La maldición del Mesón del Cristo

  • Raúl Torres Salmerón

El Mesón del Cristo, edificio construido para que los españoles provenientes del puerto de la Villa Rica de la Vera Cruz, pudieran descansar a la mitad del largo viaje a la capital del virreinato de la Nueva España, tiene una historia negra.

La población, llamada la Puebla de los Ángeles, fue escogida por el Real Oidor Juan de Salmerón, quien con ayuda de los frailes franciscanos escogió el Valle de Cuatlaxcoapan (donde cambian de piel las víboras) situado a unas 22 leguas de la ciudad de México.

La Puebla llegó con el tiempo a ser tan importante como la ciudad capital, tanto que los visitantes españoles necesitaban un buen lugar descanso y fue donde los mesones adquirieron importancia.

Además de las casas de adobe, se erigió el primer mesón que fue llamado “el del Cristo”, propiedad de Alfonso Zamora, construcción pobre y humilde.

Pero, el eterno pero, la leyenda negra de la maldición empieza desde su creación. En la posada vivía don Fernando de Aguilar, militar de Granada. Cortejó a la hija del mesonero María. Ahí, Salmerón y Fray Toribio de Benavente Motolinia, hicieron los planos de la nueva ciudad y le explicaron al mesonero que el lugar fuese digno de los visitantes extranjeros.

Una noche, en la plática, María entró con cara de espanto y observó en el campo una figura femenina envuelta en un lienzo que lanzaba gemidos desgarradores.

Motolinia se quitó un crucifijo que poseía y se lo regaló a María al tiempo de decirle: “Este Cristo podrá liberarte desde hoy de espantos y maleficios”.

Don Fernando alcanza al supuesto espectro. Era una mujer indígena, Zitlali,  de la cual se enamora. María un día lo sigue y descubre el amor de ambos. Enojada por su presencia, Zitlali le clava el puñal de Fernando a María. El capitán lleva a María al Mesón pero los indios por orden de Zitlali les dan muerte a ambos y los entierran en una honda sepultura.

La posada crece en tamaño y un día descubren enterrados restos humanos, identificados por las armas de Fernando y el crucifijo de bronce. Por eso se le llamó así: Del Cristo, y también empezó la maldición y la leyenda.

Cuentan que a lo largo de su historia, viajeros murieron en extrañas condiciones y otros enfermaban, lo que era común en esa época.

APARICIONES Y GRITOS

A través del tiempo, se habla de apariciones, espectros, gritos, ruidos y espantos. En el año 1647 fue Convento de la Limpia Concepción, hubo personas que después lo compraron como los sevillanos Roncal y luego Bernardino Gómez. Vuelve en 1718 a ser Mesón y en  1734 al Convento de la Merced. Fue el hospital San Pedro y en 1885 es el hotel Universal, luego Hotel Juárez de 1903 a 1910, después Hotel Francés y Hotel Hidalgo de 1912 a 1913. En 1922 es el Hotel Nuevo.

Posteriormente llegó a manos de poblanos del interior y terminó siendo vecindad en las décadas de los 40  y 50 del siglo pasado. En todas las crónicas de la época se habla de enfermedades, muertes, situaciones de mala fortuna y quiebra de negocios.

Una versión en particular menciona que en la época de la colonia un día ingresaron 14 veces, 14 mulas cargadas de oro y objetos preciosos que fueron escondidos. Muchos de los que entraron salían en ocasiones en forma despavorida y contaban historias de terror poco creíbles.

Los últimos dueños, oriundos de Zacatlán, hablaban de personas que se aparecían en la noche cuando todo estaba cerrado. En ocasiones contrataron videntes, ex monjas con fama de milagrosas, magos, cartomancianas y todo tipo de adivinos para descubrir el tesoro y contrarrestar la maldición.

 La mayoría, coincidió en que vieron y hablaron con un fantasma español vestido a la antigua, que los corría del edificio con tremendas amenazas.

Estuvo varios años abandonado y pervivía la leyenda de tesoros escondidos, siempre buscados, nunca encontrados. Era común en los años de 1960 a 1980 que furtivamente entraban por las noches, todo tipo de personas armados de lámparas, zapapicos y palas. Todos buscaban tesoros.

Los últimos dueños, quienes por cierto murieron de manera rápida por enfermedad, se apellidaban Rodríguez. La mayor, Carolina, originaria de Zacatlán, llegaba a Puebla a cobrar las rentas solo de los locales comerciales que daban a la 8 Oriente, pues el interior que contaba con muchas habitaciones se encontraban ya destrozadas por el paso del tiempo.

Por ese año, 1983, correspondió al Secretario de Finanzas del gobierno del estado, Jorge Murad,  comprar el edificio para uso del gobierno y como medida de rescate de una de las primeras edificaciones de la ciudad de Puebla. Como de costumbre la falta de recursos en el gobierno impidió la restauración del inmueble.

