La calamidad y la esperanza

  • José Alarcón Hernández
.

“Los conflictos existen siempre;

no tratéis de evitarlos,

 sino de entenderlos”

Lin Yutang

José Alarcón Hernández

La humanidad, desde que habita la tierra, siempre ha caminado entre las calamidades y la esperanza.

Los diversos grupos humanos, en toda la historia han transitado entre la prosperidad y la desgracia, entre la paz y la guerra.

“El libro de los muertos”, es un testimonio fehaciente de estas dos características de pueblos y personas del mundo oriental.

El Antiguo Testamento, tiene múltiples páginas de las calamidades y las esperanzas.

El Popol Vuh de la cultura maya, también es otra prueba fehaciente de los dolores y los gozos de ese pueblo.

Los códices Borbónico, Boturini o Mendocino, también refieren penas y éxitos de los pueblos mexicas.

Una calamidad es un desastre, una desgracia, del latín calamitas: daño, golpe.

La esperanza “es la creencia de que es probable que se consiga lo que se desea”, del latín sperare, esperar, esto es, esperanza, prosperidad.

En fin.

La calamidad y la esperanza han sido consustanciales a la persona humana.

Hace unos días fue humillado el niño Manuel, Tzotzil, que vendía dulces y chicles allá en Tabasco.

Como ese hecho, en este país, se dan todos los días cientos de casos que muestran el abuso de autoridad y manifiestan la pobreza de millones de niños.

México enfrenta varias y verdaderas calamidades.

No hay suficiente inversión para la creación de millones de fuentes de trabajo.

No existe capacidad calificada de la fuerza de trabajo para estar en condiciones de producir bienes y servicios que compitan con ventaja en el mercado nacional y extranjero.

Se carece de mano de obra por la falta de preparación de los grupos en edad de producir y competir en el mercado.

El sistema educativo, en general, no es altamente calificado porque  no se tienen los recursos suficientes para atender correctamente a maestros y alumnos.

La  infraestructura deja mucho que desear.

La estructura hacendaria padece graves deficiencias, como la evasión y elusión fiscales. 

Muchos contribuyentes cumplen con sus obligaciones. Los más grandes eluden y evaden.

El presupuesto federal tiene su fuente principal de ingresos en la empresa estatal petrolera, que padece graves insuficiencias.

Por cierto, Estados Unidos ha perforado alrededor de 150 pozos y PEMEX apenas una decena. Así, pronto los americanos le dirán a México: ya no te compraré productos petrolíferos y entonces la empresa no tendrá recursos para ponerse al día.

Esta calamidad amenaza, sin considerar las pensiones y las jubilaciones que asechan la existencia de la compañía petrolera.

Algo similar ocurre con la Comisión Federal de Electricidad, con todo lo que sabemos de pensiones y jubilaciones, del robo de energía eléctrica, de la deficiencia en la producción de energía.

En fin, las calamidades envuelven a estas dos empresas estatales.

La corrupción y la impunidad son otras versiones de las mismas calamidades.

Así las llamadas reformas estructurales son una verdadera urgencia, principalmente la hacendaria y la energética.

El asunto es de vida o muerte. Falta poco para que el país este en terapia intensiva.

Hay otras muchas calamidades que anidan y crecen en la sociedad mexicana.

Hay necesidad de una revisión colectiva de la estructura económica y la supraestructura que conforman a esta nación.       

Aún es tiempo de aplicar los remedios, a pesar de que estemos cerca  del colapso colectivo.

Hay millones de desempleados, decenas de miles de estudiantes sin oportunidades en las escuelas.

Millones de familias sin médico ni medicinas.

Cerca de la mitad de la población sin suficiente comida en la mesa.

Existen miles de millones de personas en pobreza patrimonial.

Hay millones de personas sin oportunidades de toda clase.

La violencia corre como sangre envenenada por las venas.

Las calamidades amenazan la paz y la convivencia social.

Los integrantes de la sociedad ven crecer la individualidad y el egoísmo en vez de la solidaridad.

Frecuentemente las calamidades ganan la carrera a las esperanzas transformadoras.

Cada día nuestra sociedad se parece a la visión del profeta Amós, que escribió:

“Así dice Yavé:

Por tres pecados de Israel,

y por cuatro, no le doy perdón:

Porque venden al justo por dinero,

y al pobre por un par de sandalias;

Porque aplastan sobre el polvo de la tierra

la cabeza de los desvalidos,

y tuercen el camino de los humildes;

porque un hijo y su padre se llegan a la misma joven…,

porque sobre las ropas tomadas en prenda

se acuestan al lado de todo altar,

y en la casa de su dios beben el vino,

de aquellos a quienes han condenado”.

¡La esperanza nunca muere!.

Estimado lector tengo dos correos electrónicos a través de los cuales recibiré sus comentarios: vivereparvo45@yahoo.com.mx y/o vivereparvo45@hotmail.com

Opinion para Interiores: 

Anteriores

José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.