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Mujeres de San Pedro Benito Juárez rescatan tejido del Ayate

  • Angelina Bueno
Este tejido es una pieza ancestral que se realiza con hilos del maguey
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Sirve para la pisca, sirve para poner el itacate de vivos y muertos, fue el lienzo para que la virgen María se manifestará al mundo a través de Juan Diego: el Ayate es una pieza ancestral y tejida a través de los siglos con los sueños y suspiros de las mujeres de los pueblos originarios de México.

Juana relata que su madre le decía: “tienes que aprender a tejer el ayate, si no, no te vas a casar”, ahora en pleno siglo XXI está aprendiendo este arte de su suegra, junto con otras cuatro mujeres jóvenes de su comunidad, porque en San Pedro Benito Juárez se han dado a la tarea de no dejar morir este objeto que es indispensable para hombre y mujeres que trabajan el campo y que ha sido reemplazado por uno de plástico que venden en el tianguis de Atlixco.

Es de resaltar la importancia de este esfuerzo por parte de estas mujeres, pues ya quedan muy pocas de edad adulta que saben usar el telar de cintura para tejer con hilo de ixtle. Se trata de cuadros de aproximadamente un metro cuadrado que atados de las puntas forman una bolsa capaz de aguantar muchos kilos de semillas, de frutas o de cualquier producto que se coseche en estos campos bañados por la ceniza del volcán Popocatépetl, pues esta junta auxiliar se ubica a 6 kilómetros del cráter el coloso humeante.

La idea relató la regidora de cultura, turismo y tradiciones del gobierno atlixquense, Julieta Camacho Mata, es rescatar este arte para que no desaparezca como la alfarería, para ello se buscará a través de instancias como Secretaría de Cultura o el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) apoyo para poder promover talleres que preserven el acervo cultural del municipio.

Reconoció que en Atlixco son pocas las mujeres que aún podrían transmitir esta enseñanza, algunas en San Pedro Benito Juárez otras en la Agrícola y San Juan Ocotepec, precisamente las comunidades más alejadas de la mancha urbana y más cercanas a los bosques, lo que ha permitido que preserven hasta la fecha muchas de sus tradiciones.

“En la actualidad hay que ir en busca de este tipo de actividades, de este tipo de saberes, porque hemos encontrado vestigios sobre que los pobladores originarios de este municipio se dedicaban a la alfarería, al trabajo en el hueso de aguacate que es algo que coincidentemente se ha ido rescatando de unos años a la fecha, por eso estamos apoyando el esfuerzo de estas mujeres para darlo a conocer y que más se sumen a la transmisión del conocimiento”, indicó.

Del maguey el ayate Antes San Pedro Benito Juárez tenía magueyes por doquier, hoy en su lugar existen construcciones de block gris, por ello para conseguirlos tienen que adentrarse en el bosque, pues de esa planta se saca el hilo para que las mujeres tejan sus ayates.

Al maguey los hombres le sacan el pulque y las mujeres esperan a que la penca no de más para trabajarla, mediante un proceso largo pero exitoso, paso a paso hasta crear hilos de ixtle.

De ahí en el telar y con diversos instrumentos hechos a base de madera y barro se va tejiendo con calma, cuidando no encimar los hilos para que la cuadrícula quede casi perfecta.

 

Gregoria Rojas ha dedicado una vida a tejer en el ayate

 

Con la tez morena y arrugada por los años trabaja en los campos bajo el rayo del sol y con ese nombre que hace honor a la montaña humeante que tiene a pocos kilómetros de distancia de su casa, Gregoria Rojas a sus 80 años, habla claro y fuerte, pero ya le cuesta ver los hilos de ixtle que acomodó para enseñar a las nuevas generaciones a tejer el ayate.

Recuerda en plática con los reporteros presentes que aprendió a los 14 años: “sí, a los 14 yo ya bailaba el telar”, reconoció que esto fue a fuerza porque su mamá la obligó, pues el ayate es necesario para ir al campo; pero hace 40 años que no tejía, porque ya no había a quien enseñarle, pues de sus cinco hijas ninguna quiso aprender.

“No, no las puedo obligar, me responden con que mejor lo compran de plástico, no es como antes. Ya no tejo también porque ya no veo bien y uno de estos me lleva dos semanas, pero me dura más de cuatro años. He vuelto al telar porque quieren estas muchachas que les enseñe, pero nada más vienen dos días a la semana, así van a tardar en aprender, pero allá ellas”, comentó mientras entrelaza el ixtle atada desde la cintura a uno de los árboles de su patio de tierra, en medio de casas con paredes de blocks, pero techo de paja.

La importancia mística de este objeto se cimentó en la costumbre de que cada 2 de noviembre se arma el itacate para los muertos y se pone en un ayate; es decir, se coloca la fruta, el pan y la comida que se colocó en la ofrenda para que los fallecidos que visitaron la casa se la lleven a su morada eterna. Por ello anteriormente la época del telar era previa a las fiestas de Todos Santos, para que en los altares se pudiera tener uno nuevo cada año para cada uno de los difuntos de las familias.

Las mujeres jóvenes van al rescate del ayate

Son cuatro mujeres, oriundas todas de San Pedro Benito Juárez, sus edades oscilan entre los 25 y 40 años. Juana tuvo la idea de juntarlas y convencer a su suegra doña Gregoria de enseñarles. Ahora buscan el apoyo, para que a mediano plazo puedan tener rescatada esta actividad artesanal que está en peligro de extinción.

Celeste Martínez, es una de las más jóvenes señaló que se interesó en aprender porque estudia algo relacionado con el tema de la preservación de las tradiciones y acervo cultural; “El tejer el ayate tiene un simbolismo muy importante en lo familiar y en lo cultural de las mujeres de esta comunidad, por ello me interesa ayudar a rescatarlo y algún día poderlo compartir también para que no desaparezca”, aseguró.

 

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