• Política

Y el debate lo gana… ¡la guerra de porras!

  • Álvaro Ramírez Velasco
Sólo la batalla de las arengas, el entusiasmo de los seguidores de Agüera y Gali dieron color a la noche de un “acartonado” debate
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San Andrés Cholula, Pue.- De frente, tan cerca como para respirarse los alientos, salpicarse la saliva y gritarse al oído las arengas de sus candidatos, las porras de los abanderados a la alcaldía poblana, Enrique Agüera Ibáñez (PRI-PVEM), y José Antonio Gali Fayad (Puebla Unida), vivieron momentos de excitación y tres aislados connatos de violencia que pusieron el color a las afueras del hotel en que se llevó a cabo el “acartonado” debate.

La guerra de porras y la estratégica disputa territorial para acercase a una infructuosa espera por la salida de sus abanderados, fueron sin duda las grandes ganadoras de la noche.

Sólo en tres ocasiones la proximidad física de los simpatizantes del ex rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y del ex secretario de Infraestructura del morenovallismo detonó los ánimos y amenazó con el incendio de los entusiasmos, que se extinguieron, tras algunos empujones, con la intervención de los líderes de las porras que llamaron a sus huestes a la calma.

“Yo sí le voy, le voy al Agüera”; “se ve, se siente, Agüera presidente”, gritaban unos 300 priístas que habían llegado al Hotel Camino Real de la Vía Atlixcáyotl desde las 18:00 horas, media hora antes que su candidato a la presidencia, por la Coalición 5 de Mayo.

El ex rector fue el más puntual, por sólo unos minutos, ya que luego llegaron casi simultáneamente el abanderado de Puebla Unida, José Antonio Gali Fayad, y del Partido del Trabajo (PT), Miguel Ángel Ceballos, quienes tuvieron oportunidad de saludarse a la entrada del hotel que, paradójicamente, se ubica en un municipio distinto al que aspiran gobernar los tres.

Sin mayores aprietos, arengas en contra, rechiflas o mentadas de madre, los dos candidatos pasaron frente a la porra opositora, una marabunta roja, que en cambio se había desbordado en aplausos para Agüera Ibáñez.

Retrasada, la porra de Gali Fayad arribaría hacia las 07:45 horas con unos cien integrantes, ya comenzado el debate, pero con ánimos y gritos festivos que buscaban compensar la tardanza.

Los que esperaban

Mientras el debate se desarrollaba a puerta cerrada en uno de los salones del hotel, en el lobby, asesores, jefes de prensa y seguidores intentaban seguirlo en sus Ipads, celulares o radios, pues no hubo una sola pantalla para los que esperaban la salida de los candidatos.

En la sala principal, el presidente del Partido Verde Ecologista miraba su pantalla y tecleaba en su BlackBerry, pues a pesar de ser la cabeza del partido aliado del PRI en la Coalición 5 de Mayo, quedó fuera del primer círculo que acompañó a Agüera al sitio principal del debate.

A unos pasos, sentado en el bar con un coctel y un pequeño tazón de cacahuates japoneses, llamaba la atención un hombre blanco, delgado, con la barba envejecida y sombrero panameño.

Se trataba de Roberto Payán Meza, sobrino de Carlos Payán, ex senador perredista y fundador del diario “La Jornada”, quien saltó al conocimiento público con el reportaje que presentó hace unos años Denisse Maerker en Televisa, en donde denuncia presuntas irregularidades patrimoniales de Agüera.

Payán Meza es quien, en ese material televisivo, denuncia la supuesta compra irregular de terrenos en Cancún.

En breve entrevista, aseguró que estaba ahí por una “casualidad” y no llevado por la gente de José Antonio Gali.

Subrayó que, por “casualidad”, visitaba Puebla estos días y decidió darse una vuelta al hotel, pues le interesaba el debate. Dijo que en unos días más regresaría a Playa del Carmen, Quintana Roo, en donde radica.

Casi para todos los presentes en el lobby pasó inadvertido el visitante “casual”.

Los connatos

Afuera, las porras se entusiasmaban más, conforme se acercaba el final de debate que, sin embargo, no pudieron ver.

Los galistas se acercaban peligrosamente a los agüeristas, al grado de encontrarse espalda con espalda, cara a cara, mientras se escupían sus porras y la saliva que acompañaba sus gritos desaforados.

“Jóvenes con Tony”, decían los de Puebla Unida en referencia a José Antonio; “Vamos a ganar, vamos a ganar”, decían los priístas para alentar en ausencia a Enrique.

La plaza había sido ganada por los priístas, quienes ya formaban una valla por donde suponía pasaría Agüera en su camioneta al salir del hotel.

Sin oportunidad para pasar, los de Gali pretextaron que algunas de sus simpatizantes mujeres querían ir al baño, y se fueron colando, lo que detonó el malestar de los priístas, una vez que, por el gran número de los que querían “ir al baño”, evidenció la treta.

Entre empujones y reclamaciones, los ánimos amenazaron con encenderse, pero a tiempo llegaron los líderes de las porras a conjurar lo que pudo terminar a golpes.

La escena se repitió unas tres veces más, sin que afortunadamente pasaran a mayores en un ambiente en el que predominó lo festivo, la arenga y la matraca, y se evitaron las descalificaciones. Un ambiente muy distinto al que se vive en otros terrenos de la batalla electoral.

Paso a pasito

En paralelo a la guerra de porras, se dio la estrategia para acercarse. Los panistas, hábiles, fueron ganando terreno pasito a pasito, mientras los priístas hacían lo propio desde el estacionamiento frontal del hotel, hasta la puerta de éste; de ahí, siguió el pasito a pasito, hasta que las dos porras se encontraron ya dentro del edificio, en el lobby, a la espera de la salida de los candidatos, lo que nunca ocurrió, pues prefirieron dejar el salón del debate por la puerta trasera.

El ánimo tomó matices de suspenso, cuando salieron a la vista de todos los coordinadores de los candidatos punteros: el priísta Jaime Alcántara Silva, con el rostro alegre y el puño levantado en señal de victoria; Luis Fernando Manzanilla Prieto, cuñado del gobernador poblano y asesor de Gali, con su característica faz inexpresiva, como apurado, para darle indicaciones al oído a un colaborador.

El suspenso acabó con el aviso de que los candidatos habían dejado ya el recinto.

De nuevo explotaron las porras, las arengas, la matraca, los altavoces y los gritos festivos de unos y otros.

Con el largo colmillo que le han dejado más de 200 batallas electorales, Jaime Alcántara regresó para arengar a favor de su causa y llamar a todos al festejo: “vámonos al zócalo, vámonos al zócalo”, gritó desde un altavoz, convertido en ese momento, en un porrista más a favor de Enrique Agüera.

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