• EN SU TINTA

“El olor a pulque es el olor a mi familia”: Javier Gómez Marín

  • Flora Molina
La preservación de la cultura pulquera y su pasión por las tradiciones populares y costumbres es su gran proyecto de vida.
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El amor por las tradiciones y la cultura mexicana ha sido resultado del cariño que observó al interior de la casona de sus abuelos paternos, en donde el olor a las recetas de familia que por generaciones han sobrevivido, se fundía con las cazuelas, los metates y bebidas como el pulque, que acompañaban los platillos poblanos.

Su pasión por las costumbres y los objetos de uso común en las cocinas y la gastronomía hizo que actualmente sea uno de los especialistas en cultura popular más importantes del país con colecciones únicas como el acervo de 8 mil objetos y obras de arte sobre cultura pulquera, así como una biblioteca con más de 5 mil libros especializada en el tema.

Una gran colección de cazuelas del Barrio de La Luz y cajetes de Talavera viene a coronar su esfuerzo que desde la infancia le permitió contar con piezas únicas, así como con más de cinco mil piezas de juguete mexicano que está llena de recuerdos.

Comunicólogo por formación, su gran amor por la cultura popular le han permitido a Javier Gómez Marín observar en un futuro el Museo del Pulque y la luz de tres obras maestras, libros de una magnífica factura que seguramente serán referente para expertos e interesados en nuestras historia y tradiciones.

Infancia llena de sabores y colores

Su niñez se vio rodeada por un lado de las tradiciones que observaba en la casa de sus abuelos y por otro la modernidad efervescente de los años setenta, donde la influencia de la vida norteamericana era parte de la convivencia cotidiana con sus hermanas y sus padres. La ciudad de Puebla lo vio nacer y ha sido el espacio donde ha podido conocer la profundidad de las costumbres.

“Yo vivía en la colonia San Manuel, que en esos tiempos era una colonia muy moderna. En casa de mis papás no existía el pulque, era otro modo de vida de los setenta con influencias dl estilo norteamericano, por lo yo estuve navegando entre los dos mundos.”

“El llegar a casa de mis abuelos era llegar a un museo, a una casa llena de cosas antiguas. Lo más significativo para mí era llegar a esa casa en donde mi abuelo me esperaba para llevarme a la pulquería que se ubicaba en la 9 sur y 25 poniente e íbamos todos los días a traer pulque en una garrafita de plástico. El entrar a la pulquería era una cosa espectacular.”

“Recuerdo que la casa de mi abuela quien cocinaba en cazuelas con cucharas de madera y haciendo guisos que estaban a punto de extinguirse, puros guisos con chile y maíz con ingredientes tradicionales. En mi niñez era compartir estas tradiciones.”

“Ellos venían de Toluca que está pegado a Metepec, lugar que tenía la tradición del barro pulquero, y Toluca la tradición del consumo del pulque porque es una región muy alta y muy fría y eso es sinónimo de buena calidad de la bebida durante todo el año. Ellos llegaron a Puebla en los años veinte y se quedaron a vivir aquí porque era también una región pulquera y siguen con sus tradiciones culinarias y sus tradiciones pulqueras.

“Mis abuelos mi inculcaron el amor a la cultura mexicana. Mi abuela siempre con rebozo, su casa llena de santos, siempre con olor a chilacayote, oliendo a moles, oliendo a pulque. El olor a pulque me recuerda toda mi vida y a mi infancia. Para mucha gente es repulsivo pero para mí es un olor maravilloso porque es el olor a mi familia y el olor de la cultura que tuve durante mi infancia. A partir de ahí, empiezo a investigar.”

Mi abuelo me llevara al Barrio de la Luz cuando yo iba a la secundaria y empiezo a comprar piezas y me empiezo a interesar mucho en la cultura del pulque. Cuando estoy cursando la preparatoria me inscribo en el famosísimo Gran Concurso de Ofrendas que se hace y se hacía en la Casa de Cultura de Puebla y me gano el primer lugar inesperadamente.”

“Vuelvo a entrar al siguiente año y vuelvo a ganar y como era un premio muy, muy grande para un niño, era un dineral, con eso empiezo a comprar en La Luz muchísimas piezas que ya nadie le compraba a los artesanos; ya había un desprecio total por las artesanías y al pulque y yo me volvía loco comprando piezas.”

