• Cultura

A mi ofrenda le faltaron los “Faros”

  • José Alberto Vázquez Benítez
No faltaron en el altar las ceras y veladoras encendidas, y los alimentos que tanto gustaban a nuestros muertitos
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Por más que realicé curioso recorrido por los mercados de los barrios, visitando tiendas, tendejones, estanquillos y hasta los puestos a orilla de banqueta, no encontré los cigarros “Faros”. A un par de amigos que por sus ventas mucho viajan al interior del estado, a las dos sierras; la norte, con su riqueza enorme de costumbres y tradiciones, donde por cierto me tocó ver y vivir ahí, en Olintla, en la festividad de los Fieles Difuntos las dos calaveras que por las noches salen a pedir su limosna y cooperación, no solamente en golosinas y dulces como se acostumbra en las zonas urbanas; salen a colectar víveres, maíz, frijol, semillas y otros suministros que serán el sustento para casi todo el año, pues una de las calaveras es el Alguacilito o Guardián del templo, que días antes fue nombrado y que al dedicar su tiempo completo a las labores del cuidado del templo, incluido el repique de las campanas, vivirá ahora de la caridad y las cooperaciones, especialmente las colectadas en la noche de difuntos.

La otra calavera es la del pueblo, la de los del inmaculado “calzón blanco”, la de los llamados desde los tiempos del virreinato: “los de sin razón”, y digo y resalto inmaculado calzón albo, porque pese a subir, bajar y recorrer los andurriales de su pueblo; recoger la leña, y demás menesteres, a pesar de los días lluviosos que por aquí se dan todo el año, dice la sabiduría del pueblo “Aquí sólo  hay dos estaciones, la del ferrocarril y la de lluvias” pues así, andando entre los lodazales: calzón, huipil, camisa y huaraches conservan su blancura y limpieza de una manera asombrosa.

Salen ya en la obscuridad de la noche, alumbrándose con ceras encendidas, a recorrer las calles colectando lo que generosamente los vecinos tienen a bien darles; pero en su recorrido tratan y logran a toda costa de no darse el encontrón o toparse una calavera con la otra, junto con la gran procesión que les acompañan. Dice la tradición que de encontrarse las dos calaveras, además del enorme disgusto para ambas, esto puede acarrear males venideros para todo el pueblo.

Pues a mí ofrenda le faltaron los cigarros “Faros”.

Tuvo la ofrenda todo lo que una buena ofrenda debe tener, las fotos de los difuntos a quien se recuerda y se ofrece; la fotografía de los abuelos en su boda y otras, el crucifijo ante el que solían rezar al iniciar los días y por la noche al terminar y dar gracias por un día mas vivido.

Las flores de cempasúchil, por cierto cada día mas caras, aunque bien que abundan y mucho hermosean los campos que rodean a mi ciudad, deleite de la vista el salir estos dias a carreteras y contemplar los paisajes llenos de las hermosas matas de flores de un intenso amarillo e inconfundible y agradable aroma. Mucho recuerdo, aun de chavales que salíamos con los tíos en la camioneta con redilas a comprar las flores a Cholula y sus alrededores en Santa María Tonatzintla, nombre de pueblo que significa “Nuestra Madre”, y a comprar la fruta fresca para poner en la ofrenda de temporada a Huejotzingo y Calpan.

No faltaron en el altar las ceras y veladoras encendidas, y los alimentos que tanto gustaban a nuestros muertitos, las botellas de ton, tequila, mezcal o, pulque en los pueblos; sacamos de la vieja carpeta de argollas de la abuela, de sus recetas, la del “Punche” o dulce hecho con harina de morados elotes, cocinado con agua de azahar y polvos de canela, la misma canela, pero en rajas adorna el platón de azul y blanca talavera en el que es servido. El riquísimo dulce de calabaza y los humeantes jarros de oloroso “Ponche” con ron, trozos de caña y tejocotes. Con los alimentos preferidos, en su recuerdo pusimos también una torta compuesta, con milaneza refrita y empanizada, con harta cebolla, sus rajas de chiles poblanos, mantequilla y su aguacate.

Y, por supuesto en primer plano a la vista, y en primerísimo plano del olfato, saludando al visitante con el increíble e inconfundible aroma del azahar; las hojaldras redonditas, deben de ser circulares para representar el ciclo de la vida y la muerte no muy grandes para que cumplan con lo que la regla y tradición de su diseño ordena: coronadas en su parte superior por una bolita de pan que recuerda a una calavera, o un cráneo y de ella descienden cuatro canillas que además de representar los huesos del esqueleto  recuerdan los cuatro puntos o direcciones del universo, se dirigen a los cuatro puntos cardinales.

Y entrando más en los detalles por estudiosos de lo nuestro descritos, estas cuatro líneas son advocación a los dioses: Tezcatlipoca, Tlaloc, Quetzacoatl, y Xipetotec.

La harina del pan hojaldra debe prepararse antes de entrar al horno con el agua de azahar, que le va a dar, ya horneado al pan ese aroma que inunda el sabor, el olor y al paladearse nos trae el recuerdo de nuestros muertos.

Pero, nos faltó ya lo dije arriba y lo reitero, la cajetilla de cigarros “Faros” y ahí tenían que estar pues no sólo por su fina y delgada envoltura en papel arroz, sin llevar filtro, claro; tanto disfrutaba al fumarlos el abuelo y todo el México de años atrás.  Pero sobre todo lo mucho que repetía, cuando alguien conocido fallecía y así también le tuvo que ocurrir a él, que al enterarse de la noticia exclamaban: “Ya chupo faros”, Frase verdadera sentencia, cuando algún revolucionario iba al amanecer a ser fusilado. Dramática escena vivida en México en tiempos de revolución por millares de veces. Y que el abuelo decía de sus recuerdos de chamaco haber visto algunas veces, pero haber escuchado por cientos de veces.

Se decía, que desde la noche previa, al preguntársele su última voluntad o deseo, muchas veces expresaban este deseo de al ser llevados al paredón de fusilamiento se les permitiese fumar un cigarrillo de los que entonces eran más que la moda, del gusto de todos. Pedían como último gracia: “Fumarse un cigarrillo Faros”. De ahí que surgiera la frase muy de moda, aún en nuestros dias y que mucha gente dice sin conocer su verdadero significado, al preguntarse entonces por fulano de tal, o ¿Qué es de fulano?, ya fallecido, surgía la respuesta: ¡Ya chupó faros” en alusión, claro al recién fusilado, pero frase en uso para referirse a quien ya pasó a mejor vida…¡Ya colgó los tenis!, o... ¡Ya chupó faros!

Frase esta que era el colofón de lo ocurrido con los fusilados, cuyos momentos previos al fusilamiento, momentos aquellos que de manera genial son descritos con el sonoro y musical manejo de la prosa de Juan Rulfo en su cuento: “Diles que no me maten”.

“ - ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad…”

“ – Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios..”

Y, al exclamar esta petición por caridad, el que recibía el encargo de ir a hacer la petición: ¡Que no me maten! Manifestaba también su preocupación por su propio pellejo:

“ – Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿Quién cuidará de mi mujer y mis hijos…”

Fue también en los violentos tiempos del movimiento revolucionario armado de México que eran tantos los muertos en una batalla o encuentro que no había suficientes féretros, vamos ni siquiera cajones o ataúdes de madera y los cuerpos de los muertos eran sepultados envueltos en petates o pliegos de paja, de ahí al ser enrollados en petates, surgió otra frase popular y de uso hasta estos dias: ¡Ya se petateó! Al referirse a alguien que ya fue sepultado.

Así que las ofrendas, y así la nuestra se construyen sobre una base de ricos y policromos manteles de  pliegos de papel de China que luce hermosos de artísticos recortes, sobre algún reboso o chal tejido si se trata de una doña difunta y en muchos casos sobre de un bello petate.

Por todo esto, mucho lamento no haber encontrado una cajetilla de cigarros Faros, ya no los hay, y este año, al igual que otros la ofrenda de los abuelos ¡No tuvo Faros!

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