Robert Dahl

  • Víctor Reynoso

El día 5 de este mes murió Robert Dahl, uno de los más importantes politólogos norteamericanos, creador, o recreador, el término poliarquía. A pesar de la importancia del autor y de los temas que trató, y de que su obra sobre democracia coincidió con las democratizaciones de la Tercera Ola, su influencia en América Latina y en México parece haber sido menor, secundaria.

La obra de este político, orgulloso de su descendencia de vikingos, en los cuales analizó formas de vida democrática, no fue utilizada prioritariamente para pensar las transiciones a la democracia en América Latina, ni la consolidación de estos regímenes, o su calidad democrática. Si bien no hay politólogo latinoamericano que desconozca el nombre de Dahl y el de al menos dos o tres de sus libros, son pocos los que han usado sus teorías para analizar los procesos políticos en nuestros países.

Las explicaciones pueden ser varias. Puede ser que no hayamos puesto suficiente atención en su obra, que la hemos leído mal. Puede ser que sus reflexiones estaban demasiado centradas en su país, Estados Unidos, por lo que dice poco a lectores ajenos, que vivían problemas políticos distintos a los estadounidenses. También puede deberse a que su estilo no sea suficientemente claro o atractivo como el de otros autores. O a que hay algunas ambigüedades en su obra que desalientan al lector.

Tal parece ser el caso de su concepto más conocido, poliarquía. En algunos de sus libros la presenta como sinónimo de la democracia moderna, la democracia representativa que da derechos de ciudadanía a prácticamente todos los adultos. Pero en otras obras la poliarquía es  algo menos que la democracia, la condición necesaria pero no suficiente para ésta.

Esta falta de claridad ha dado poca fortuna al término. El concepto de poliarquía no parece haber trascendido a su autor. No parece  habernos aportado algo importante para pensar primero nuestras transiciones a la democracia, luego los intentos de consolidar este sistema, y después el interés en reflexionar nuestras insatisfacciones con los conceptos de democracias deficitarias y democracias de calidad.

La teoría de Dahl puede considerarse como parte de la corriente principal en las teorías democráticas. En su libro La democracia, Una guía para los ciudadanos, publicado en español en 1999, habla de democracia poliárquica para referirse a las democracias representativas modernas, y señala seis rasgos de la misma, comunes prácticamente a todas las teorías democráticas liberales: cargos públicos electos; elecciones libres, imparciales y frecuentes; libertad de expresión; acceso a fuentes alternativas de información; autonomía de las asociaciones y ciudadanía inclusiva.

Los seis rasgos describen a las democracias del norte del Atlántico, tanto europeas como norteamericanas. Distinguen a estos regímenes de las democracias anteriores, como la griega o la romana (y la vikinga, recuperando el aporte de Dahl), incluso de las democracias censitarias europeas antes de la Primera Guerra Mundial, que excluían a las mujeres de los derechos de ciudadanía política. Y las distinguen claramente de los que fueron los regímenes adversarios de las democracias liberales, los sistemas soviéticos.

Como en otros casos, la muerte del autor atraerá una atención temporal sobre su obra. Ahí quizá podamos ver si lo hemos leído mal, sí una relectura o una lectura más atenta nos permitirá apreciar su obra y ver mejor nuestra realidad a partir de ella. O si sus textos añaden poco o nada a los de otros autores cuya obra ha dado más luz sobre las democracias latinoamericanas.

Profesor investigador de la UDLAP

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.