Miseria de la izquierda

  • Joshue Uriel Figueroa

Dicen que cada sociedad tiene el gobierno que se merece, esto es una vil falacia pronunciada por los defensores de la llamada política real, políticos pragmáticos que [mal] entienden la teoría política y asumen su acción política en el “principio” de que el fin justifica los medios. Viene a colación la Ley de hierro de la oligarquía, según sus enunciados en todo organización existiría una fuerte oligarquía, es decir, a pesar de que los liderazgos políticos serían impulsados por las masas, los líderes se olvidarían y/o emanciparían del componente popular presente en sus organizaciones, tal es el caso de los partidos políticos.

Lo anterior viene a colación por la pobre producción de lo político que ha tenido que pasar nuestro estado angelopolitano, particularmente el sector capitalino. No tengo nada que reprocharle a la derecha, ya que históricamente en su seno han convivido viejas prácticas clientelistas y vicios producto del paternalismo y los cacicazgos político-económicos. El problema surge cuando ciertos personajes se asumen como personas de izquierda, que enarbolan las causas sociales y pugnan por transformación de la estructura política de nuestro territorio. Pero esto no es más que un simple producto, una mera mercancía, tal y como lo dijera Karl Marx hace siglo y medio, se nos somete al reino de lo superfluo, al fetichismo de la mercancía. Al ciudadano se le minimiza como un simple consumidor o comprador que tiene que escoger entre contadas opciones políticas, como si la política y la democracia se limitaran al simple ejercicio del voto. Qué pena de pensamiento y acción.

Este es el caso de dos “políticos” de nuestra entidad. En el primer caso me refiero a René Sánchez Juárez, Presidente de la Federación Revolucionaria Obrera Campesina (FROC); el segundo caso es el del miembro del Partido del Trabajo y candidato a la alcaldía de Puebla capital, Miguel Ángel Ceballos. Los dos personajes se hacen llamar como miembros de la izquierda, entes articuladores de un verdadero proyecto de transformación social, además de codearse con miembros de distintas épocas de la izquierda poblana. A los ojos de cualquier inocente político, ellos serían la reencarnación de los valores sociales y políticos que nos heredó el México revolucionario. Grave error.

El caso de René Sánchez Juárez se repite día a día en la alquimia electoral: el clásico líder sindical que al ver a su antiguo partido minimizado, recurre a un viejo aliado (Manuel Bartlett), se suma a la campaña de éste. Este es el momento en el que Sánchez Juárez se autodenomina hombre de izquierda, un ciudadano crítico de la realidad social. Pero ¡oh sorpresa!, el también politólogo se suma al equipo de campaña del ex rector de la BUAP, Enrique Agüera Ibáñez, un personaje que corporativizó la Universidad, que la mostró como una empresa en la cual todo se vende, hasta la dignidad, amasando una fortuna a expensas del erario universitario. El colmo del asunto es que en un artículo con fecha del 3 de junio y publicado en este portal, bajo el nombre de “Agüera, rumbo a la alternancia”, clama al académico como un defensor de las causas justas, además de luchador incansable que veló por el bienestar de los universitarios, y cito textualmente lo siguiente: “Quienes se identifican con la izquierda usarán su voto util, para la coalición 5 de Mayo, ya que algunos elementos podemos identificarlos fácilmente en la figura de Enrique Agüera, sumado a que en los años que estuvo al frente de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la sociedad en general reconoció su trabajo, trayectoria y excelentes resultados”.

En mi calidad de universitario el enunciado anterior sólo lo puedo interpretar de una manera: una burla. Recordemos que durante el rectorado de Agüera, la Universidad se privatizó aún más. Se evaluó a la par de mecanismos auditores internacionales, como lo son las firmas norteamericanas Moodys y Standars and Poors, siendo esta última una de las causantes de la crisis económica mundial de 2008, y que aún no se le ve fin. Peor aún resulta el hecho que prometa mejorar los salarios, cuando durante su administración al frente de la BUAP, no pudo y no quiso solucionar el problema de los miles de aspirantes excluidos del proceso de admisión universitario. Los ciudadanos estamos hartos de que los partidos nos vean como simples mercancías y nos quieran comprar con “espejitos”.

Por otro lado el caso de Ceballos es igualmente lamentable. El estar candidateado por un partido que se hace llamar de izquierda no es ninguna garantía, no implica una real conexión entre los candidatos y la ciudadanía. El que esté lunes 1 de Julio haya declinado su candidatura, llamando a su vez al “voto útil” por el candidato priista muestra diferentes aristas. La primera es la total falta de compromiso del sector de la “izquierda” poblana, el rendirse a pocos días de la elección sólo es una muestra de clientelismo, oportunismo y mediocridad. En segundo término, que exactamente un año después de las elecciones presidenciales haya tirado la toalla, muestra el carácter oligárquico y clientelar del PT. En último lugar, muestra el agotamiento de la izquierda electoral, su pérdida de sentido social y su alejada vinculación con los sectores populares.

Para finalizar quisiera hacer mención a las palabras pronunciadas por Gilberto López y Rivas durante su participación en el Foro de Análisis de la Reforma Educativa, celebrado el 26 de junio pasado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la BUAP: “La mejor izquierda es la que lucha sin esperar nada a cambio”. Este tipo de izquierda es la que a pesar de todo lucha por mejorar las condiciones sociales, no espera ningún cargo, actúa con un auténtico trabajo de base, no se corporativiza ni mucho menos se funde con el pragmatismo demostrado por Sánchez Juárez y Ceballos.

La izquierda no se mide en términos cuantitativos y mucho menos electorales. El ser de izquierda es una forma de vida, una consecuencia en los principios teóricos, reivindicar el papel del hombre como transformador de su realidad. La izquierda no se copta ni se vende, sólo se transforma; lucha incansablemente y muestra el carácter de la crítica como principio articulador del cambio. Para finalizar: ¿Qué culpa tengo yo, de tener la sangre roja y el corazón a la izquierda?

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Joshue Uriel Figueroa

Politólogo y abogado con estudios de Maestría en Políticas Públicas y Género (FLACSO). Fue Consejero Universitario en la BUAP. Activista por los derechos humanos. Se ha desempeñado como asesor en el INE y en la Cámara de Diputados. Desde el 2019 es titular del Programa Becas Benito Juárez en Puebla.