El PRI, partido testimonial en la política poblana

  • Guillermo Nares

Los resultados de las elecciones del pasado 7 de julio en el estado de Puebla, destruyeron el restaurado mito de la invencibilidad del priismo pos-transicional. Las pasadas elecciones presidenciales alimentaron la idea de su regreso imbatible. Partieron del supuesto de que la pasada ola presidencial aun no declinaba y sería suficiente para refrendar su condición ganadora. Y si ello no fuera suficiente, asomó por convicción cultural propia, el injerencismo presidencial como factor de triunfo de gubernaturas, diputaciones locales y presidencias municipales; mediáticamente corrieron el mensaje del regreso del PRI para llevarse carro completo en elecciones locales. Pésimo mensaje, peores los resultados.

El saldo no apunta a sostener el mito de la invencibilidad. Donde es gobierno el partido oficial, le ha costado sostener sus posiciones en congresos locales y  municipios. Los resultados sobrepasaron las expectativas del PAN y del PRD.

Después del shock de la derrota, la participación en la joya de la corona presidencial, artificio político del sexenio denominado “Pacto por México”, fue plataforma de oxígeno para ventilar e incluso incidir prematuramente sobre la disputa electoral por venir, mínimo que fuera más o menos equitativa y ordenada.

Para el PRI y los opositores lo relevante del pactismo fue mostrar su capacidad de diálogo y acuerdo. En esa tesitura, cuando menos discursivamente, fueron inhibidos los afanes injerencistas estatales e incluso federales. No ocurrió lo mismo en los escenarios locales. El comportamiento de los actores políticos del oficialismo presidencial priista provocó innumerables incidentes, la amenaza de elecciones locales bajo sospecha se hizo presente. Al final, a contrapelo de las inercias autoritarias de corte estatal, la oposición ganó importantes espacios, re- inaugurando una nueva etapa, nada más, ni nada menos: comenzó otra fase del proceso de alternancia política local a gran escala (puesto en una especie de suspensión durante los doce años de gobiernos panistas).

El poder ejecutivo federal en manos del panismo detuvo, e incluso inhibió, la tendencia de ascenso del PAN y del PRD en la conquista de gobiernos locales, justo donde el PRI encontró un nicho de oportunidad para regresar al ejecutivo federal, este último se fortaleció, no ocurrió lo mismo con el PAN y con el PRD. El primero se instaló en una zona de confort político y económico, el segundo igual, su apoltronamiento en el Distrito Federal (“república federal perredista”) no fue suficiente para extenderse en todo el país como opción partidaria. La instauración democrática quedó en vilo, hasta el 7 de julio del 2013.

Es innegable, el proceso de cambio (extenuante y tortuoso) tiene ya un epicentro político: el estado de Puebla. El caso poblano es paradigmático: el PRI fue borrado del mapa electoral.

El Revolucionario Institucional se ha convertido en un partido testimonial en el escenario poblano; en números absolutos conserva más de 100 municipios, solo el de Tehuacán es relevante, los demás tienen una importancia política, electoral y económica mediana. Y su bancada en el congreso conformará la primera minoría sin ninguna posibilidad de coaligarse para construir mayorías. Su papel será de convidado de piedra.

Justo en dos años de gobierno la fórmula política de naturaleza inclusiva y distributiva impulsada por el gobernador Moreno Valle consiguió lo que 12 años de gobierno federal panista no hicieron: minar las prácticas corporativas, clientelares y autoritarias de los gobiernos locales del PRI. La virtud política del actual ejecutivo es su afinado sentido de inclusión, en extremo valioso para escenarios como el nuestro, de largo autoritarismo. El gobernador ha trascendido, encabeza un liderazgo nacional.  

La fórmula aliancista conjuntó las posiciones más diversas en aras de una sola preocupación: consolidar en el estado de puebla el pluralismo político.

Es doble el mérito por su aporte a la vida democrática nacional: la sumatoria de voluntades de amplio calado no menoscabó el sistema de libertades políticas. Por vez primera el escenario pre-electoral, electoral y poselectoral no fue ocupado por una sola voz, una sola dirección, un solo sentido, un solo contenido, una sola verdad. El debate mediático, regular, bueno o malo, estuvo presente. Muy rápido, no sin sobresaltos,  ha ocurrido el trance entre la Puebla del barroquismo político de vena autoritaria a la Puebla plagada de imágenes políticas multicolores de naturaleza democrática.

Hay otra connotación, la de mayor relevancia estratégica: la fórmula aliancista se ha consolidado como vía electoral triunfadora. Su naturaleza amplia obliga a repensarla nacionalmente. El 8 de julio del 2013 ha iniciado sin duda, el largo camino opositor para disputar la presidencia de la República.

 

 

gnares301@hotmail.com

   

 

 

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior