Será determinante el voto de los indecisos

Enrique Núñez/Contracara/Intolerancia
En una elección tan cerrada como la que hoy se viven en Puebla, el voto de los indecisos resulta determinante.

De acuerdo con la información que arrojan algunos estudios demoscópicos, se calcula que más de 30 por ciento de los electores no ha decidido el sentido de su voto.

Ese alto porcentaje de indecisos se subdivide en quienes terminarán absteniéndose de votar, otros que realmente definirán su decisión de última hora y el último rubro comprende a quienes decidieron por qué candidato sufragar pero evitan externarlo a las encuestadoras.

Es el voto oculto el que los estudiosos del periodismo de precisión señalan como el causante de los errores de las encuestas electorales.

En diversos países hispanos se ha estudiado este fenómeno, el cual se atribuye a diversos factores, pero el más importante —coinciden— es el miedo del elector.

Un artículo publicado en El Mundo de España abordó el tema de la siguiente manera:

Voto oculto, participación e incidencia de la campaña.

Muchas son las explicaciones que se esgrimen a la hora de detectar los errores de las encuestas electorales. Hay varios factores que pueden dar al traste con las expectativas de un determinado estudio. Uno de los más importantes es el voto oculto. El voto oculto es un término utilizado por sociólogos e investigadores políticos para denominar a las personas que mienten en las encuestas de intención de voto. Este tipo de votante, que esconde sus preferencias, puede ser cambiante de unas elecciones a otras, aunque lo normal es que permanezca fijo en un partido y territorio a lo largo de los años. Una de las principales razones que explican la falta de inclinación de los votantes de un determinado partido a revelar su opción es que la formación por la que va a votar no sea bien vista en su entorno o comunidad.

Además de España, en los países de América Latina el voto oculto obedece particularmente al miedo de manifestar una preferencia, cuando esa decisión es contraria al candidato del partido en el poder.

En ese sentido, las encuestadoras terminan haciendo un cálculo de los votos de los indecisos, sin conocer el sentido que tomará el llamado voto oculto.

Recientemente, en Venezuela se pensó que el candidato chavista ganaría con un amplio margen; sin embargo, la elección fue ganada por Nicolás Maduro, con una diferencia mínima y con serias dudas sobre un fraude electoral, pese a que las encuestas vaticinaban una victoria fácil para el heredero político de Hugo Chávez.

Evidentemente, el miedo de los venezolanos los llevó a generar un alto porcentaje de voto oculto.

Guardadas las distancias, en un estado como Puebla, donde los despidos masivos de la burocracia obedecen a revanchas políticas y donde la ley se aplica en contra de los llamados enemigos del morenovallismo, podría presentarse un fenómeno electoral movido por un alto porcentaje de voto oculto.

Para la mala fortuna de las encuestadoras, el voto oculto es un fenómeno creciente, toda vez que el descrédito de estas empresas no le ofrece ninguna garantía de secrecía.

De ahí que el sondeo de Milenio GEA ISA en la pasada elección presidencial haya marcado para siempre a las encuestadoras como auténticas engañabobos.

En lo personal, respeto mucho el trabajo de las encuestadoras serias y tengo claro que son una auténtica herramienta para los equipos de campaña. Sin embargo, la autodefensa del electorado al momento de contestar un cuestionario las convierte en un simple volado.

Y si a lo anterior sumamos la movilización y el acarreo de electores del día de la elección, a través de las estructuras y de la llamada compra de votos, tenemos que las pobres encuestadoras terminan jugándole al adivino.

De ahí tanto error.