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Impactan a toda Francia las protestas de los chalecos amarillos

  • Rosa María Lechuga
“La realeza es destruida, la nobleza y el clero han desaparecido, comienza el reinado de la igualdad”. (Maximilano de Robespierre)
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El humo se asoma entre las calles francesas, en “Place de l’étoile” (París) donde está el Arco del triunfo, en la Avenida Carnebière en Marsella, en la plaza “Belcour” de la ciudad lionesa; frente al Palacio de los Derechos del Hombre en Estrasburgo, las manifestaciones del movimiento popular francés conocido como “Chalecos amarillos” han tomado la nación.

Tras tres fines de semana intensos de movilizaciones a lo largo y ancho del país galo -y cientos de arrestos-, todo indica que se cocina la “Revolución Francesa del siglo XXI”.

« Il se sent la Révolution »

¿El motivo?

El rechazo al aumento del precio de gasolina y como cascada, han visto la luz una serie de demandas como reclamo de la sociedad francesa  que no está dispuesta a soportar más, entre ellas, aumento de la jubilación, elevar el salario mínimo, reducir las tasas fiscales y cobrar impuestos “justos” a la clase alta.

El sentimiento que se respira entre la clase media y popular es de injusticia, ya que el impuesto a la gasolina será, como todos lo sabemos, para enriquecer más a las clases ultra-ricas y no en beneficio de la sociedad en general. ¿Les suena?

Pero hay algo más que durante estas movilizaciones las personas han manifestado: las humillaciones de las cuales han sido objeto y el perjuicio de su dignidad. En los últimos tres fines de semana, he escuchado: “Soy microempresario y ya no puedo más con los impuestos, mis trabajadores ganan más que yo y ya no puedo más con las cargas sociales, tengo familia, hijos, he trabajado toda mi vida y es humillante seguir siendo pobre”.

Un bretón que vino a manifestarse a Champs Elysées me dijo que no soporta ver a su madre y la miserable jubilación que recibe mes con mes: “no puedo más, tengo familia, hijos y debo apoyarla pero no me alcanza, ella ya no puede trabajar y tiene derecho a una remuneración digna, estoy harto”.

La fuerza de este movimiento espontáneo, radica en las “redes sociales”, Facebook y Twitter principalmente han sido responsables de la convocatoria ante el conflicto social que se vive en Francia y que se comienza a extender en Europa.

He ahí la verdadera prueba de un malestar generalizado, auténtico, imparable, insumiso, inmenso, natural. Después vinieron actores políticos, organizaciones, sindicatos que fueron sumándose y que ha puesto al gobierno francés en la mira del mundo.

El multireconocido historiador francés, Gérard Noiriel  lo catalogó de “movimiento inédito de la mayoría silenciosa”. Me atrevo a pensar que además de inédito, se ha ido tornando violento.

El 17 de noviembre se realizaron varias marchas, según cifras oficiales, en dos mil sitios en el país. Para el 24 al menos se confirmaba que no se trata de un movimiento efervescente pero además, la parte más afectada fue la capital donde la ex-avenida más famosa del mundo se convirtió en un campo de batalla tras arder varios objetos, levantamiento del concreto hidráulico, multitudes enardecidas coreando “Macron, démision”. Pero este 1 de diciembre, no solo fue fatal, el país estaba inundado de mensajes simbólicos alusivos a la marea amarilla.

Un diputado en la Asamblea Nacional portaba un chaleco amarillo y se hizo acreedor a un castigo por “desorden e incitar a la violencia” y además se suspendió la sesión del dia por su exacerbo. El ex presidente François Hollande regresó a la vida pública y se unió al movimiento, oxígeno puro para él sin imaginarlo y, para reforzar la figura de Benoît Hamon que sin ser “héroe” continua sumando militantes a través de su activismo político empujado por este momento histórico que vive Francia.

Otro más y muy importante: los manifestantes no solo son hombres; hay mujeres en un gran número, las clases medias se han hecho presentes (y que los medios no difunden ni explotan como todo aquello malo) y que además hay una parte que se presenta de manera pacífica e incluso, saludan de manera respetuosa a los policías y que se van una vez que se han manifestado sin mayor problema, pero pidiendo al gobierno ser escuchados.

Las personas a las que se les identifica como “alborotadores” se ha convertido en un asunto mediático más que en una razón de fondo, de ahí que ya se confirma una movilización para el siguiente fin de semana a nivel nacional.

¿Crisis política para Emmanuel Macron?

Su abrupto regreso de Argentina donde se realiza el G20 indica que sí y habría que agregarle la división tan evidente con el gobierno de Anne Hidalgo, alcaldesa de la ciudad más afectada tras el tercer día de manifestaciones, París, y que le han querido relegar dado el capital político que posee.

El reconocido sociólogo Michel Wieviorka señala que es un movimiento con un significado diverso: “Actores que demandan medidas fiscales justas, que reclaman injusticias y desigualdades, revelan sus dificultades económicas que sufren y que piden ser escuchados por el gobierno como ciudadanos capaces de participar en el debate público”.

Lo sucedido este uno de diciembre en especial en la capital francesa, deja claro que está de regreso una Francia revolucionaria, que sueña, se agita, que no desfallece, que mira enfurecida las injusticias.

Y para ello, no hace falta más que ver las imágenes que recorrieron el mundo entero ayer donde el Arco del Triunfo fue “grafiteado”, Place Vendome atacada, la famosa “rue Rivoli”, Opera, avenida Foch, Kléber, Victor Hugo, Wagram, Ternes, el jardín de Tulerias, boulevard Haussmann, lugares parisinos afectados y una ola de “Chalecos Amarillos” sitiaron la ¡“ciudad más bella del mundo”!

“Chalecos Amarillos” es la voz de una sociedad unida y que no se rinde, ni se rendirá.

Ya no más Libertad-Fraternidad-Igualdad en el discurso, el pueblo ha tomado el destino en mano.

¡En marcha la Revolución francesa del siglo XXI!

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