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Con alumnos IBERO desmenuzan relatos de la conquista de México

  • Redacción e-consulta
Hay una pluralidad de voces que luchan por contar su perspectiva de los hechos
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El aniversario del quinto centenario de la Conquista de México llegó en una época convulsa donde la sociedad trata de reaprender los procesos de construcción de mitos. Las estatuas caen como un intento de desterrar definitivamente el doloroso proceso colonialista que prevalece hasta nuestros días. En su lugar, se recurre a narrativas que se ajusten mejor a un pueblo que se busca a sí mismo entre los escombros de la Historia.

Un primer paradero se encuentra en la literatura más antigua: la que no se escribía, sino que se verbalizaba. Los nahuas heredaron sistemas de registros iconográficos antiguos basados en fonemas (sonidos), mas no en ideogramas (conceptos). Dichas muestras lingüísticas son observables en lugares como Monte Albán.

Provenientes de las Montañas Rocallosas, los nahuas migraron hacia la región occidental del centro de México y hasta El Salvador. Sus glifos más antiguos registrados en Teotihuacán omitían información silábica que era complementada con la oralidad. “La lectura era reforzada con elementos escriturarios como fechas, verbos y lugares. Era una interacción entre la oralidad y el texto”.

Este sistema, descrito por el Dr. Salvador Reyes Equiguas para estudiantes de la IBERO Puebla, permitió a los nuevos residentes mesoamericanos construir discursos míticos e históricos. El más conocido de todos, el relato de la fundación de México-Tenochtitlan, fue plasmado en un códice de influencia mixteca y con estructura de cosmograma.

Con la colonización fueron destruidos cientos de códices de múltiples culturas, lo que representó una aniquilación de todo un acervo de registros civilizatorios. Aun así, explicó el historiador de la UNAM, la oralidad impidió la extinción definitiva de investigaciones cuyos ecos continuaron emergiendo hasta el siglo XX.

 El estudio de la lengua, motivado por la misión evangelizadora, derivó en un sistema híbrido de escritura con el alfabeto latino debido a las similitudes en el número de vocales y muchas consonantes. Este sistema mixto supuso inevitablemente una transformación de la lengua visible en los registros de la época.

500 años de controversia

Los nahuas de los estratos superiores que recibieron educación por parte de los frailes escribieron mitos en su lengua, pero también en español, latín, griego y hebreo. Una obra canónica es la compilación de Cantos religiosos de los antiguos mexicanos, que incluye canciones, mitos y fábulas adaptadas. De igual manera, se desarrollaron libros de teoría y religión. 

Del lado de los colonizadores, las primeras cartas españolas inauguraron un estilo de prosa que, dependiendo del historiador, responde a distintos objetivos. “Cada diario, carta y documento de los exploradores tenía por interés generar una actitud positiva frente a las personas preponderantes del Estado”, aseguró el Dr. Alberto Soto Cortés, investigador de la IBERO Ciudad de México.

 Hernán Cortés ejemplifica a la perfección esta tendencia en sus Cartas de relación. La segunda de estas misivas tuvo una influencia particular gracias a su retrato del rey Carlos I, quien era presentado como libertador de las tiranías vividas por los mexicas. Esto dio pie a la generación de textos que mezclaban la historiografía con la fantasía y los relatos de caballería.

En contraste, el modelo de literatura histórica de hombres como González Fernández de Oviedo Valdés proveyó de crónicas más apegadas a la realidad que fueron bien recibidos por la realeza. “[Fernández] es extremadamente cuidadoso en desbancar la figura de Cortés para no alimentar sus pretensiones señoriales”.

Soto Cortés cuestionó la forma en que los relatos construyeron la visión europea de las Américas. El trabajo que tendía a glorificar a los primeros colonizadores fue denostado por relatores de la época como Bartolomé de las Casas y Bernal Díaz del Castillo, quien publicó su propia versión de los hechos con especial énfasis en la destrucción de las culturas.

Las miradas retrospectivas de la Conquista han destacado por el orgullo criollo y mestizo. El poeta Francisco de Terrazas posicionó este evento como el más relevante de la modernidad, mientras que Hernán González de Eslava lo enmarcó en la relativa quietud entreguerras: “El mal se destierra / ya vino el consuelo / Dios está en la Tierra / ya la Tierra es cielo”.

Comprender una historia implica plasmar una narrativa que satisfaga las necesidades de entendimiento sobre un hecho, lugar o periodo. Cuando la Historia es utilizada como diatriba construye un relato donde los protagonistas representan entidades opuestas: el racismo de los españoles y la marginación del indio.

 La construcción de las narraciones históricas tiende a llenar huecos propios de la dificultad de registrar cada elemento de un hecho. A decir de la Dra. Andrea Martínez Baracs, esto es lo que distancia a un historiador de un cronista: la rigurosidad con la que se preservan los hechos por encima de los relatos mismos. Los primeros admiten ambigüedades; los segundos, las suprimen. De ahí que llevemos medio milenio preguntando por nuestra identidad.

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