“Mi familia era muy grande y mi mamá se apoyaba en cuatro personas que le ayudaban en las labores domésticas y ellas eran originarias de la región de Tehuacán. Recuerdo que por las tardes se hacía chileatole, se hacían molotes. Mi papá era muy especial porque no le gustaba que se compraran cosas de comer en la calle porque es médico.”

“En casa de mis padres no se ponía ofrenda de muertos pero sí teníamos la tradición de ir a casa de mi abuela a montar la gran ofrenda, a hornear el pan, ir al mercado con ella a los molinos para moler el nixtamal y hacer la harina para los tamales. Las personas que nos apoyaban en casa sí ponían su ofrenda. Cuando se iban el fin de semana llegaban con canastas llenas de huitlacoches, elotes y de panes que traían de la región.”

“Mis abuelos eran ya más que adolescentes cuando empieza la Revolución entonces tenían recuerdos muy vívidos de lo que había pasado en aquellos años. Sin querer por mis abuelos fue empezando a adorar la cultura mexicana y me volví un investigador y un chovinista de todo lo que tuviera que ver con México.”

Mi rebeldía frente a la influencia norteamericana

“Yo estudié al Colegio Americano y después estudié la Licenciatura en Comunicación en la Universidad de las Américas, que eran instituciones que no tienen nada que ver con la cultura tradicional. Recuerdo problemas en la primaria porque a mí me encantaba los huaraches y las veces que iba con mi papá a la Sierra de Puebla me compraba unos huaraches de llanta y unos cotones de lana y a las maestras no les gustaba que fuera así.

“Le llegaron a decir a mi mamá que podía ir así y mi mamá les respondió que yo iba a ir como yo quisiera y que ella no les iba a pedir permiso para ver cómo me iba a vestir. Desde niño fui raro porque yo hacía cosas que no hacían los demás niños. Mientras en la secundaria todo mundo iba a jugar maquinitas a un lugar que se llamaba Chispas en Plaza Dorada, yo me gastaba mi dinero en antigüedades. A mí no me gustaba jugar frente a una máquina.”

“A mí me impresionaban los objetos y el impacto más grande que yo tuve fue cuando mi abuelo me llevó al Museo de los Hermanos Serdán y había un gran cocina poblana, como eran las cocinas de hace cien años que por cierto, recuerdo que esa cocina era un comodato con Ivonne Receck de Luque, que como directora de ese museo al término de su administración, se llevó a su casa.”

 

“La cocina era espectacular, había jarras con todos los héroes nacionales de la Revolución y a partir de ahí yo me enamoré y dije: quiero tener algo así en mi casa, quiero sentir algo muy mexicano pues era mucho más que la cocina de mis abuelos que estaba pintada de rosa mexicano, toda la pared en lugar de estar llena de cazuelas, tenía jarras pulqueras, que para mí eran los trofeos de la familia.

De coleccionista a investigador de la cultura popular

Como resultado de su amor por las tradiciones que conoció de niño, Javier Gómez Marín hoy podría ser considerado como uno de los más importantes especialistas de la cultura popular mexicana poseedor de colecciones únicas en su tipo de objetos que representan las costumbres de nuestro país reflejados en 8 mil objetos y obras de arte sobre pulque, una gran colección de cazuelas del Barrio de La Luz y cajetes de Talavera, así como de juguete mexicano.

“Mi colección empezó con unas piezas que me regaló mi abuela. Unas jarras antiguas de Metepec y un pato de los que venden en la iglesia de Ocotlán en Tlaxcala. Mi abuelo me regaló unos tornillos verdes que tenía del Barrio de la Luz. A ellos les parecía chistoso que me gustara el pulque porque no le agradaba ni a los jóvenes ni a niños porque era una bebida de adultos.”

“Yo empiezo a coleccionar mis piezas a los once años pues mis abuelos me llevaban al Barrio de la Luz, que todavía era un gran barrio, lleno de artesanos, había mucho movimiento, muchísimos talleres y ahí empiezo a comprar; pero cuando ya me vuelvo fanático fue en la preparatoria cuando me dan los premios del primer lugar en ofrendas de la Casa de Cultura. Entonces tenía ya mucho dinero por fin y podía ir los domingos a Los Sapos a comprar piezas.”

“Para entonces tenía la ventaja que todas las cosas de la cultura pulquera tanto en Los Sapos como antigüedades o piezas de algunos otros pueblos eran menospreciadas y su valor era nada. Los anticuarios no querían las jarras y los vasos pulqueros porque decían que les iban a romper sus cristales porfirianos o sus objetos de arte sacro.”

Así que me decían literalmente: A ver niño, dame 10 pesos y llévatelas. No les interesaban y quizás por eso pude hacer una gran colección, gracias al desprecio del arte popular que hubo en los años ochenta y noventa. Además muchos de los objetos cuando fallecen mis abuelos fueron despreciados por mi familia, a nadie le interesaban esas antigüedades, de cazuelas, de ollas, de jarras, de muebles de la cocina que nadie quería. Entonces empecé a partir de ahí mi gran colección.”

Puebla a través de sus cazuelas, cajetes y juguetes

El resultado de empezar desde la secundaria a coleccionar dio como resultado que el investigador posea hoy un acervo de 8 mil objetos y obras de arte sobre pulque y una biblioteca de más de 5 mil libros especializada en el tema. Sin embargo, una colección muy importante es la que reúne cazuelas del Barrio de la Luz, así como cajetes de Talavera y por supuesto de juguete mexicano.

“De cocina podría hablar de dos rubros: Mi gran colección de cazuelas de La Luz con cazuelas decoradas por dentro y que desde que se fabricaban la gente sabía que no servían para nada; su uso era el para decorar la cocina. Las señoras mientras más cazuelas inútiles tenían en la cocina era un símbolo de estatus.”

“Tengo cazuelas que tienen águilas, flores, chinas poblanas, eran cazuelas con realzados, hasta con esculturas pegadas que no se usan para nada. Esta es una colección muy importante porque son piezas de la cocina que desaparecieron, ya no existen las piezas inútiles.”

“El otro rubro son los cajetes de Talavera. Normalmente la gente busca la talavera maravillosa de los grandes autores pero la talavera que se usaba todos los días, que se usaba para el chileatole no para el pozole porque esta no era una comida popular hace cien años. También se usaba para el mole –que se comía con tortillas- o para el pulque, a manera de jícara. Ese tipo de piezas también fueron despreciadas en las antigüedades.”

“Y por último, mi gran colección de juguete mexicano.  Tengo una colección de casi 5 mil juguetes mexicanos pero no son arte objeto o que sirvan como adorno. Para que un juguete entre a mi colección debe haber sido jugado por un niño y tiene que ser muy barato. Algo que la mamá vaya al mercado por ejemplo y le compre al niño y que no tenga problema al pagarlo, como eran en mi niñez los juguetes tradicionales.”

“A la par de mi colección de pulque empiezo a comprar juguetes quizá un poco por la nostalgia. Yo observaba que solo los ancianos los producían en los pueblos y ya nadie hacía juguete tradicional y se empieza a perder. Yo lo que hago es recuperarlos bajo el esquema que sea juguete tradicional. Hoy tengo una cantidad monstruosa de piezas pero que no existen en ningún museo, porque los museos tienen piezas muy bonitas pero no las jugaban los niños.”

“Había también una vajillitas de talavera y en otro rubro, todos los juguetes indígenas tanto de barro como de madera que hoy están en riesgo de desaparecer porque la mayoría de gente que los hacía ya falleció. Tengo una colección desde comalitos de todo el país; tengo cerámica de Altepexi de Tehuacán que es rarísima.”

“Tengo vajillas de esta cerámica que ya nadie conoce y que el Dr. Atl, la describía como la cerámica más maravillosa que se hacía en México que ni siquiera pasaba como prehispánica sino como prehistórica, por ser una cerámica con formas tan simples y dibujos estilizados.”

Piezas importantes

“Sobre mi colección de pulque hablando de grupos lo que más me gusta es la colección de jarras para tomar pulque porque son jarras de barro de todo el país. Estas son las consentidas y las piezas con más variedad son las de Barrio de la Luz, que era donde yo nací, y junto con Metepec en el Estado de México, eran quizás los dos centros productores de cerámica en el país.”

“Una de las piezas imposibles de encontrar porque es única es una botella de pulque que se exportaba a Nueva York en 1870. Tengo la botella original con su etiqueta y adicionalmente también tengo periódicos del mismo año de Nueva York donde se promocionaba este pulque embotellado, no como una bebida sino como un tónico de vida. También tengo una gran jarra pulquera con cara de hombre de finales del siglo XIX, que eran muy populares en las pulquerías de la ciudad de Puebla.”

