Vuelta en Ü

  • Enrique Huerta Cuevas
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Nunca antes en Puebla un debate había generado tanta expectativa. En una contienda tan reñida y polarizada la posibilidad de ver a los candidatos a la presidencia municipal de Puebla medir fuerzas siempre resulta sugerente; máxime después de la interminable lista de demandas, de descalificaciones mutuas, de las inmisericordes planas de diarios nacionales y locales, de los grandes esfuerzos tras bambalinas realizados por los equipos de campaña para ridiculizar y enlodar la imagen del contrincante; sin olvidarnos de los ejércitos de bots adictos al halago concesionado y a la descalificación a sueldo, y por supuesto después de las grandes disputas por los presuntos desvíos y enriquecimientos ilícitos inmersos en las declaraciones patrimoniales de los dos candidatos punteros. A pesar de tal intensidad en los términos generales de la contienda: nunca antes un debate nos había decepcionado tanto.

El #DebatexPuebla, un esfuerzo de la iniciativa privada plagado de errores de producción imperdonables y de preguntas maratónicas incomprensibles, distó mucho de ser “un arreglo de cuentas” entre los contendientes; tanto el candidato de Puebla Unida como aquel que representa a la Coalición 5 de Mayo desperdiciaron la oportunidad de aclararle a la ciudadanía el origen y la razón social de cada peso inmerso en sus inmensas fortunas, 77 y 19.5 millones respectivamente, y la cortesía era un imperativo necesario dado que el 39.9 por ciento de la población que radica en el municipio de Puebla se encuentra atrapada, no solamente por los daños y gastos colaterales que ha generado el Sistema Ruta, o por el caos vial producto de la construcción de puentes presuntuosos y grandes avenidas de concreto hidráulico, o se encuentra deslumbrado por el creciente prestigio académico de la BUAP o por el glamor una Rueda de Observación; ese porcentaje, que equivale aproximadamente a 732,154 personas según datos presentados por el CONEVAL, también sobrevive ladeando los indicadores de una pobreza injusta y deleznable. Insisto, por encima de cualquier otro tema la transparencia y la honestidad del futuro presidente municipal de Puebla era un asunto urgente y necesario; y curiosamente el silencio en ese rubro fue abrumador.

Tanto Enrique Agüera como Antonio Gali prefirieron “darle la vuelta en Ü” --si se me permite la espantosa expresión-- al escabroso tema de sus declaraciones patrimoniales y hablar de los asuntos de la ciudad. La alternativa resultó contraproducente en tanto los dichos y las imágenes hablaron por sí mismas: abrumado y con un pésimo manejo corporal Agüera Ibáñez reiteradamente apeló al respeto, la generosidad, la inclusión y la centralidad de la persona humana. En consecuencia bibliotecas, cultura, “un instituto emprendedor”, polideportivos, así como esfuerzos para “atomizar la inversión pública” --nadie entendió eso último-- fueron las constantes en su discurso. Ante la pregunta expresa: “¿cómo limpiar el Atoyac?”, tal vez el momento más entrañable de su participación, el candidato con una inocencia inadvertida expresó: “rápido, lo haremos muy rápido”. Aunque se aplauden las buenas intenciones Puebla no es Ciudad Universitaria: los problemas del ambulantaje incentivados y cobijados por la actual administración; los robos implementados por bandas de autopartes y de casa habitación impunes y perfectamente focalizadas; la ineficiencia del sindicato del ayuntamiento, gran piedra en el zapato de los alcaldes desde tiempos inmemoriales; entre tantos otros problemas reales de la ciudad fueron opacados por frases huecas y demagógicas como “me gusta pensar en grande” o “haremos de Puebla la ciudad más segura del país”.

Gali Fayad no se quedó atrás. Con un manejo escrupuloso del discurso, una claridad a prueba de errores y una imagen digna e impecable también le “dio la vuelta” al complejo de problemáticas y errores que han arrojado la difícil gestión de Eduardo Rivera; el candidato prefirió esquivar esas ineficiencias con los logros y aciertos del gobernador Rafael Moreno Valle y con el papel desempeñado en su administración como secretario de Infraestructura. “Sé cómo hacerlo y te lo voy a demostrar” era la constante: más luminarias, más agua, más policías, más patrullas, más puentes, más infraestructura. No niega la cruz de su parroquia: los excesos son los membretes de su campaña. No obstante no todos los problemas de la ciudad son cuantitativos: aunque se necesitan más puntos de luz, sobre todo en aquellas colonias no municipalizadas, si una luminaria permanece intermitente o encendida día y noche es consecuencia de una red deficiente, se necesitan más de 30 años --y no precisamente concesiones millonarias-- para modernizar la infraestructura interna del alumbrado público en el capital; el tema del agua constituye un problema parecido: el gran tema no sólo es el desabasto, también la mala calidad de los medidores causante de cargos injustificados en los recibos bimestrales, el robo de alcantarillas, la necesidad de desazolvar puntos concretos del drenaje profundo, así como la pésima calidad del vital líquido en las colonias con mayores indicadores de pobreza; esos son asuntos vitales en torno al problema del agua e increíblemente no se dijo una palabra al respecto.

En fin, no quiero abrumarlo más de lo que los candidatos ya lo hicieron, por el momento una cosa es cierta: después del #DebateXPuebla estamos como al principio, salvo por el hecho de que a los poblanos nos han comprobado que Miguel Ángel Ceballos, lejos de ser una leyenda urbana, realmente existe.