Aspirantes afinan apoyos para competir por la gubernatura

Jorge Rodríguez C./El Sol de Puebla
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Así como en el bando del PRI ya hay personajes que se comen las uñas de impaciencia por lanzarse a la no tan lejana sucesión de gobernador, en el lado del PAN ocurre lo mismo.

Además de uno que otro morenovallista, de aquellos que se sienten con derechos aun antes de traspasar con éxito la barrera del 7 de julio, el principal representante público de la ultraderecha, es decir, el presidente municipal Eduardo Rivera Pérez, está más que dispuesto a pelear por el gobierno del estado una vez que concluya la alcaldía.

No es novedad leer o escuchar que Rivera tenga la mira puesta en Casa Puebla, pero sí lo es que cuente con el visto bueno de Rafael Moreno Valle para correr y competir.

Colaboradores cercanos al presidente municipal han confesado recientemente que su jefe tiene la venia del mandatario para ir por la candidatura del PAN al gobierno del estado, y han agregado que eso sucedió a raíz de los acuerdos que concretaron para el proceso electoral que está a punto de finalizar.

Cuentan que si Eduardo Rivera está sumado al ciento por ciento a favor de la causa de Puebla Unida, no es solo por la cesión de candidaturas con que fueron beneficiados su grupo y algunos de los liderazgos del Yunque, sino a la existencia de un acuerdo "secreto" con Moreno Valle que le permitirá hacer precampaña libremente.

Se supone que, para transitar sin sobresaltos, Rivera será primero candidato a diputado federal en el 2015 y después, gane o pierda, irá a la contienda interna por la candidatura al gobierno del estado, en el 2018.

No vaya usted a creer que esto garantiza el ascenso del edil a la nominación.

Quienes propalan este trascendido tampoco exageran en entusiasmo.

Dicen que el gobernador se comprometió a dejar correr a su jefe, a no ponerle los obstáculos que le habría mandado si la relación continuara como empezó en el 2011: mal.

El supuesto compromiso del mandatario no incluiría ventajas ni mucho menos favoritismos para el alcalde, solo la oportunidad para competir.

Eso, en los tiempos actuales, y en caso de ser cierto, ya será una ganancia.

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Otra vez ha quedado vacante la delegación de la Secretaría de Gobernación federal en Puebla.

Entre los delegados del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto corrió la especie de que Manuel Castañeda Rodríguez, quien en los hechos se venía desempeñando como coordinador de los funcionarios poblanos, dejó la oficina el viernes pasado.

La versión que más sonaba este fin de semana es que Castañeda no renunció al cargo, sino que le ordenaron separarse debido a una serie de diferencias políticas que habría tenido con los priistas locales.

Según esto, desde Puebla salieron reiteradas quejas acerca de su comportamiento con el gobernador Rafael Moreno Valle, con quien habría sido más amable, consecuente y conciliador de lo necesario.

Así, aquello que desde Casa Aguayo, donde despacha el secretario General de Gobierno Luis Maldonado Venegas, se miraba con júbilo: la estrecha relación de Castañeda Rodríguez con la administración estatal y por tanto con Moreno Valle, desde la trinchera tricolor se observaba con recelo.

El acto de toma de protesta en el Centro Integrador de Servicios y las posteriores apariciones públicas del presunto ahora ex delegado con el gobernador, causaron la molestia al seno del PRI, lo que derivó en manifestaciones privadas de inconformidad, allá en la Ciudad de México.

Parece pues que los delegados poblanos volvieron a quedarse sin coordinador.

Castañeda Rodríguez tenía comunicación directa con el poderoso subsecretario de Gobernación Luis Enrique Miranda Nava, con quien colaboró desde el gobierno local de Peña Nieto en el Estado de México.

Por eso llama la atención su salida.

Y porque, en caso de confirmarse, estaría concretándose justo una semana antes de los comicios.

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