“También otra pieza muy especial es un documental sobre la producción pulquera. Una amiga que vivía en Alemania trabajaba  en un museo de ese país y la invitación a una subasta. Había en Alemania una biblioteca de origen nazi y estaba llena de libros de aquella época, de películas y de cosas de los años veinte, treinta y principios de los cuarenta.”

“Con base en una solicitud del pueblo judío deciden subastar todo porque era una ofensa. Entre los materiales que se iban a poner a la venta, mi amiga se da cuenta de que había algo que se leía como “pulquebarren”, que más o menos quería decir la producción del pulque. Me habla por teléfono y me dice que hay una película muy rara que van a vender y que pulque –como buena historiadora de arte- como palabra no existe en ninguna lengua del mundo pues es exclusiva del español de México, porque tampoco es una palabra mesoamericana, no es náhuatl ni otomí.”

“La cinta tuvo un precio de salida de 4 mil pesos y al poco tiempo me la mandó a México en esa época empiezo un peregrinaje. Voy a la Casa de la Cultura, a los Cinemas Ramírez, voy a todos lados con mis rollos de cine a decirles que compré esta película y que si me dejan verla y todo mundo me manda por un tubo, inclusive la Filmoteca de la UNAM.”

“Tuve la cinta enlatada literalmente 5 años en mi filmoteca y en el 2010 me invitan al Primer Congreso sobre el Pulque en Hidalgo y me piden que dicte una conferencia, pero cuando veo a los ponentes pues eran puras vacas sagradas de la historia. Entonces recuerdo que tenía la película y me empiezo a mover.”

“Finalmente en la escuela de cine de la UNAM, en el CUEC me dicen que llevara el material y que lo iban a revisar.  Ven que es muy importante y ellos me ayudan a hacer la digitalización de esta cinta; posteriormente la empiezo a examinar y resulta que es un documental de 8 minutos filmado en 1936 en México, por alemanes.”

“Esto está documentado en el Archivo General de la Nación. Los alemanes grabaron muchas cintas: la del pulque, graban una de las salinas de Zapotitlán en Tehuacán, graban películas en la zona Maya, graban una hacienda que está en Amalucan y que era una hacienda modelo de un alemán y una más  sobre el maíz.”

“El cineasta alemán Hubert Schonger filmó el documental de nueve minutos, un director muy famoso que al Tercer Reich le hacía todos los documentales. Él tenía una empresa de filmación, y su interés era buscar el origen de la eterna juventud. La gran mayoría de los documentales se perdieron pero hacer un año recupero una cinta en otra subasta que se llama Los Jardines de Sal, las salinas de Zapotitlan Salinas de Tehuacán, con la producción de sal en toda esa zona del estado de Puebla.”

Mis próximos proyectos: El Museo del Pulque

“Actualmente estoy trabajando con un grupo empresarial de Monterrey que está interesado en que podamos fundar el Museo del Pulque ya sea en Puebla o en Cholula. La intención es comprar una casa antigua que pueda albergar toda mi colección con una sala permanente y de exposiciones temporales  y que de esta manera se pueda difundir la cultura del pulque.”

“También estoy haciendo un gran libro que se va a llamar La Cocina del Pulque con recetas de bebidas, alimentos, panes, postres y todo tipo de alimentos relacionados con el pulque. Estas 800 recetas yo las compilé no en las comunidades como también hubiera querido, sino de los más de mil recetarios mexicanos en mi biblioteca. Estoy terminando otro libro que se llama Bibliografía del Pulque, donde las personas o los investigadores van a poder acceder a los 5 mil libros que yo he podido recolectar que hablan sobre el pulque. Nadie cree que existan miles de libros en los cuales se hace referencia a la arquitectura, pintura, gastronomía, arte popular, arqueología,  antropología, economía y de otros muchos temas más relacionados con el pulque.”

“Y el tercero pues es un gran libro que estoy haciendo sobre todas las piezas de mi colección. Van cronológicamente desde la época prehispánica, que voy a referenciar sobre colecciones de los museos de antropología que hay en el país. Abordaré la época colonial, México Independiente, la dominación que es el Segundo Imperio, muy importante en la cultura pulquera, luego el Porfiriato hasta la actualidad.”

“La cultura pulquera sigue viva pese a que mucha gente no quisiera y este es mi proyecto de vida.  Por lo menos el día que yo me muera va a haber un cuarto ahí que tenga mi nombre. Porque de nada sirve que hagas muchas cosas o que seas el director más importante de una empresa o un secretario de un estado, si cuando te mueras no eres nadie, no le aportaste nada a la sociedad.”

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