• Ciudad

Ver la luz al final del túnel del distribuidor Juárez-Serdán

  • Mariano Serrano
A Mario nada le espanta más que ese tramo de la vialidad, por su mal estado y falta de señalización, ya que es su paso obligado para no retrasar más su llegada al norte de la ciudad
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Son las 8 de la mañana.

Mario maneja su “Basurati”, una caribe modelo 85 que rescató de un deshuesadero de autos por la mínima cantidad de 5 mil pesos. Le arregló el motor y la puso a rodar otra vez en la ciudad de Puebla. Todos los días sale de su casa en San Bernardino Tlaxcalancingo y toma el bulevar Atlixco con dirección al norte de la ciudad. Sale con anticipación pues el tráfico en esa zona es complicado.

Pero más complicado es pasar el túnel.

Nada le espanta más que ese tramo de la vialidad, es su paso obligado para no retrasar más su llegada al norte de la ciudad, específicamente a la junta auxiliar de San Pablo Xochimehuacán. Hoy hay mucho tráfico. Treinta minutos después, llega a la avenida 25 poniente, que para él, es la antesala a su pesadilla.

Todos los días Mario vive estos minutos de angustia por la memoria de aquel mes de febrero del 2016, cuando de regreso a su casa fue testigo de la suerte de un hombre en un último modelo hecho la raya, su derrape, sus volteretas y su loca carrera estrellada contra uno de los postes de concreto de la vialidad. No es grato ver morir a un hombre.

Mario va pegado a la izquierda, junto al carril confinado para la circulación de la ruta 1 del metrobús. A medida de que avanza y la distancia se acorta, comienza a experimentar un cambio de temperatura, siente que algo comienza a enfriarle todo el cuerpo, de los pies a la cabeza, mientras toma la palanca y hace un cambio de velocidad y se aferra muy fuerte al volante.

La caribe 85 de color rojo comienza a entrar al túnel, es el paso deprimido “Juárez-Serdán” construido en el año 2004, en la administración del alcalde entonces panista Luis paredes Moctezuma. Trece años después la que fue proyectada como una magna obra, hoy es un factor de riesgo para los automovilistas, por la falta de señalética, el trazo descompuesto y el ruinoso pavimento.

Mario, maneja aferrado al volante de su “Basurati” atento a los espejos, respeta el límite de velocidad de 60 kilómetros por hora, lo que le cuesta algunas mentadas de madre y cerrones de otros autos que van a toda velocidad.

En la hora pico nadie respeta nada, lo importante es llegar a tiempo. Mario va a las vivas, pero tiene miedo de derrapar si excede la velocidad, pues el piso de concreto hidráulico ya comienza a brillar de lo liso que está en algunos tramos. Y ni qué decir de la filtración de agua sulfurosa que sale por algunas grietas que se ven en los muros de concreto.

La luz del “Basurati” apenas alumbra la vialidad, la luz en el túnel no es la misma de hace 14 años. Mario recuerda aquella inauguración, cuando cada una de las lámparas funcionaba y manejar por el túnel, le hacía sentirse en una vialidad de otro nivel de ciudad, como las que hay en el primer mundo.

Pero Mario no se distrae, al piso le faltan las rayas blancas, esas que ubican a los automovilistas en su carril, y las señales del límite de velocidad, no hay una sola banderola. Mario va con el Jesús en la boca, y con una oración le pide a su dios que lo acompañe en ese tramo de dos minutos extensos, el tramo más largo en su vida de conductor.

Baja la velocidad obligado para pasar la rejilla del drenaje pluvial, que corta la avenida y que muchos de los conductores pasan sin la mayor precaución, pero él no se da ese lujo con el viejo Caribe; las imperfecciones en el trazo lo obligan a zigzaguear como un piloto de fórmula 1, en esas curvas cortas en una pista de carreras y que hace que los conductores por inercia invadan el carril, cerrando el paso al otro vehículo.

Son las 8 horas con 40 minutos de la mañana. Algunos claros en el camellón central apenas dejan asomar un rayo de luz por donde circula el metrobús, esa área que hasta hace un par de años era peatonal, en la cual se podría caminar y observar las imperfecciones de la obra, los pilotes redondos, las enormes estructuras de cemento donde descansan las ballenas que dan soporte a este paso a desnivel.

Mario se dice asimismo, “Apenas vamos a la mitad” y entonces pide a los Ángeles y a los Frailes que le dan nombre a una de las fuentes emblemáticas en  ese túnel, vuelvan más corto el camino para ya terminar con el suplicio. Toma una franela que lleva junto a la palanca de velocidades de la Caribe 85, se seca las manos y se da tiempo en una fracción de segundos para observar a su alrededor las mallas que cuelgan del camellón, nunca se ha explicado para que las pusieron, algunas de las posibles respuestas que ha encontrado son: o estas mallas fueron colocadas para evitar que la lluvia moje la vialidad, o tal vez para que los choferes no se distraigan, aunque en algunos tramos las mallas ya están hechas girones.

Mario está a punto de salir del paso deprimido, pero ha llegado al punto más crítico, “El Distribuidor Vial” en donde debe de ir más atento que nunca. Esa zona es la de mayor riesgo, ya que no hay señal que indique una próxima salida, ni para la 4 poniente, ni para la rotonda que abre hacia el bulevar Hermanos Serdán, ni para seguir derecho hacia el bulevar Norte. No hay tiempo para pensar en la falta de cultura vial en Puebla y los problemas serios de accidentes que provoca y de nada sirve afirmar que la ciudad está considerada una de las más peligrosas para manejar en el país, nada de eso ahora le importa a Mario, pues cuando llega al entronque  por la derecha para salir del túnel, el auto que va en el carril izquierdo se le cierra inesperadamente para tomar la salida. Mario se amarra al pedal del freno,  quema las llantas de su “Basurati” y logra librar al imprudente.

Mario suda y mienta madres mientras sale al redondel ajardinado que adornan emblemas de gobierno. Apenas si repara en las plantas tristes que únicamente lucieron el día de la inauguración oficial del remodelado túnel que presumen los panistas.

Pero ya Mario está del otro lado, han pasado los dos minutos de su angustia diaria. Ha visto la luz al otro lado del túnel “Juárez-Serdán”.

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