• EN SU TINTA

Yo aprendí a dar, aprendí a ser positivo: Alberto Jiménez Merino

  • Staff
La motivación, la superación y el liderazgo solo puede provenir del interior de uno.
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Una infancia feliz pero llena de carencias le dieron grandes lecciones de vida y le enseñaron a nunca rendirse. Su padre le mostró la riqueza de la mixteca poblana y el amor de su madre le acompañó en momentos de debilidad, al estar lejos de su querido Tecomatlán y dejar atrás esas tierras llenas de cultivos de maíz, frijol, calabaza, sandía y melón.

La niñez de Francisco Alberto Jiménez Merino estuvo llena del amor de sus padres pero también de trabajo duro, el cual no le impidió desde muy pequeño abandonar el seno familiar para estudiar y llegar a ser ingeniero agrónomo por la Universidad Autónoma de Chapingo y mantener su relación con el campo poblano hasta llegar al servicio público y así ejercer diversas responsabilidades en materia de desarrollo rural.

A lo largo de su infancia y adolescencia enfrentó esos retos que forman y dan lecciones que van marcando el carácter. Robin Sharma y Daniel Goleman le mostraron el camino para ser un líder social y manejar sus emociones, aquellas que deben ser controladas para poder acompañar a los demás y ser conciliador ante los conflictos.

Una infancia feliz

¿Cómo fue su infancia?

Mis hermanos y yo siempre estábamos ocupados, nunca tuvimos tiempo para jugar porque cuando no teníamos que hacer una cosa, teníamos que hacer otra. Así transcurrió nuestra infancia, mis primeros once años para luego salir de mi pueblo para ir a estudiar. Mi papá me consiguió una beca para ir a un internado y ahí terminé la primaria. Esto me llevó a la necesidad de salir y el haber salido de mi pueblo fue lo mejor que me pudo haber sucedido para poderme desarrollar personalmente.

¿No tuvo un acercamiento a la instrucción escolar en su tierra?

Ahí tuve los primeros cinco años de instrucción escolar. Precisamente salgo porque el profesor Austreberto Rojas Guerrero, que en paz descanse, llamó a mis papás y les dijo: “señores, ayuden a este muchacho para que siga estudiando, veo que le gusta el estudio y tiene potencial”, y les dijo otras cosas bonitas. A partir de ahí se dio la posibilidad y la circunstancia de poder estudiar, pero yo le agradezco a mi profesor que me haya observado, que me haya descubierto y sobretodo que le haya recomendado a mis papás que estudiara.

Lecciones de vida

Los padres de Alberto Jiménez Merino siempre fueron muy amorosos, muy enseñadores y siempre le mostraron la forma de buscar soluciones y resolver problemas. Su madre lo impulsó para poder concluir una carrera profesional y supo guiarlo a través de muchas lecciones de vida.

¿Guardar algunas de esas lecciones?

Hay una muy importante. Cuando me inscribe en el internado, me va a dejar y mi madre me dice: “Sabes qué, ya te vas a quedar aquí –yo apenas iba a cumplir once años porque cumplo el 25 de septiembre y me dejó el 2 de septiembre-, nos vamos a despedir y vendré a verte después, pero sabes qué, no vamos a llorar.” La verdad sentí como si fuera una instrucción y sí se salieron algunas lágrimas, pero aguantamos vara. Pero la más importante fue en diciembre cuando regreso con mis hermanos, me vuelvo a absorber en el medio. Francisco Roca en su libro De Jefe a Líder dice que el ambiente absorbe y hay que tener la capacidad para salirse, si no, ahí se queda uno y yo me volví a absorber con los quince días de convivencia nuevamente con mis hermanos y mis padres.

Cuando ya tenía que regresar, en 1972 el primero de enero, la noche anterior me puse a llorar y entonces en algún momento, hice un movimiento grande porque una tía organizó un rosario para que se resolvieran las cosas, entonces mi mamá trató de consolarme y después de haber llorado un buen rato, salió con los ojos secos y me dijo: ¿Qué pasó? Y le dije: “Ya no me quiero ir”, ¿por qué? “Es que los extraño” y me preguntó: ¿Tienes algún problema, no te dan de comer? Sí, en abundancia le dije, en el internado nos atendían muy bien.

“Mira, me duele más a mí que a ti que te vayas porque yo te tuve. Si quieres, quédate pero nada más nos vamos a estar mirando. Fíjate cómo estamos de pobres, vete, prepárate y ayúdanos y solo le faltó decir: “y no le hagas al pendejo”. Nada más eso le faltó y desde entonces yo reaccioné y dije, pues sí. Ese fue un quiebre en mi vida, esas fueron las palabras precisas en el momento oportuno. Como lo dice Robin Sharma, las palabras precisas en el momento oportuno y fue una lección para mi determinante.

¿Entonces salió de ahí directo a la escuela?

Mi papá hizo una gestión con un enlace que conseguía becas para los internados de atención a indígenas. Había uno en Oaxaca, otro en Tlaxcala donde yo estudié. Originalmente iba para Oaxaca pero después me dijeron que iba al de Tlaxcala. Hay otros cuatro o cinco en el país. Todavía el de Tlaxcala existe y está en Ocotlán, en un principio estaba en la capital. Con esa beca es que termino la primaria fuera del pueblo, allá hice cinco años y en Tlaxcala estudié el sexto y después por pura casualidad hice la secundaria viviendo en casas ajenas.

Una prima de mi mamá casó con un abogado de Tlaxcala y en una ida para el pueblo, dice: “Oye Águeda, consígueme una muchacha para que me ayude en la casa, yo le doy escuela”. Entonces mi mamá muy inteligente, le dijo: “No tengo una muchacha pero tengo a mi muchacho.” Y entonces fue como estudié la secundaria de pura casualidad, porque no teníamos relaciones con nadie, ni para ver al diputado, al presidente. De esta forma hice los tres años de secundaria y de ahí salí para Chapingo donde estudié la Preparatoria Agrícola y la carrera de Ingeniero Agrónomo Zootecnista.

De alguna manera ese apoyo fue como la Providencia, ya lleva dos milagros.

Yo aprendí a dar, aprendí a ser positivo y aprendí a dar no porque tuviera mucho sino porque sé lo que es no tener nada, siempre buscando cómo ayudar a los demás; y en este transitar de la vida, he salvado a tres personas de la muerte, en circunstancia que no esperaba. Una fue en Cuacnopalan, Palmar de Bravo. Iba yo para Ajalpan, era secretario de Desarrollo Rural y acaba de pasar una granizada a la altura de Cuacnopalan y como secretario dije, voy a tomar una foto de esta granizada porque luego para los informes necesitamos imágenes. Nos paramos, bajo con la cámara y en el puente donde iba a tomar la foto veo que hay un niño de huaraches y de ropa muy humilde y un rebañito de borregos más o menos como 25 o 30 y ya con las patitas del frente dobladas, un burro y una carreta y el niño con una herida en el pie, y le digo: “Oye, ¿dónde viven? En Cuacnopalan y le comento: Pásame la dirección para avisar que aquí están para que venga por ustedes. Ya el arroyito comenzaba a correr y empujar el granizo por lo que iba a escurrir más agua.

Veo que sale un viejito abajo del puente con un gabán y el niño le pide autorización. Le dice, sí y entonces le comento: Vente, te paso a dejar y ahorita vienen por tu abuelito, quien autorizó. Subimos al niño y a los tres minutos el niño empezó a convulsionar. Lo que hicimos fue acelerar y localizamos el Centro de Salud de Cuacnopalan, hoy ya es un hospital, que por cierto creo que ni funciona desde ya más o menos cinco años. Cuando llegamos ya estaban esperando en una camilla al niño, lo bajaron, lo pasaron a una cama, le pusieron dos lámparas, cobijas y le quitaron la ropa húmeda y a los tres minutos, el niño reaccionó. Me dijeron los médicos que cinco minutos más y hubiera pintado su calaverita, pues ya la hipotermia le estaba afectando. La granizada tenía unos veinte minutos que había pasado pero ya los animalitos tenían efectos. Creo que en algún momento supe el nombre del niño, lo hice porque lo tenía que hacer, era mi obligación. Es la segunda o tercera vez que lo platico, tampoco lo hice para andar presumiendo.

La otra fue en Ahuehuetitla. Acabábamos de hacer un recorrido el presidente municipal, Vivaldo Calixto y yo, también siendo secretario. Me despido de él y ya iba a tomar la carretera para Izúcar de Matamoros cuando había dos señores esperando el camión. Yo bajé el vidrio para despedirme de ellas y decirles adiós y me dijeron: “Habrían de ir a ayudar, allá se están muriendo”. Me asomo y antes de la recta que está entre la carreterita entre la desviación del Peñón y Ahuehuetitla a la mitad más o menos, estaban haciendo un pozo con el motor encendido para que el agua nos les ganara para que sacaran la arena, pero también se estaban echando unas cervezas. Uno de ellos fue a comprar más cervezas y los otros dos se quedaron trabajando, pero ya el monóxido que despedía el motor los tiró al agua y cuando llegó la otra persona los pudo sacar. Yo cuando llegué ahí, ya estaban afuera dos señores en muy mal estado y el tercero, que no había sido tan afectado porque fue el que había ido a pedir la ayuda. Rápidamente los llevamos para Tehuitzingo pensando que era lo más cerca pero no había oxígeno ahí y entonces se regresaron para Acatlán y siempre fueron en la batea de una camioneta pick-up.

Otra vez los médicos dijeron que se habían salvado porque los fueron oxigenando y por la prontitud de la atención. Cuando yo estaba ahí, estaba el presidente municipal y había como 35 o 40 personas en la discusión de que los llevaran a Tehuitzingo, que a Acatlán y siendo el individuo de mayor rango, otra vez la ley te obliga y te dice que tienes que actuar. Y dije: “Sabes qué, póngalos arriba y vámonos”. Se salvaron, uno de ellos había sido candidato a la presidencia municipal con Vivaldo Calixto. Había que actuar, pero solo lo comento porque así me he conducido en la vida y así como me han ocurrido cosas extraordinarias, hemos procurado corresponder o atender y es una naturaleza de origen el servir.

¿Fue un cambio grande el que estuviera en su pueblo y trasladarse al internado, un lugar urbano con otras costumbres?

Sí, se abre la visión, aprendes y te transformas, eres otra persona, nunca dejé la humildad y la sencillez y cuando alguna vez tuve la tentación de perderlas, hubo quien me ubicó a los 25 años. Es otra lección que agradeceré siempre. Ya egresado de ingeniero agrónomo, tengo mi primer cargo a los tres años de egresado y me empiezo a sentir importante como se sienten todos los funcionarios, no hay uno solo que no tenga la tentación. Y bueno, ya eres el jefe del departamento de las empresas de la Universidad Autónoma de Chapingo, y alguien que me había conocido como estudiante, Graciela Gutiérrez, secretaria de la Facultad de Zootecnia, un día me ve pasar y me dice: “A ver, a ver, ingeniero, ven para acá, ¿qué te pasa? Apenas llevas tres meses en el cargo y ya caminas como el director, truenas los dedos como el director, hablas como el director y tus compañeros, que ya les caes bastante mal, dicen que eres el directorcito”.

Yo le dije, no, cómo crees. Me escabuí, me fui a la oficina, me encerré, reflexioné. Todo era cierto y desde entonces, desde los 25 años, sé que los cargos son pasajeros, que las circunstancias cuentan también, he tratado de ser lo más respetuoso posible, pero hubo quien tuvo el valor de decirme mis errores y yo presumo haber tenido la capacidad para escuchar, para procesar, para aceptar y cómo he agradecido esa oportunidad.

Te transformas cuando sales de la comunidad, ves otras cosas. Tan solo el hecho de cuando yo iba regresando había un árbol que yo siempre lo vi desde este lado porque aquí estaba la escuela; y cuando regresé vi el otro lado del árbol. Del otro lado tenía tres nidos, de este lado no tenía ninguno; entonces la visión mucho depende de lo que puedas imaginar pero también depende del lugar que ocupas en donde estás porque. Yo por ejemplo estoy viendo las ventanas, estoy viendo la puerta, estoy viendo las cámaras y por supuesto que tú –entrevistador- nada más ves las paredes y a mí. Dependes de dos cosas: la visión mental, la imaginación que puedas tener y qué quieres lograr, a dónde quieres llegar, y la otra, la posición que ocupas para ver físicamente.

¿Se convirtió en una especia de guía o un héroe de su familia?

No, estoy muy lejos de ser un héroe. En esos años, siendo el mayor y como antes se respetaba a los mayores, podría yo decir que orienté y cuando me preguntaban les guié pero siempre he procurado ser una referencia y aprender de todos y socializar lo aprendido. Eso ha sido algo que siempre he traído presente, el poder compartir lo que sabes pues de nada sirve tener si no compartes, y de nada sirve saber si no es para beneficio de los demás.

¿Cómo se adaptó con los muchachos en el internado, no lo discriminaron o sufrió bulling?

Fíjate que no, pero alguna vez me dijeron tecomateco o pescador –yo les platiqué que había pescado- pero eso fue todo lo que sufrí. Siempre me llevé bien con todos y cuando algo no me gustaba, simplemente no contestaba y me quedaba mirando, como diciendo no me gusta y santo remedio. Sí había liderazgos en el internado, recuerdo a un Joel de Progreso, Piaxtla, por supuesto, muy desarrollado e imponían su fuerza. Había quienes los admiraban, pero hace rato que no me sorprendo de muchas cosas, no era mi caso. Había también un Vélez que era de Atlixco que junto con Joel eran los dos liderazgos, pero, no nunca pasó de “dame una mordida de tu torta”.

¿Fue peleonero?

No, yo sido siempre he sido conciliador, esa es una naturaleza también que presumo, la descubrí por ahí en la secundaria; pero siempre procuro encontrar soluciones a los conflictos. Ya de por sí estamos tan llenos de problemas como para generar otros; esa ha sido una filosofía que he procurado impulsar.

¿Fue un buen estudiante?

Digamos que mediano. Sí hacía la tarea, sí estudiaba y leía pero mi capacidad retentiva era menor a la de otros compañeros que siempre sacaban dieces o nueves. Yo soy un estudiante de 84, siempre procuré la práctica sobre la teoría, siempre de lo que aprendía y leía, procuraba hacerlo para después transferirlo, práctica que hoy recomiendo: bajar la teoría y subir la práctica en el Sistema Educativo porque ahí es en donde estamos fallando. Conocemos mucho, sabemos mucho pero tenemos muy poca práctica en general y hablo por la Agronomía, por las carreras afines pero también veo que en las otras carreras es semejante.

¿Considera que fue un niño feliz?

Sí, siempre he sido. No tengo ningún rencor, nunca sentí envidia, nunca ha sentido temor. Mi único temor es a Dios. Nunca he tenido miedo. La verdad es que he controlado las emociones y luego cuando me encontré el libro de Daniel Goleman, La Inteligencia Emocional y otras lecturas sobre el tema, terminaron de perfeccionar mi control de emociones. Nunca verás un exabrupto, no hablo de los demás, baso mi vida en lo que puedo hacer, en lo que puedo sumar con otros, pidiendo la ayuda de otros, por supuesto; siendo agradecido pero he sido feliz toda mi vida.

¿A lo largo de su vida no ha tenido que reprimir ciertas cosas para poder conseguir otras?

Yo también tengo ambiciones como las tienen todos los seres humanos, nada más que hay que tomar la rienda para controlarlas, porque una ambición descontrolada se convierte en voracidad. Nunca fue mi caso, esas ambiciones humanas y materiales siempre han tenido un control, siempre he procurado ser prudente porque a veces en segundos hechas a perder las cosas. Tampoco indeciso, porque es algo que también es perjudicial; pero sí con todos los elementos que tienes a la mano, tomar una decisión, siempre procurando no hacer a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti. Y si esa regla la mantienes, creo que no habrá problemas.

¿Esos valores los aprendió en su familia o a lo largo de su vida?

Originalmente los aprendí en casa y los fortalecí en la escuela y en la vida diaria.

¿Fue alguna vez fiestero?

No, no me daba tiempo para para ir a fiestas, no hubo infancia, había que ayudarle a la familia, había que trabajar. No hubo Reyes, no traían nada y cuando traían, traían ropa que era lo que necesitábamos y eso me enseñó una cosa: que una cosa son los deseos y otras son las necesidades, y que un líder como los Reyes Magos y como los padres y como todo líder, debe tener la capacidad para conocer el deseo y las necesidades, y cada vez que pueda procurar atender equilibradamente unos y otros. Porque uno desea una cosa pero necesita otra.

Un Día de Reyes al despertar veo un pantalón color beige, color caqui a mi lado y pasa mi mamá y me dice: es para ti. Y yo pensé: yo quiero juguetes, aunque sea una resortera, un trompo que era lo que más te daban en aquel tiempo. Mi mamá se dio cuenta que lo que más ocupaba yo eran pantalones y pues los juguetes, ahí nos vemos después. No obstante eso, no nos hemos conformado pues siempre hay que ir hacia adelante pero también uno entiende que hay veces que las cosas no se pueden dar y hay que seguir buscándolas.

¿Qué pasatiempos tiene?

Camino bastante. Los fines de semana le doy una vuelta al fraccionamiento y procuro tener una alimentación equilibrada, pero el pasatiempo más importante es leer libros sobre técnica. En los últimos años, y ese fue un error mío, y digo error, porque debí hacerlo al revés. Yo leí mucha técnica primero y después leí sobre superación y más adelante sobre liderazgo y hoy recomiendo que se haga al revés: primero superación, luego liderazgo y la técnica se consigue, se compra, se alquila pero finalmente uno quiere convertirse en biblioteca andante. No se preocupen tanto. El conocimiento se consigue de los que saben, la tecnología se compra pero la motivación, la superación y el liderazgo solo puede provenir del interior de uno. Entonces, todo aquello que ayude a conocerse, a motivarse, adelante. Sigo leyendo, sigo buscando el conocimiento pero también los últimos veinte años me he dedicado a escribir. Para mi escribir es un vicio, pues creo que cuando uno ya no esté, las personas podrán tener alguna información.

¿Sobre qué escribe?

Sobre Agronomía, agua, medio ambiente, conocimientos de la vida. Hay algunas publicaciones en mi página personal en www.jimenezmerino.com.mx y de esa manera pues trata uno de mejorar su entorno y contribuir para las próximas generaciones.

¿Le gusta bailar?

No se me da, nunca me interesó.

¿Canta?

Sí, me gusta la música, me gustan los mariachis pero son habilidades que no desarrollé. Tengo hermanos que sí. Yo me dediqué al estudio, al trabajo, al desarrollo y al servicio.

¿Actualmente en qué proyecto se encuentra?

En este momento soy consultor agroalimentario orientando, asesorando, identificando, integrando y ejecutando proyectos en producción agrícola y hortalizas. Estamos sembrando ejote tratando de desarrollar una región que es mi pueblo en Tehuitzingo, en donde siendo director de Conagua entubamos una presa, una presa que estaba ahí desde 1984 con los canales deteriorados y le pusimos un sifón que es una innovación, es una novedad en el manejo del agua y ahí vamos orientando a la gente para que se pueda mejorar la productividad.

Esta semana se empezó a sembrar ejote. La próxima semana estaremos sembrando okra, ambos son para Estados Unidos. Aquí en el Valle de Puebla estamos sembrando brócoli, cilantro, cebolla, que es lo que nos están pidiendo los mercados. Estamos haciendo unas validaciones técnicas en la Mixteca para comprobar que es posible producir aguacate en zonas cálidas, porque el aguacate es de zonas más templadas. También me dedico a la producción y comercialización, y la consultoría que son las actividades que estoy desarrollando ahora.

¿Es más técnico que político?

Soy más técnico que político. Me ha costado más trabajo entender la política en función de mi formación y mi desempeño profesional, pero creo que con la técnica también se puede hacer muy buena política.

¿Cómo ve ahora su lugar de origen, el lugar donde vivió?

Las generaciones que ya estaban nunca evolucionaron, envejecieron, siguieron reproduciendo las mismas prácticas y las mismas formas de cultivar la tierra. Ha sido muy difícil poder transformar a las personas, mientras no se les demuestre; pero sí tengo la satisfacción que algunas innovaciones que se promovieron, hoy se están aplicando y llevando a cabo, tanto en la región de origen como lo que hemos podido hacer en otras zonas del estado, siempre procurando poner el ejemplo, poner la muestra. Cuando nada más es plática es mucho más difícil, pero cuando ya lo estás haciendo, la gente lo adopta porque ve cómo es.

Por eso, el que hoy estén sembrando nuevos cultivos, el que lo estén haciendo de manera diferente, más de 250 innovaciones en todo el estado he contabilizado y la gente tiene condiciones mucho mejores que las que tenía hace veinte años. Yo empecé a trabajar con ellos en 1991. Desde entonces de manera permanente -con cargo o sin cargo- he estado cerca de la gente y es una gran satisfacción el poder servir.

¿Cuál es su satisfacción en la vida?

Ver que a los demás les vaya bien. Ver que la gente pueda resolver al menos parte de sus problemas, el que todos podamos estar mejor y que podamos dejarle a las futuras generaciones algo mejor que lo que nosotros nos encontramos.

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