado de sumirla en el corporativismo, la represión, el chantaje, la manipulación. En segundo lugar lo que hoy conocemos como BUAP en otros tiempo era  el Colegio del Estado y fue el propio Maximino quien le atribuyo el nombre de Universidad, pero no la autonomía, el gobernador nombraba al rector ¿pueden imaginarlo? En fin, Ávila Camacho tenía bajo el autoritarismo al estado de Puebla. Sin embargo, en la universidad se desarrollaban dualidades mortales reteniendo la influencia del régimen sobre los universitarios. Por un lado el atraso científico y humanístico propiciado por grupos de elites ultracatólicos y conservadores. Y por el otro las actividades de masones y comunistas quienes visualizaban un mundo con mas libertades. El semillero de posiciones antagónicas creó un ambiente de violencia dentro y fuera de la máxima casa de estudios. Los FUAS contra los Carolos, los primeros formarán la UPAEP y el Yunque, los segundos se quedan con la UAP,  el saldo en muertos y heridos es una constante en la memoria de quienes vivieron dicho proceso.

Después de muchas movilizaciones y confrontaciones entre los grupos mencionados, los universitarios de los dos bandos logran expresar varias demandas de los distintos grupos sociales. Tan amplia fue la cobertura del movimiento estudiantil y la desestabilización política ocasionada por el mismo, que en doce años hubo seis gobernadores (1963-1975) partiendo de Antonio Nava Castillo, Aarón Merino Fernández, Rafael Moreno Valle, Mario Mellado García, Gonzalo Bautista O'Farril y Guillermo Morales Blumenkron. Todos tuvieron que enfrentar las manifestaciones estudiantiles. El gobernador que perdió la cordura y reprimió salvajemente a los estudiantes en el carolino fue Bautista O´Farril quien fue destituido por tal acto, al mismo tiempo se comenzaba  la etapa del declive avilacamachista y una apertura del sistema político, producto de la inserción de las exigencias estudiantiles y de distintos sectores de la población  que levantaron consignas durante muchos años en pro de una vida mejor, y tal vez sin saberlo, en pro de una nueva forma de hacer política.

En conclusión, conocer y entender  nuestro pasado es sin duda reconocernos dentro de una historia inacabada. Es decir; la BUAP no siempre fue lo que hoy, ha cambiado de manera sustantiva al igual que el sistema político poblano donde la participación de nuestra máxima casa de estudios jugó un papel clave en la transformación de nuestra realidad social, política y cultural.

Cabe recordar a Maria Fioro cuando dice “(El estudiante)  en la medida en que se percibe  testigo de su historia, su conciencia se hace reflexivamente más responsable de esa historia”. Por lo que necesitamos imperantemente en nuestra BUAP la recuperación  y reivindicación de su significado en el tiempo, la conciencia y su espacio científico-social.

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Joshue Uriel Figueroa

Politólogo y abogado con estudios de Maestría en Políticas Públicas y Género (FLACSO). Fue Consejero Universitario en la BUAP. Activista por los derechos humanos. Se ha desempeñado como asesor en el INE y en la Cámara de Diputados. Desde el 2019 es titular del Programa Becas Benito Juárez en Puebla.