Hegel en el trópico

  • Víctor Reynoso

Muy probablemente coincidan quienes hace unos años hablaban de “Estado fallido” en México y quienes hoy rechazan el fin del monopolio de la propiedad estatal de la producción del petróleo y sus derivados. Una contraposición significativa: por un lado se dice que el Estado no es tal, y por otro que debe ser el único propietario de los medios de producción de energía.

Las críticas más visibles contra la reforma energética propuesta por el Ejecutivo van en el sentido de proteger ese monopolio estatal. Parecen expresar una versión tropical de la distinción hegeliana: mientras el Estado es la encarnación de la razón, la sociedad lo es de los intereses privados egoístas, de los individuos y las empresas, que ven solo para sí mismos.

El problema de esa idea es que no es cierta. La propiedad estatal de PEMEX no ha favorecido a la nación como debiera. Sí lo ha hecho, de forma desmedida, a un grupo de líderes sindicales, a algunos funcionarios, a contratistas privilegiados. Y hay empresas privadas que producen bienes públicos. Pero los críticos parecen incapaces de analizar la realidad concreta. Se quedan en el imaginario hegeliano.

Curiosamente, no parece haber propuestas en el sentido contrario: que empresas donde hay competencia entre privados se estaticen. Hasta ridículo suena pedir la estatización de los supermercados, la industria automotriz, bancos, editoriales, medios de comunicación, constructoras, empresas telefónicas. En todos estos ámbitos habrá que conceder que lo ideal es que haya distintas opciones, que se pueda elegir entre ellas, que ante un mal servicio optemos por otro proveedor.

Lo que no implica que la función del Estado deje de existir. No hay mercado eficiente sin Estado eficiente. Sin la garantía de que los contratos legales, expresos o tácitos, se cumplirán o de lo contrario habrá una sanción. No hay un dilema entre mercado y Estado: necesitamos más de los dos, siempre en función del interés público.

Por supuesto que puede haber privatizaciones perversas. Pasar de un monopolio estatal a uno privado sería un retroceso. Pero no parece haber razones para mantener el monopolio en el petróleo y la electricidad que actualmente existe en México. No lo hay en ningún otro país. Ni siquiera en Corea del Norte y Cuba, piezas arqueológicas del estatismo radical, la energía es monopolio estatal. Solo en México.

¿Por qué razones? Al parecer por lo que queda de la narrativa del nacionalismo revolucionario. Una ideología bien asentada en la sociedad mexicana, que le ha dado la espalda a la realidad nacional y mundial. La propiedad estatal de la industria petrolera parece un símbolo de lo es positivo para el país que se sobrepone a toda evidencia o argumento.

Recientemente Carlos Elizondo recordó una frase que se atribuye a Rockefeller: “El mejor negocio del mundo es una empresa petrolera bien manejada. El segundo mejor, una empresa petrolera mal manejada.” PEMEX tiene números negros, pero sería insólito que perdiera dinero (como sí lo pierde, y tiene que ser subsidiada, el monopolio de la electricidad). La apuesta del cambio, el sacar al país de una excepcionalidad única en el mundo es una mayor eficiencia que se traducirá en bienes para el país. Si las cosas se hacen bien.

Quienes llaman a un referéndum sobre este tema conocen bien los resultados de las encuestas: la mayoría de los mexicanos están a favor del monopolio estatal. En parte es que los reformadores no han sabido presentar bien sus argumentos. Pero no en todos los casos es sensato que las mayorías legislen. Si no, en lugar de congresos habría un Instituto Nacional de Referéndums. Hay saberes técnicos y políticos ajenos a las mayorías. Hay mitos impermeables a los argumentos.

Profesor investigador de la UDLAP

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.