“Una revolución en perspectiva (I)…”

  • Juan de Dios Andrade
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Se ha escrito mucho sobre la Revolución mexicana y no se puede ignorar la enorme fascinación que ha ejercido más allá de nuestras fronteras. Los ángulos desde los cuales se le puede observar son tantos y tan  variados, que se tiene la impresión de que nunca se agotará. De suyo es una percepción falsa porque, al margen de que sobre ciertos temas se pueden hallar nuevas cosas, todo acontecimiento es muy complejo como para poder abarcarlo de una sola vez y, andando el tiempo, puede ir generando diversos efectos que dan la imagen de inagotable…

La Revolución mexicana puede analizarse desde el contexto de las graves injusticias que sobrevinieron tanto con el gobierno de Benito Juárez como el de Porfirio Díaz. Sí, leyeron bien, porque el sistema imperante durante la época del segundo, el de las imponentes haciendas que redujeron a los campesinos a una especie de esclavitud de facto, fue instalado durante la era juarista…

Es fascinante investigar los movimientos que fundaron, bajo el influjo de un extranjero, una singular sociedad secreta que antes que Madero se propuso hacer la revolución y algunos de sus miembros se sumaron a la gesta de 1910. Sin embargo, ninguna de las sociedades secretas de entonces pudo controlar lo que ocurrió. Esto lo digo por los que sienten afecto por ver la historia como el resultado de la acción de grupos que se amparan en lo más oscuro de los secretos…

“La otra cara de la Modernidad…”

Desde mediados del siglo XIX, la Modernidad registraba una serie de tendencias que eran francamente contradictorias, aunque tenían cierta lógica dentro de la misma. Conforme el mundo avanzó hacia el final del siglo, las exposiciones universales parecían indicar que el sueño moderno se estaba haciendo realidad y más bien las grandes potencias se disputaban la vanguardia. Los inventos eran causa de asombros y cada país buscaba organizar la mejor exposición de todas…

Las locuras y excesos de la Revolución francesa parecían muy lejanos y se veía cerca el umbral de una nueva etapa en la cual la razón y la técnica traerían el tan anhelado “paraíso terrenal” que se había perdido. Pero igualmente era una ilusión. Como lo han demostrado los especialistas, a la par se vivía una acelerada carrera por el desarrollo de armamento y los problemas sociales eran tan agudos que los papas no dejaron de prestarle atención, destacando la visión de León XIII al emitir la primera encíclica social, que no el primer documento de esa naturaleza, que a la vez fue el primer programa de orientación para intentar su pronta solución. La Revolución francesa había evidenciado una contradicción entre dos vías modernas: la razón y la revolución. Recurrir a la violencia echaba por tierra la tesis de que la sociedad perfecta sería el resultado de la acción racional y las dos guerras mundiales se encargaron de despertar al mundo de su sueño y la realidad se tornó una pesadilla…

Mientras el siglo XX fondeaba en el horizonte del futuro, comenzaron los desacuerdos en el seno de los sectores liberales que, de la euforia total del liberalismo revolucionario triunfante, habían pasado a una serie de desacuerdos porque los jóvenes entre sus filas veían miseria y opresión a su alrededor. Pronto, vieron en el anarquismo una salida a la trampa en la que se encontraban…

Las tendencias ácratas pronto se cruzaron en el camino con aquellos que estaban convencidos de que era posible comunicarse con los muertos y entre sus inquietudes estaban los deseos de “consultar” con los liberales del principio para recibir sus “luces” en medio de las llamadas “sesiones espíritas”, términos de moda para designar a los espiritistas. No pasa inadvertida la clara participación de las mujeres tanto en los núcleos espiritistas como anarquistas, que veían en ellos una oportunidad para lograr lo que la Modernidad les había negado. Les recuerdo que los revolucionarios franceses decretaron “antinatural” la participación de ellas en la vida política, social, cultural y económica, y algunas no faltaron las que pagaron con su vida el intentarlo…

Hay una corriente que va de la Ilustración francesa a Kant que niega en la mujer toda capacidad de pensamientos abstractos y, en el mejor de los casos, sólo les reconoce el poseer buenos sentimientos. En paralelo, estuvieron Schopenhauer y Nietzsche que hasta eso les arrebataron, concibiéndolas como entes malignos a los que los varones debían someter mediante la violencia. Es difícil entender que, en pleno siglo XXI, haya mujeres que sientan admiración por la obra sobre todo de los dos últimos…

Este fue el mundo en que creció Francisco I. Madero y por el cual sintió atracción y rechazo a la vez. Provenía de una de las familias centrales del porfiriato y no podía cerrar los ojos ante tantas injusticias. Pero su caso no fue el único. El siglo XIX terminó y empezó el XX con un profundo desacuerdo entre los jóvenes liberales mexicanos y los de viejo cuño. Una rápida revisión de las publicaciones liberales de la época nos enseña que las críticas de esos integrantes nóveles iba subiendo de tono. Quizá fue la pertenencia a las familias de abolengo o a los grupos políticos importantes, lo que salvó a varios de ellos de la reacción violenta del Dictador que, en otros casos, no le temblaba la mano para despacharse a cualquiera…

“Entre Benito y Arjuna…”

Madero viajó fuera de México y se adentró cada vez más en las corrientes anarquistas y espiritistas. Eran los tiempos en que las sociedades “avanzadas” abrevaban en toda clase de ideas, aun las más descabelladas y decía que tenía su lógica porque finalmente tanto el espiritismo como la magia buscan comunicarse con el ámbito sobrenatural o lograr determinados efectos utilizando una “técnica”. Por eso es que encajaron muy bien en el medio moderno que se apoyaba en la racionalidad tecno-científica…

En México, el desarrollo de los enclaves ácratas se mezcló tanto con el de los grupos espiritistas que por momentos cuesta trabajo diferenciarlos y como es lógico suponer, también se sumaron buena parte de los liberales descontentos. De un lado, se ostentaban como muy racionales y tildaban a la Iglesia Católica de charlatana y del otro, practicaban toda clase de supercherías. Madero no fue ajeno a lo anterior…

Madero no tardó en comenzar a escribir las “enseñanzas” que presuntamente le dictaba Benito Juárez desde el más allá y quiso publicarlas bajo el nombre de don Benito. Sus allegados se encargaron de convencerle de no cometer semejante disparate y, finalmente, el escrito Salió con el título “La sucesión presidencial de 1910”, seguido de la identidad del verdadero autor. Quizá si Madero hubiese seguido adelante con su idea de firmarlo como Benito Juárez, la gente se habría burlado de él y la Revolución no existiría en nuestros libros de historia…

Pero no crean que Madero se hizo espiritista viajando por el mundo. No, él mismo reconoció que vino del lado de su padre y fue en su propia casa donde empezó a leer al respecto. Para ese momento sus creencias cristianas eran solo un recuerdo. Asimismo, se interesó en el hinduismo, que también estaba presente en el movimiento ácrata y espiritista. Fue precisamente la creencia en la reencarnación lo que le llevó a concluir que Benito Juárez y el mítico príncipe Arjuna, del que habla el Baghavad Gita, coexistían en él de alguna manera y que el propio Madero sería sacrificado. La Revolución mexicana estaba en marcha…

(Segunda parte: próximo lunes, los jueves seguirá saliendo el análisis político)…

Hasta entonces…

Comentarios: confinespoliticos@yahoo.com

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Juan de Dios Andrade

Politólogo. Analista político y asesor. Especializado en historia y política mexicana, geopolítica y geoestrategia, Historia de las ideas políticas, teoría política y análisis de escenarios. Autor de la columna Confines Políticos