• Economía

Apoyan en Puebla a pequeños productores de café y textiles

  • Samantha Páez
Cristina Múzquiz es una creyente del comercio justo, cree que la fórmula de ganar más e invertir menos ya está agotada
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"Decidí hacer realidad mi sueño, tener un espacio donde podamos ofrecer uno de los cafés más deliciosos que existen en nuestro país", dice Cristina Múzquiz, dueña del café gourmet Ki'Bok y de la tienda de textiles mexicanos Iquiti, ubicados en la calle 5 Sur 504, y sus ojos se abren de entusiasmo mientras habla.

Tanto el café como la tienda de textiles tienen año y dos meses de funcionar con gran aceptación de los poblanos.

El café es un espacio acogedor formado por cuatro mesas con dos sillas y dos sillones que tienen al lado una mesita con revistas. Todo es de madera color chocolate con cojines de tela clara bordados. La barra es grande, también de madera, allí hay galletas, panes y chocolates de productores locales y chiapanecos. Si el café tiene una luz tenue, la tienda de textiles es lo contrario, está muy bien iluminada por la luz natural, lo cual resalta los colores vivos de los rebozos, almohadas, cobijas y bolsas.

Apoyo a pequeños productores

El proyecto de Cristina comenzó a germinar hace más de 27 años, cuando uno de sus amigos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) la invitó a Chiapas.

"Cuando vi por primera vez las cascadas de Montebello, Palenque y el templo de San Juan Chamula fue impactante", recuerda Cristina originaria del Distrito Federal pero que lleva viviendo en Puebla más de doce años. También le impactó el sabor del café que preparan en San Cristóbal de las Casas.

Después de ese primer viaje regresó varias veces a Chiapas ya casada y con hijos, se relacionó con muchos de los productores de café, quienes le pedían cada vez que iba que vendiera café en México.

Fue hasta que renunció a su trabajo como capacitadora que decidió abrir Ki'Bok. Con su empresa espera apoyar el café que se produce en México y que, desde su punto de vista, tiene los estándares más altos de calidad aunque no todos los consumidores lo saben apreciar. México es el séptimo lugar a nivel mundial en producción de café y el primero en café orgánico, pero la mayor parte del grano se vende a países europeos o asiáticos.

Cristina compra el café a la cooperativa "Maya Vinic", que significa Hombre Maya, conformada por pequeños productores de los Altos de Chiapas que no tienen más de dos hectáreas de terreno y que se agrupan para poder competir con las grandes productoras. El café es totalmente orgánico porque no se utilizan químicos durante su proceso de siembra, ni para fermentarlo o despulparlo.

Chiapas es el principal productor de café orgánico en el país, allí se concentra más del 33.2 por ciento del volumen de producción de grano. El 70 por ciento de los agricultores son indígenas que no poseen más de cinco hectáreas para cultivar el grano.

Fomento al comercio justo

Cristina Múzquiz es una creyente del comercio justo, cree que la fórmula de ganar más e invertir menos ya está agotada. Por eso se dedica a platicar con sus proveedores para establecer un precio que cubra los gastos de elaboración, traslado y calidad, pero que a la vez sea accesible para sus clientes.

"Nosotros trabajamos con comercio justo, es decir, la ganancia debe ser monto que se fija entre el proveedor y quien ofrece el servicio de manera directa (...) No sólo es una relación comercial nuestra relación con nuestros proveedores del café y del chocolate, es una relación muy estrecha, porque yo considero que cuando se establece una relación más cercana se pueden hacer mejores cosas", asegura la dueña de Ki'Bok.

Para Cristina es importante tener una retroalimentación con todos sus proveedores porque el mercado poblano es exigente y si bien está dispuesto a pagar por lo que le gusta, esto tiene que ser de calidad.

Aunque el café y el chocolate que se venden en Ki'Bok provienen de Chiapas, las galletas, panes y pasteles son de productores poblanos. Uno de ellos es Verdinova, flor de la tierra, empresa atlixquense que les vende cupcakes de harina de nopal, manzana o pera, todas ellas libres de gluten y más fáciles de digerir.

También compra jaleas a comerciantes de Zacatlán, mientras que otras las galletas, pasteles y panes son horneados de manera casera por personas que recién están comenzando un negocio. "Nos da gusto fortalecer nuestro mercado interno", dice Cristina y luego sonríe.

Textiles y café se llevan bien

El café y la tienda de artesanías están una al lado de la otra, son espacios totalmente diferentes pero que están conectados por dentro. "Han funcionado muy bien juntos", sostiene Cristina. Ella misma es la prueba de que el café y los textiles se llevan bien, viste una blusa roja bordada y bebe durante la plática un café americano.

Muchos de los productos que se venden en Iquiti son hechos por mujeres chiapanecas de la cooperativa "El Camino de Los Altos", aunque también hay textiles de Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Puebla y Estado de México.

"Cuando fui a Chiapas me llamó la atención que se agarraban de un árbol, y luego supe que una de las técnicas ancestrales es la del telar de cintura, que se enriqueció con la llegada de los españoles", explica Cristina Múzquiz, quien busca que los textiles de su tienda representen a una etnia mexicana y se fabriquen con técnicas tradicionales.

De acuerdo con el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) siete de cada diez artesanías que se producen en nuestro país están hechas por mujeres. La producción textil es, junto con la alfarería, la actividad artesanal más grande y variada en México.

No hay prisa por crecer

Aunque Ki'Bok e Iquiti han sido muy bien acogidos por los clientes durante más de un año, a Cristina no le urge crecer. "Este negocio requiere de mucha atención, a diferencia de otras cafeterías los clientes son nuestros amigos, que vienen en diferentes horarios, en diferentes días, la atención es especializadas, vamos a crecer hacia el patio o hacia el tapanco, no me interesa la franquicia", dice para después dar un sorbo a su café.

Esta emprendedora está más enfocada en la elaboración de nuevos menús o en ver la posibilidad de que toquen grupos en vivo, así como en hacer de su cafetería un lugar relajado, un sitio de encuentro, que en transformarse en una franquicia. También le interesa que su equipo de trabajo esté cómodo y el ambiente laboral sea divertido.

"La idea de Ki'bok que sea una cafetería con un ambiente relajado, que sea un lugar para que la gente se conozca o se reencuentre, que los clientes puedan compartir lecturas, pláticas o música (...) En el mundo hay mucha soledad y este tipo de lugares ayudan a reecontrarse con el otro", comenta Cristina de manera final, para luego pasarse detrás de la barra y atender a sus amigos.

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