Educación superior para ensanchar la mente y el corazón

  • Juan Martín López Calva
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“Uno de los defectos de la educación superior moderna es que hace demasiado énfasis en el aprendizaje de ciertas especialidades, y demasiado poco en un ensanchamiento de la mente y el corazón por medio de un análisis imparcial del mundo”.

Bertrand Russell.

“El mundo tiene problemas complejos -que no es lo mismo que complicados- pero la universidad tiene departamentos” le escuché decir una vez a Nicanor Urzúa, prestigiado académico español contemporáneo.

Se refería a la profunda inconsistencia entre universidad y realidad dada la hiperespecialización del conocimiento universitario y la necesidad urgente de visiones interdisciplinares y transdisciplinares para comprender los fenómenos del mundo en que vivimos.

El pensador contemporáneo Edgar Morin ha dedicado la mayor parte de su obra a plantear esta necesidad de un ensanchamiento de la mente para abordar con mayor pertinencia los problemas de la naturaleza y de la sociedad, dando testimonio personal de esta visión que trasciende las fronteras disciplinares, cuestiona la especialización cerrada de las ciencias y presenta perspectivas complejas para el abordaje de los objetos de estudio que hoy se nos presentan.

Pero las universidades siguen preparando profesionales con mentes estrechas, con visiones encerradas en sus respectivas disciplinas e incapaces de abrirse a la escucha atenta y la comprensión inteligente de lo que otros campos del saber pueden aportarles. No solamente eso, la especialización está en el corazón mismo de cada disciplina cerrada que va creando subdisciplinas también cerradas entre sí con lo que al interior de una misma profesión se van construyendo mundos autónomos e incapaces de comunicarse.

Esta es la parte de la mente. En el terreno del corazón tenemos en la cultura universitaria el enorme peso histórico de la tradición que nos legó la modernidad con su visión distorsionada de la objetividad y del conocimiento que plantean la necesidad de cerrar el corazón en el conocimiento y su aplicación práctica porque el corazón es subjetivo, nubla la razón, sesga el proceso de búsqueda de verdades científicas y hace tomar decisiones poco eficientes en términos profesionales.

Sin embargo la muchas veces incomprendida y satanizada posmodernidad ha hecho una crítica feroz del racionalismo moderno y ha mostrado el nivel de deshumanización que conlleva una visión científica cerrada a la afectividad y a la visión humana de los fenómenos más allá de lo medible y demostrable con datos duros.

Por su parte, autores que han estudiado el proceso de conocimiento desde una visión más completa y compleja como el mismo Morin y el filósofo canadiense Bernard Lonergan entre otros, han demostrado la imposibilidad de desligar el conocimiento de la afectividad y la moralidad, la inutilidad de la pretensión moderna de separar la mente del corazón.

El conocimiento implica al sujeto que conoce y el sujeto que conoce pone siempre en juego el corazón cuando investiga, reflexiona y afirma la realidad así como el corazón no se puede desligar del conocimiento y se guía siempre por aquello que la mente sabe previamente, de manera que el sujeto que valora y decide pone siempre en juego la razón al hacerlo.

Pero si la universidad impide o al menos no estimula suficientemente el ensanchamiento de la mente debido a la excesiva especialización, también es poco propicia para desarrollar el corazón humano porque está impregnada todavía –a pesar de los discursos de formación integral tan de moda- de la visión racionalista que equipara conocer objetivamente con dejar de lado los sentimientos y la valoración. La visión distorsionada del conocimiento y la objetividad, dice Morin, separó irremediablemente el juicio de hecho del juicio de valor.

En efecto, los planes de estudio y los métodos y técnicas de enseñanza-aprendizaje en muchas universidades siguen centrados en contenidos especializados a aprender, dejando de lado muchas veces el trabajo que facilita los procesos de desarrollo de la capacidad de buscar el estatuto de verdad y de valor de los problemas complejos que se enfrentan en la práctica de la profesión.

La universidad actual sigue llamada a superar este defecto que señala Bertrand Russell y a promover en sus estudiantes el análisis imparcial del mundo que los lleve progresivamente a ensanchar su mente y su corazón para comprenderlo y transformarlo.   

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).