Béisbol y Política. ¿El fracaso de uno es fracaso del otro?

  • Luis Ángel Argüelles
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El fracaso reciente de los cubanos en la Serie de Caribe del 2014 es objeto de comentarios en La Habana (y en otras partes del mundo). Ellos quedaron en último lugar.  Los que fundaron   la Serie del Caribe hace ya varias décadas  eran los máximos ganadores en esta justa deportiva hasta que dejaron de participar  a principios del triunfo de la  Revolución Cubana (1961). El hecho de alejarse por más de 50 años tiene sus consecuencias. Querámoslo o no, las ligas de beisbol norteamericanas son una especie de universidades y los que no llegan allí se quedan en un nivel inferior.

 En los regímenes  socialistas se plantea que los triunfos deportivos son también triunfos políticos, pues revelan la fuerza o pujanza de esas sociedades.  Siguiendo ese tipo de argumentación, habría que decir que los fracasos deportivos representan también reveses políticos. No soy analista deportivo (acaso si lo fuera tendría otras razones más para argumentar), pero como simple aficionado al llamado “Rey de los Deportes” puedo esbozar algunas razones de este fracaso cubano. Al menos, preciso cuatro de ellas.

La primera, como ya se esbozó, el alejamiento de esas justas deportivas impidió que hubiera el fogueo o entrenamiento necesario que tanto necesita cualquier actividad deportiva, máxime si son deportes colectivos.

La segunda, la prohibición de que los peloteros cubanos pudieran viajar para   jugar en los Estados Unidos (antes de la Revolución, los mejores peloteros cubanos jugaban en el país norteño y también en la isla, como lo hacen los peloteros de cualquier parte del mundo). 

La tercera, la no contratación de peloteros de otros países en los equipos deportivos cubanos, lo cual le resta fuerza a la competencia isleña.  Todos los países (excepto Cuba) que participaron en la reciente finalizada Serie del Caribe tenían en sus nóminas a extranjeros (especialmente norteamericanos) que resultaron claves en los triunfos de esas novenas.  El caso de México (el país ganador)  resulta paradigmático.  

La cuarta, y la más lamentable,  la fuga de peloteros cubanos (especialmente buenos pitchers o lanzadores y bateadores de largo poder) a otros partes del mundo (en particular, a los Estados Unidos), lo cual le resta enorme fuerza a los equipos cubanos. Me pregunto: ¿qué hubiera pasado si los peloteros cubanos que actualmente juegan en territorio norteamericano se hubieran unido a sus compatriotas de la isla?

Los nuevos cambios en la política deportiva cubana (autorización a participar en la Serie del Caribe) representan un indudable avance. Pero dicho avance requiere de otros cambios para que Cuba vuelva a ser otra vez competitiva  a nivel mundial. No hay mejor maestro que el fracaso. Y cuando un fracaso no es suficiente, dos fracasos (y así sucesivamente). Para concluir, sólo quisiera recordar aquel viejo adagio que postula que   “el tiempo se venga con crueldad de las cosas que se hacen sin su colaboración”

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