• Sociedad

Fallece Helena Beristáin, una adicta a la lectura

  • Israel Velázquez G.
La investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM murió ayer a los 86 años de edad
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Se nos fue Helena Beristáin a los 86 años de edad, quizá la única persona que veía necesario enseñar en las aulas a leer literatura, necesario “que se genere en los alumnos, desde la preparatoria, una adicción por la lectura”.

La literatura, afirmó alguna vez en Puebla, se debe enseñar de forma analítica tomando en cuenta “el cómo y el porqué se dice lo que se dice” y para ello se debe incluir a la retórica en los planes de estudio; ¿por qué retórica?, “porque ésta se esmera en que el lenguaje sea eficaz, que convenza”.

Durante más de 50 años trabajó para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), formando generaciones de estudiantes y maestros en talleres, cursos, clases y seminarios.

Investigadora emérita en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM consideraba que si se explica cómo está hecho un texto, sobre todo si se trata de un lenguaje artístico, “lograremos despertar el interés de nuestros alumnos por la lectura y quizá generemos en ellos un vicio por la lectura, que no hace daño”.

Docente ella misma durante gran parte de su carrera Helena Beristáin insistía en que los profesores son importantes en la formación de los estudiantes porque “cuando el hombre es joven, se estudia a sí mismo” y es esa etapa de la vida el momento justo para que el ser humano se aficione a algún arte porque “sin la afición a un arte, vivimos como animales”.

A ella la pasión por la lectura le surgió cuando cursaba la primaria y sus padres le regalaron un ejemplar de La Quijotita y su prima, de Joaquín Fernández de Lizardi. Su padre, Juan Beristáin, era un militar que participó en la fundación de la Escuela Superior de Guerra, y su familia se mudaba según las obligaciones del padre, lo que llevó a Helena a estudiar en diferentes estados antes de quedarse a vivir en el Distrito Federal y cursar Letras Hispánicas en la UNAM, donde tomó clase con escritores como Agustín Yáñez y Julio Jiménez Rueda.

Estudió maestría a doctorado y al concluir, en 1953, se convirtió en profesora de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria, en San Ildefonso, en el Centro Histórico de la ciudad de México. Tras pasar algunos años consagrada a la enseñanza estudió biblioteconomía y se convirtió en la primera persona graduada de esa carrera en México, en 1959, pero, asegura, creí que me la pasaría “leyendo, pero ocupaba mucho más tiempo en pegar etiquetas”.

Helena Beristáin, a quien todo estudiante de letras debe conocer como autora del Diccionario de retórica y poética editado por Porrúa, tuvo durante los últimos años dos preocupaciones: la enseñanza de la lengua, porque “quien se aficiona a la buena literatura mejora automáticamente su calidad de vida, pues convive con las inteligencias más finas y las sensibilidades más exquisitas del mundo”, y la otra, un poco más dolorosa: “me tengo que morir y no sé qué hacer con tantos libros. No sé qué va a ser de ellos”.

El destino de sus libros lo ignoro, pero hay que aprender de su generosa disposición para enseñar y defender aquello en lo que se cree, siempre con una dimensión humana.

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