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Tláloc y la leyenda de la lluvia en México

  • Beto Fong
Tláloc es uno de los dioses aztecas más famosos
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Tláloc es uno de los dioses de la cultura mexicana más importantes y famosos, pues hasta la actualidad muchos lo siguen mencionando.

A pesar de que la lluvia, para muchos, puede parecer molesta o un gran impedimento, no era así para los antiguos pobladores de México. De hecho, la lluvia era motivo de festejo y de celebración, tanto así que tenían un dios exclusivo para este fenómeno: Tláloc.

Desde la época anterior a la Nueva España, Tláloc era venerado por los aztecas, quienes le ofrecían tributo y agradecían su presencia en la vida cotidiana.

El nombre de Tláloc proviene del “Tlalli” (tierra) y “octli” (néctar), por lo que el significado podría ser “el néctar de la tierra”.

Los aztecas veneraban a Tláloc el primer mes del año para agradecerle las buenas cosechas y la lluvia.

Tláloc era el dios de los fenómenos atmosféricos y el espíritu de las montañas, por lo que era considerado un dios muy poderoso y temido.

A este dios se le ofrecían sacrificios humanos y animales, pues como es bien sabido, gran parte de la vida de los mexicas giraba en torno a la agricultura, sector fundamental para su subsistencia, por lo que era imprescindible el apogeo de este sector.

La leyenda cuenta Tláloc era esposo de Chalchiuhtlicue, diosa del agua y del amor, así como de la belleza y de las aguas de los lagos, tormentas, mares y protectora de los navegantes.

Según esta leyenda, Tláloc y Chalchiuhtlicue tuvieron muchos hijos, los cuales se llamaban tlalocas, los cuales son las nubes del cielo. A decir de las leyendas, los tlalocas eran sus ayudantes y los encargados de esparcir la lluvia en todas las comunidades. Así las nubes y la lluvia serían plena responsabilidad de Tlaloc.

Vida de Tláloc

A pesar de que fueron los aztecas quienes veneraban a este dios, su cultura se expandió hasta gran parte de Centroamérica. Los primeros vestigios de Tláloc indican que fueron los primeros aztecas quienes se instalaron en el Lago de Texcoco los que empezaron a venerarlo.

Posteriormente, fue en Tula que se extendieron las adoraciones a Tláloc y, después, con los nahuas y mayas, quienes empezaron a identificarlo con la forma del dios Chaac.

Por otro lado, para los tlaxcaltecas, Tláloc se casó con Xochiquétzal, diosa de la belleza, pero Tezcatlipoca la secuestró. Posteriormente, el dios de la lluvia se casó otra vez con Matlalcueye, y tiene una hija o hermana mayor que es llamada Huixtocíhuatl.

Las manifestaciones de Tláloc son imprecisas, pues se desconoce si era una deidad o simplemente una fuerza suprema. En ese sentido, Tláloc en muchas ocasiones no era específicamente benéfico para los humanos.

A pesar de que Tláloc simbolizaba la prosperidad de la agricultura y, con ello, la prosperidad de la vida y del campo, también tenía una faceta iracunda y destructora, por lo que el dios de la lluvia tenía dos posturas: una benéfica y otra perjudicial.

De la misma forma en la que Tláloc enviaba lluvia para hacer prosperar los campos y la tierra, enviaba rayos y tempestades, con lo que provocaba inundaciones y la pérdida de los cultivos.

La forma y casa de Tláloc

Las representaciones de Tláloc está representada por colores azules y cafés.

En su rostro se ven un par de serpientes en sus ojos, las cuales se entrelazan con los colmillos del dios.

Su labio superior es grueso, y se cree que esta entrada ancha simbolizaba una entrada a la cueva que comunicaba con el inframundo.

Su rostro, generalmente, estaba pintado de negro o azul, pero también se lo podía encontrar de color verde. Esto por las formas y colores del agua que corría en el México antiguo.

En la mano de Tláloc se puede encontrar un estandarte de oro con forma de culebra, lo que representaba su poder para invocar los truenos y relámpagos que ocasionaba en las lluvias fuertes.

Además, sus vestidos podían encontrarse con algunas manchas, las cuales simbolizaban las gotas de agua que hacía caer del cielo.

Por otro lado, según las leyendas, Tláloc habitaba en el Templo Mayor de Tenochtitlan y al interior del Tlalocán, en el interior del cerro que separa el Valle de México del de Huexotzinco.

A pesar de esto, las leyendas indican que Tláloc era omnipresente, pues podía manifestarse en cualquier lugar y en cualquier momento, justo como lo hace la lluvia.

Los sacrificios de Tláloc

Del 24 de marzo al 12 de abril se llevaba a cabo el festival Tozoztontli, en el que se sacrificaban niños para ofrecerlos al dios. Las ofrendas eran hechas de cuevas y las pieles desolladas de los sacrificios se colocaban en estas cavernas en ofrenda a Tláloc.

También del 9 de al 28 de diciembre se llevaban a cabo sacrificios para Tláloc, pues era una época considerable de lluvias. En esta época se hacían estatuas de masa de maíz y amaanto, las cuales se ofrecían al dios con copal junto con comida.

Después de esto, sacaban “el corazón” de las estatuas y eran devoradas por los participantes.

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