• Cultura

Las ‘Torres Niñas’ del Templo de San Cristóbal

  • Sergio Andrade
Reconstruidas en la década de los 50 y con una altura de 12 metros, son consideradas unas de las torres más bellas de la ciudad de Puebla
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Terminado de edificar en 1687, el templo de San Cristóbal (conocido también como de la Purísima Concepción o simplemente de la Purísima) de la ciudad de Puebla, sufrió los estragos ocasionados durante el segundo sitio militar del año 1856, encabezado por Ignacio Comonfort contra las tropas sublevadas al grito de “¡Religión y fueros!” que comandaban Orihuela, Miramón y Vélez, verificado de octubre a diciembre de ese año.

Justamente el día 2 de diciembre, un día antes de darse por finalizado el sitio, el citado templo fue blanco de uno de los últimos bombardeos, ocasionando la caída de sus dos torres, quedando así durante prácticamente un siglo.

Gracias a los esfuerzos del padre Felipe Velázquez, capellán de san Cristóbal, se logró que nuevamente el templo luciera sus torres completas, ya que a partir de mediados del siglo XX se dio a la tarea de conseguir fondos para llevar a cabo la empresa de levantarlas. Es así que, en el año 1950, se dan los permisos convenientes y a principios de 1951 (propiamente el día 3 de febrero, según hace constar el profesor Cordero y Torres) comienzan las obras de reedificación, culminándolas a finales de 1957 (o en marzo del siguiente año, según el mismo Cordero y Torres), alcanzando un costo aproximado a los 170 mil pesos.

Los encargados de llevar a buen término estas tareas fueron el ingeniero Felipe Spota Marchesa y el escultor Jesús Corro Soriano, el primero en el diseño y la dirección del proyecto y el segundo en la fabricación de las torres con sus ornamentos, contando además con la colaboración en los trabajos de herrería del maestro Isidro Pacheco de la feligresía del San Cristóbal.

De acuerdo con ciertos comentarios, el ingeniero Spota se imbuyó del espíritu barroco perteneciente a la época en la que fue culminada la construcción del templo (finales del siglo XVII), plasmando así una obra meritoria en lo artístico y lo ornamental. Aunque de ascendencia italiana y natural en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, donde nació un 6 de noviembre de 1882, el ingeniero Spota siempre se consideró un mexicano más, aunque sus estudios los cursó en la Universidad de Stanford en los Estados Unidos, revalidándolos, tanto en la ciudad de México (CDMX) como en la Universidad de Puebla, desarrollando su carrera sobre todo en nuestra ciudad donde falleció en el año de 1962, dejando incluso un cúmulo de escritos referidos a temas arquitectónicos y de la historia de Puebla.

Por su parte, el maestro Corro Soriano nació en la ciudad de Puebla el 24 de octubre de 1884, pero su aprendizaje lo llevó a cabo en la Compañía de Mármoles Mexicanos de la ciudad de Nogales, Veracruz. Regresó a nuestra ciudad y aquí hizo tallas de mucho mérito en diversas obras, tales como las del Banco Oriental, el monumento franco-mexicano, sitio en el Panteón Francés, el mercado central “La Victoria”, el Palacio Municipal, la réplica de la fuente de San Miguel que se encuentra en la Colonia América, la gruta de Lourdes en el cerro de Loreto y Guadalupe y la fuente colonial ubicada en el Paseo Bravo, entre muchas más. Falleció en su ciudad natal el 14 de febrero de 1968.

En cuanto a las torres de San Cristóbal, se les bautizó como “Las torres niñas” debido a que fueron las últimas que se erigieron en los templos de la ciudad y, por lo tanto, serían “las más jóvenes”, además de que su altura es escasa (sólo doce metros) en comparación con las majestuosas de diferentes iglesias; esto último, como decíamos arriba, sin demeritar su calidad artística, considerándose, por lo tanto, como unas de las más bellas torres de Puebla.

Foto Agencia Enfoque

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