El gran Gatsby

  • Atilio Peralta Merino
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Oriundo de Wisconsin,  Thorstein Veblen se traslado a St. Paul en  el vecino estado de  Minnesota desde sus más tiernas años, ciudad natal de su contemporáneo  Francis Scott Fitzgerald,   de tal suerte que, si geografía es destino,  la memoria infantil de sus respectivas papilas gustativas,  estaría por siempre relacionada con el sabor del walleye, especie piscícola cuyo hábitat natural se encuentra en los lagos del Medio Oeste de los Estados Unidos.

“Todos éramos  originarios  del “Midwest”, Tom, Daisy, Gatsby, yo”, dice, no en balde  Nick Carraway, el personaje de la novela de Scott Fitzerald que lleva en la trama la voz narrativa a la manera de la Tragedia  Griega.

En medio de la orgía de  la “era del jazz” y del  entusiasmo especulativo desatado al concluirse la  “Gran Guerra del 14”, Veblen,  quién se encontraba dotado de una profunda comprensión  de los fenómenos sociales  y económicos así como  de un profundo sentido moral,  se erigiría en el gran crítico del  capitalismo dorado y de su epítome de magnates a los que denominaría “la clase gozadora”, urgida siempre del “derrocha honorífico” que patentizase su superioridad social; “al ritmo del jazz” habría referido Nick Carraway, “en los jardines de la  residencia de Gatsby  todos éramos jóvenes, ricos y desenfrenados”.

Thorstein Veblen falleció en marzo de 1929, a breves siete meses de que el crack bursátil del jueves 25 de octubre desencadenara la “Gran Depresión”, forjó de manera contundente y radical  la visión de la vida que Scott Fitzgerald plasma en  el conjunto de su obra, y muy particularmente en “El Gran Gatsby”; siendo hoy , prácticamente una figura olvidado, llegó no obstante a concitar una  enorme resonancia intelectual  en  su época,  equivalente acaso a la que llegó a emblematizar  Herbert Marcuse en los años 70.

La muy solvente versión cinematográfica, caracterizada por Leonardo Di Caprio,  de  una de las novelas culminantes de la literatura de los Estados Unidos en todos los tiempos , no es, ciertamente, la única versión fílmica de la trama de Scott Fitzgerald, además de la inolvidable cinta de 1974 protagonizada por Robert Redford, existe una versión del año de 1949 con el actor Alan Land, y una cinta, digna de llamar la atención por ser contemporánea de la edición del “Gran Gatsby” correspondiendo  de la etapa previa a la cinematografía  sonora, filmada en el año de 1926 de la que, lamentablemente,  tan sólo han sobrevivido algunos fragmentos; la actual versión , además de los méritos fílmicos que indubitablemente  le asisten, se distingue por el  momento histórico en que se verifica su rodaje ; valen las obras por su texto y por su contexto,  dijeran los estudiosos de estos temas, momento en el que las sociedades  se han desengañado ante el desplome de las burbujas especulativas.

 La “era dorada” que precedió al  Crack de la Bolsa de Viena en 1907  que desencadenó entre sus consecuencia  la “Gran Guerra” , habría sido  retratada por Johan Strauss en “El Murciélago”;  en el  “Gran Gatsby” por su parte, no existe la alegre frivolidad que se observa en la opereta vienesa, sino, muy por el contrario, se deja entrever el peso de la conciencia moral desilusionada de Thorstein Veblen, cargada de la añoranza  propia por  la sencilla  degustación en familia del Walleye  de los lagos de Minnesota.

sandrini2006@hotmail.com

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Atilio Peralta Merino

De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.

Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava