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Crónica de un mal debate: los candidatos y sus porras

  • Sergio Mastretta / Mundo Nuestro
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¿En el griterío quién ganó? ¿En el debate quién perdió? Preguntas ingenuas, sumidas en el desvarío que sigue a un mal debate-muestrario de tarjetas informativas y notas de prensa aprendidas a golpe de sesudos equipos de comunicación social, y de las que los candidatos extraen frases y a veces números que en la reyerta de las porras he olvidado ya.

A las nueve de la noche estoy atorado en el lobby del hotel Camino Real, atado entre camisetas rojas y blanquiazules que envuelven cuerpos jóvenes que alguna razón en su existencia han encontrado para desgañitar incoherencias firmadas con las palabras Agüera y Gali. Calculo que entre porras, reporteros y fotógrafos y miembros de los equipos de campaña seremos unos 300 que nos apretujamos al borde de una indiferente avenida Atlixcáyotl. En el apretujón ya no hay partido que valga. Aturdido, me envuelvo en la batalla de las porras. Los candidatos han escapado por la puerta trasera, en medio de caravanas de los trajeados rectores de Actívate por Puebla. Hago el ánimo por valorar este esfuerzo, pero me gana el peso contundente de un proceso electoral poblano todavía perdido en las burocracias de los partidos, incapaces de ceder de la democracia a los ciudadanos. Las campañas pueden tener un quiebre en los debates. Este no lo provocará.

Carteles en todos los postes. Debates que no lo son.

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A las 5.55 de la tarde las huestes de Agüera se preparan para el combate. Ya han tomado el camellón que separa  al hotel de la avenida Atlixcáyotl. Se reparten muy alegres camisetas rojas y blancas con consignas. Mujeres con cartulinas que las ubican en la colonia Minerales del Sur, allá más allá de Balcones me dicen, y yo imagino el oro verde del lirio del lago de Valsequillo, parejo y festivo criadero de nubes infernales de moscos que ya para esta hora se lanzan sobre nosotros.

Por no dejar interrogo a uno de los rojos. Viene de Buenavista Tetela. “A mí me trajeron --me dice--, por eso estoy aquí”. Muy bien, eso está en el libreto.

Un grupo de chamacas también cumple con el libreto: vienen de la facultad de Psicología de la BUAP.

No veo porra panista. No han llegado al menos.

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A las 6 de la tarde ya están muy paraditos los señores de Actívate por Puebla. No veo entre ellos a ninguna mujer. Y sé de dos que han estado metidas en esto. Pero para el evento los señores. Toño Gitani, del Club de Empresarios, me dice que por favor, atrás de la raya. Impecable, otro de los trajeados me dice que es imposible pasar. La prensa quedará fuera del lobby y ya los fotógrafos lo han entendido, a la espera como  están de que lleguen los candidatos.  Y aquí no se televisará el debate, y si lo quiero ver, ya me puedo ir al hotel Presidente, allá hasta un cafecito me ofrecerán. El impecable se llama Pepe Mata, y representa a la Universidad Anáhuac, la de los Legionarios. Y me deja porque ya llegó Derbez, muy sonriente, justo cuando el griterío exterior anuncia que ha llegado Agüera.

El ex rector no acusa el golpe recibido en la mañana con la información de sus propiedades en Miami presentadas por el diario Reforma. Ya han salido a negar los voceros de la coalición 5 de Mayo y a acusar a Gali de un golpe bajo más en la guerra sucia.

Enrique Agüera viene serio, con un paquete bajo el brazo que reconozco utilizará en el debate. Atrás quedaron sus porras, camina solo y encara a los fotógrafos en las escaleras de acceso del Camino Real. Lo veo bronceado, y ya en el debate nos dirá que en estos días ha caminado mucho por la ciudad.

“Estoy listo”, les dice a los señores de Actívate, que ya lo esperan muy formaditos. Y lo ponen en medio, a un metro de la puerta para que los fotógrafos no se metan, y les toman la foto.

Estoy listo, confirma, y remata: “Es lo bueno de saber lo que va a pasar.”

Y camina solo a la sala de espera. Derbez lo sigue, y de reojo les dice a sus colegas de Actívate:

“Es que yo quiero mucho a ese hombre.”

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Gali también sube solo las escaleras. Casi sorprende a los de Actívate. Algo trae también bajo el brazo, una pequeña carpeta. Las gráficas que presentará en el debate las cargan sus asesores.

Nada dice. Igual lo ponen en medio y se toman la foto.

A la vista está Agüera. Se dan un abrazo.

Y luego Actívate y sus trajes y sus severidades se los llevan a su debate.

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“No importa quién, sino cómo nos gobierne”, dicen los de Actívate por Puebla.

Y en el pecado los ciudadanos llevaremos la penitencia.

Eso escribí en mi libreta al acceder con el celular al portal de Actívate para ver en vivo lo que se dicen estos señores.

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Son apenas las 6.30 de la tarde. Tengo tiempo para pensar en los candidatos y en la ciudad que se disputan.

El futuro que prometen los dos es el pasado que los condena. Eso también lo apunto en mi libreta. Y escribo más, con el sonsonete de la porra de Agüera como fondo y una cerveza para paliar la rigidez a la que han tenido que llegar los de Actívate para asegurar la presencia de los candidatos en su debate.

La ciudad que se disputan no mira el debate. Deambula por la Atlixcáyotl en territorio cholulteca, observa de reojo el ruido de las porras y pasa de largo. La ciudad se acuartela en las colonias entre las luminarias y la penumbra y mira mejor las telenovelas. La ciudad que se disputa tiene mil rostros a estas horas, va cargada en centenares de camiones que corren por la 11 Sur, ellos sí en disputa cruel por el pasaje hacia los barrios innumerables tendidos a su libre albedrío de su historia de carencias en la inmensa llanura de Castillotla, al oriente del río Atoyac, y hasta quedar varadas en la orilla insalubre del lago de Valsequillo. La ciudad que se disputan no mira a los candidatos, no se detiene en detalles y minucias de programa. La ciudad que se disputan está cortada por el río, el río cerco, el río frontera, el río pobre, el río rico, el rio bravo, el río muerto, el río a pesar de todo vivo.

La ciudad que se disputan ha soportado el sol más inclemente de la primavera, en un miércoles sin lluvia, sin sombra, sin huella del viento templado. Es la ciudad del sol plano, absoluto, de rencor insondable contra el pavimento.

Por la mañana recorro el río del sur. El Atoyac frontera entre los ciudadanos reales, pobres y ricos, que viven más allá del periférico: al poniente la ciudad Lomas de Angelópolis, con cinco kilómetros de orilla del río y terrenos comprados en el mejor de los casos a 80 pesos el metro a los campesinos, y vendidos en el mejor de los casos para el feliz colono clase mediero a 3,500 pesos el metro; al oriente la llanura de las colonias innumerables y las miles de casas revueltas entre unidades del Infonavit y paracaidismo de los años noventa. Es el río de las muchas ciudades nombradas en el frente de los autobuses con su proletario cargamento o en el amontonamiento de autos en las dos únicas entradas a la exclusividad de la residencia que se rifa en todas las rifas anuales de las universidades poblanas. O es la ciudad única, inalterable que se atraganta en esa cloaca que no sabe de apellidos ni nóminas y nos iguala en el único destino que no es futuro, nuestros diarios y absolutamente humanos desechos.

Es la ciudad plasmada en la 141 Poniente.

La ciudad que se disputan estos políticos tiene la avenida 141 Poniente que nunca conocerán los candidatos. La que recorro en este miércoles de debate fundido por el sol que por hoy ha dejado fuera a la lluvia. Voy en busca de la unidad habitacional Hacienda de Santa Clara, con sus siete mil casas con crédito Infonavit, con su pie de casa de cincuenta metros cuadrados. Siete mil casas en alrededor de 70 hectáreas. Y una sola calle para llegar, la 141, que atraviesa 1.6 kilómetros con sus doce metros de ancho desde la 11 Sur.  No hay un parque público para las 7 mil casas de Santa Clara. No hay un parque público para las decenas de colonias que encierran contra el río a esa unidad proletaria. Por supuesto que tampoco hay una cancha de futbol.

No lo hay. No lo encuentro en la unidad Hacienda de Santa Clara, esa unidad enorme del crédito proletario --285 mil pesos el pie de casa de sesenta metros cuadrados--, con sus siete mil viviendas pegadas al río, al final de la 141 Poniente, y frente a Lomas de Angelópolis al otro lado del río. Bien, miremos desde más arriba. Y voy al mapa de google y enmarco ese inmenso infortunio: pinto un polígono desde la esquina del río Atoyac y el Periférico, y tomo al oriente sobre esa avenida hasta los límites de San Francisco Totimehuacán; y de ahí al sur hasta la orilla del lago de Valsequillo, y luego al poniente hasta los pliegues del río en el puente de la 11 Sur, y sigue la ruta del Atoyac al norte de nuevo hasta la esquina del periférico. Es un tranco largo, un perímetro de poco más de 22 kilómetros, tal vez 30 kilómetros cuadrados de calles de tierra y avenidas de pavimento. Me reto a encontrar en el google a uno: ahí está, el jardín en la unidad de Agua Santa. Bien, voy por otro. Ahora los reto a encontrar más de tres.

Y los reto a que encuentren más de diez canchas de futbol.

¿Cuándo ocurrió todo esto? En los últimos veinte años, compartidos por cinco  gobiernos priistas y tres gobiernos panistas.

Anoto de nuevo en la libreta que a los candidatos y a sus partidos la ciudad y su destino los condena.

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Son las 9 de la noche. Los candidatos han escapado por una puerta lateral. Eso no lo saben sus porras. La de Agüera vio llegar desde las ocho, a medio debate, a sus rivales panistas. Por eso habían cerrado el cerco sobre el acceso al hotel, y habían tomado prácticamente las escaleras. Pero los de Gali también han jugado su estrategia y se han colado, uno por uno, al lobby, y por un momento ya tienen más gente adentro que los rojos de Agüera. No importa, son más, rápidamente tomaron el lobby sin que los de Seguridad del hotel, inermes, pudieran impedirlo.

No es el momento de valorar si Agüera nos convence con lo que llama un nuevo clima social, o si Gali nos persuade de que él representa el éxito de Moreno Valle.

Es el momento de los gritos.

Ninguna de las porras estuvo aquí para el debate. Unos y otros se desgañitan. Unos y otros han cumplido con las estrategias de sus sesudos dirigentes.

 De ellos es la ciudad que los candidatos se disputan. Unos y otros buscarán su sitio junto al río.

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