El engendro que somos

  • Alejandra Fonseca
Mary Shelley narra magistralmente cada sentimiento y emoción del ser humano

Corría el año de 1813 en Inglaterra; Mary, la hija del filósofo inglés William Golwin y la feminista Mary Wollstonecraft, que murió al dar a luz, tiene 16 años y se ve en secreto en el cementerio donde su madre está enterrada, con su novio Percy Bysshe Shelley. Su padre no aprueba la relación y huyen a Francia. Cuando se casa Mary con uno de los poetas románticos más importantes de su tiempo, ella es Mary Shelley. ¿Les suena el nombre? ¡Claro! Es la autora de la primera novela de ciencia ficción de la historia, que inauguró el género; su título: Frankenstein o el Moderno Prometeo, principal clásico de horror de la novela gótica inglesa, que Mary, con sólo 18 años, escribió y del que jamás cobró regalías por derechos de autor.

 

Al quedar solo su padre con Mary, hombre feminista y liberal, la educó con el deseo que conociera la gloria, ya que el ambiente en el que se crio era de intelectuales de clase alta, poetas, filósofos, políticos y pensadores radicales; las plumas y mentes más innovadoras de su tiempo que se reunían en su casa. 

 

La historia de cómo Mary escribió esta fabulosa novela gótica es que, en el verano de 1816, junto con su media hermana y su novio Percy, viajaron a orillas del Lago Leman en los Alpes, entre Francia y Suiza. Se alojaron en la villa Diodati del poeta Lord Byron junto con John Polidori. Ese verano la erupción del volcán Tambora en Indonesia, liberó toneladas de polvo de azufre, causando anomalías climáticas globales que se extendieron y provocaron un ‘invierno volcánico o un año sin verano’ por lo que en los Alpes no hubo sol, pero sí lluvia y tormentas. 

 

Los temas de conversación de los cinco amigos, que no pasaban de 25 años, fueron los experimentos de Luigi Galvani que con descargas eléctricas, produjo convulsiones musculares en patas de rana, y los del filósofo Erasmus Darwin, que se decía había animado materia muerta con la posibilidad de devolverle la vida a un cadáver o a distintas partes del cuerpo; el grupo también se entretuvo leyendo historias alemanas de fantasmas. 

 

Un día, para no aburrirse en el encierro, Byron sugirió un concurso donde cada uno escribiese su propia historia de terror. Ahí nacieron dos obras maestras de la literatura fantástica: Frankenstein de Mary Shelley y El vampiro de John Polidori, antecedente de Drácula de Bram Stoker. Varios días después de la convocatoria, Mary tuvo un sueño terrorífico donde creyó ver “a un pálido estudiante de artes impías de rodillas junto al objeto q había armado; un horrible fantasma de un hombre extendido, y tras la obra de algún poderoso motor, éste cobraba vida y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural.” 

 

De esa pesadilla nació “Frankenstein o el Moderno Prometeo” nombre que tomó de un castillo en Alemania que Shelley visitó. ¡Este fue el ejercicio de ‘escritura creativa’ más exitoso de la historia de la literatura! Dos años después apareció publicada la primera versión de la obra, de autor anónimo, porque la editorial dijo que el nombre de una mujer y tan joven como autor, le restaba seriedad. Después de cuatro años Mary se animó a poner su nombre que quedó a la sombra de su monstruo. En 1831, quince años después de haberla creado en un tercer intento reescribió la historia por completo hasta conseguir la versión definitiva que ha llegado hasta nuestros días. 

 

La novela comienza con una serie de cartas, de un marinero a su hermana, donde le cuenta sus vicisitudes en el mar, y se adentra en la historia del científico suizo, el doctor Víctor Frankenstein, que narra su infancia, su juventud, su marcha a Ginebra para estudiar, los conocimientos que adquirió y sus ínfulas de Dios, al querer insuflar vida a un cuerpo amalgamado de piezas de animales y hombres. Completamente enajenado, al despertar de su locura Víctor, con horror y culpa: “Una lluviosa noche de noviembre, a la tenue luz de una candela, Frankenstein ve como su monstruo abre un ojo y empieza a respirar”, ¡horrorizado lo abandona a su suerte!

 

La autora traslada el protagonismo del científico al monstruo que relata cómo despierta en el laboratorio donde se ve abandonado en un mundo del que no entiende nada, y cómo a su paso aterroriza a todo el que se encuentra. La historia transmite la profunda soledad de este ser contrahecho, que no encuentra su sitio ni su sentido; y el cómo va entendiendo el funcionamiento del mundo en el que se le ha soltado, en una sociedad que lo rechaza por su horrible aspecto. 

Los dos protagonistas narran, sin filtro alguno, en primera persona lo que surge desde sus entrañas: dándonos cuenta de que son dos rostros de un mismo ser y que el verdadero Frankenstein, el monstruo, es el científico que llama a su Criatura ‘engendro’ y ‘demonio’, abandonándolo a su suerte porque no puede reconocerse en ese espejo, negando lo que lleva dentro. 

Mary Shelley narra magistralmente cada sentimiento y emoción del ser humano: la culpa, la furia, el miedo, la enajenación, la soledad, la curiosidad, el odio, la incomprensión, la ira, el horror, la tristeza, el amor y el rechazo. Un vasto espectro de pasiones que los humanos somos capaces de sentir a lo largo de nuestras vidas que refleja a la criatura terrorífica q somos en nuestro interior.

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes