El Valiente, el Patiño, el Cincho

  • Alejandro C. Manjarrez
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La política en Puebla parece no tener chiste.

Todos saben a quién sirven los diputados, por citar uno de sus efectos.

Otra secuela: pocos ignoran que los dirigentes de los partidos políticos siguen la línea de Casa Puebla, disciplina que, en el caso del PRI y el Verde Ecologista, se rompió cuando el PAN perdió la Presidencia de la República.

El tercer “fruto”: la misma práctica forma parte de la conducta de los presidentes municipales que lo fueron gracias a la influencia electoral del entonces candidato, hoy gobernador en funciones. Es el caso de Eduardo Rivera Pérez, quien está obligado a ser obsecuente si desea prevalecer en el mercado electoral como uno de los activos de la política panista. Esto siempre y cuando los militantes logren sacar a su partido del pantano donde lo han metido Gustavo Madero y el grupo calderonista.

¿Y qué diablos decir de los conspicuos miembros de la burocracia dorada estatal?

Sólo que, excepto dos, la mayoría perdió su luz, digamos que intelectual, para lograr una consecuencia extraña: la añoranza de los políticos de otros regímenes, para no ir muy lejos el melquidista del cual salió el actual mandatario precisamente.

Por esa pachorra o mediocridad producto del control absoluto del poder, resultaba alentador el proceso electoral que vivimos. Parecía que tendríamos una interesante guerra de ideas y propuestas, encuentros adornados con arengas brillantes y de alto contenido cultural, social, económico y político. Pero no pasó nada. Unos candidatos chafearon (perdón por el término) y otros cayeron en manos de los padrotes del marketing político (otra vez perdón); es decir, en las garras de los especialistas que produjeron los encontronazos mediáticos donde la supuesta deshonestidad ha sido el hilo conductor (polarización del electorado mediante el infundio y la difamación). Lo curioso es que ninguno de los principales se salvó de los baños de mierda (tercera disculpa).

El respiro frustrado

En medio de esas campañas de desprestigio ocurrió el “debate” entre los candidatos a la presidencia municipal de Puebla capital. Nuestro tozudo optimismo nos obligó a creer que tendríamos algo así como una bocanada de oxígeno. Pero no. Resultó una flatulencia apestosa (cuarta disculpa), regüeldo propiciado por el formato y la parcialidad de los organizadores del show. De ahí que el talento de Enrique Agüera Ibáñez pasara desapercibido; que la supuesta actitud aguerrida de Miguel Ángel Ceballos quedara en mera suposición; y que Tony Gali se encargara de demostrarnos que, como el ratón Macías, todo se lo debe a su manager, o sea a su paradigma y jefe.

El Valiente

Pierda o gane la elección, Agüera Ibáñez quedará como el candidato bizarro ya que no obstante la elemental trampa que le tendieron, él decidió afrontarla a sabiendas de que no le favorecía ni el formato, ni la estrategia mediática, ni las condiciones del plató, ni la “dirección” de cámaras. Todo estuvo en su contra, inclusive su asesor de imagen personal. Por eso resulta admirable su valentía, actitud que quizá obedezca a su interés y entusiasmo por llegar a la presidencia municipal de Puebla.

El Patiño

Ceballos se animó a entrarle a la candidatura y todo lo que ello implica consciente de que éste fue su último coletazo en la política seria. Su papel actual para el cual pudo haber sido contratado, es restarle al PRI los votos que podrían significar la diferencia en contra de ese partido y, obvio, a favor del gallo de Casa Puebla. El Profe no tuvo asesores y por ello su presencia y discurso resultaron lamentables, sin importancia. Es ya una anécdota política equiparable a las malévolas bromas yucatecas mejor conocidas como “cultivo”.

El Cincho

La envoltura de Gali está formada por la parafernalia gubernamental incluída la preparación que lo llevó a ser candidato de la mezcla política que lleva el nombre de Puebla Unida. Esa “trayectoria” influyó en los organizadores del fingido debate para, por ejemplo, presentarlo como un ídolo mediático cuya aparición ante el respetable fue arteramente preconcebida y coincidente con su criterio (dijo Gali de sí mismo: “Dios me hizo así y no puedo ser de otra manera”. ¡Ahí Papi!). Le favorecieron las tomas “contrapicadas”, según criterio de los especialistas. Y también el orden de las preguntas que no fueron tales debido a que se las avisaron con tiempo (a los tres de acuerdo con la negociación). En su caso para que él abriera y cerrara con la estridencia retórica que esperaba el vigilante y celoso público de Casa Puebla. Si no ocurre el milagro ciudadano consistente en una rebelión en contra de la manipulación política, Tony ganará la elección por una nariz metrosexual.

Todo ello me lleva a insistir en lo que digo al inicio de esta entrega: que la política en Puebla no tiene chiste ni remedio ni recato, condiciones que le han ubicado en la puerta que da acceso a los terrenos de la mediocridad.

Es cuanto sobre el hipotético debate.

acmanjarrez@hotmail.com

@replicaalex

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Alejandro C. Manjarrez

Escritor y periodista. Autor de la columna Réplica y contrarréplica. Colaboró en la revista Impacto y en el periódico Excélsior. Fue articulista de Notimex. Fundador de la Revista Réplica.