Y es aquí donde comienza a tomar forma, por estar documentado este asunto. El principal adquirente, Jorge Murad falleció en trágico accidente de tránsito en 1986 cuando despachaba como alcalde de Puebla.

EL HERALDO EN EL MESÓN

El edificio en ruinas, por el paso del tiempo y de las invasiones de los aventureros en busca de los tesoros, fue rescatado en 1990 por el gobierno del estado a cargo del gobernador Mariano Piña Olaya, quien a la postre la historia lo considera uno de los peores gobernadores de Puebla. El último año de ejercicio terminó sin dar lectura al sexto informe en medio de manifestaciones de señoras vestidas de negro y cacerolazos.

En 1991, todavía en el sexenio piñaolayista ceden en un contrato de comodato la casona por 25 años al periódico El Heraldo de México en Puebla, los dueños del diario --la familia Alarcón--,  invirtió decenas de millones de pesos en la restauración y solo rescata un 10 por ciento del edificio que habilita para oficinas.

Cuentan los asistentes a la cena de inauguración del edificio renovado, que instantes después de salir la comitiva principal encabezada por Mariano Piña, una almena cayó sobre la mesa principal, donde momentos antes se encontraba el gobernador. No hubo daños que lamentar.  

La maldición siguió: los Alarcón vendieron El Heraldo de México y el de Puebla al periodista José Gutiérrez Vivó, quien lo transformó en Monitor. Ambas familias han tenido una serie de tropiezos familiares y económicos desde esas fechas y perdieron el diario.

Los directores del diario El Heraldo de Puebla han tenido problemas. Uno perdió dinero, otros sus otros empleos como noticieros de radio; uno más enfermó de consideración.

Ricardo Henaine, quien compró El Heraldo de Puebla con todo y comodato, perdió jurídicamente ante el gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas, el edificio de la 8 Oriente, además del predio de Valle Fantástico y el aeropuerto Hermanos Serdán, sin contar su mala suerte con el equipo de futbol Puebla.

El periodista Eladio Alvarado perdió los objetos valiosos del Museo que llevaba su nombre y que ocupaba parte del recinto. Desaparecieron valiosas fotos, colecciones de revistas del siglo XIX y XX, cámaras de fotografía antiguas, victrolas y discos antiguos. ¿Mala suerte para el periodismo poblano?

El gobierno morenovallista recuperó El Mesón del Cristo, se hizo la cesión de este edificio al entonces diputado Edgar Salomón Escorza, quien presidía el Congreso, como una donación del poder Ejecutivo al Legislativo.

Como mero dato informativo, Salomón Escorza perdió la elección como candidato a presidente municipal de San Martín Texmelucan el 7 de julio pasado, aún cuando era el favorito en las encuestas.

Hace unos días, en fastuosa ceremonia luego de un gasto poco claro de más de 10 millones de pesos el Mesón del Cristo fue reinaugurado como sede alterna del Congreso del Estado.

¿ES UNA MALDICIÓN?

Las preguntas saltan a la vista: ¿La maldición alcanzará al gobernador como principal ejecutor de la desocupación del mesón? ¿Álvaro Cabalán Macari tendrá la responsabilidad correspondiente, por su trabajo de recuperación del inmueble como Secretario de Administración? ¿Pese al poco tiempo en que lo ocupen, alcanzará a los diputados de la LVIII Legislatura en sus últimos meses de gestión? ¿Al entrar en funciones la próxima legislatura en 2014, cuál será su futuro?  

Por vía de mientras, nadie se explica algo que sucedió en la ceremonia de inauguración cuando se develaba el mural correspondiente. De un lado, sin problemas, jaló el cordón de la cortina el diputado Mario Riestra y del otro el gobernador Rafael Moreno, quien no pudo abrir completamente la cortina porque se atoró.

¿Premonición? ¿Inicio de la maldición? Vaya usted a saber… Solo el tiempo nos dirá lo que suceda.

En fin, como escribió Eduardo Gómez Haro (Puebla, 1871-1938) al final de su largo poema La Calle del Mesón del Cristo:

Y, para dar testimonio

a los subsiguientes siglos

de aquel horrible suceso

que a los honrados vecinos

de la naciente ciudad

causó un espanto inaudito,

el mesón de Maese Diego,

edificado en un sitio

de la calle que después

de Mesones llevó el título,

hasta hace muy poco tiempo

se llamó Mesón del Cristo.

 

raultorress@hotmail.com

 

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Raúl Torres Salmerón

Abogado. Periodista. Ex Director de La Voz y El Sol de Puebla, El Heraldo y El Popular. Ex Director de Comunicación Social del Gobierno Estatal y en dos Gobiernos Municipales.